Édouard Manet murió hace 140 años. Sus pinturas tenían un realismo y una modernidad que la sociedad de aquel entonces no pudo aceptar. Hoy sus obras han alcanzado valores de 65 millones de dólares.
Pintores de talla universal resultaron demasiado audaces para las épocas en que vivieron y no obtuvieron inmediata aceptación de la crítica ni del mercado artístico. Uno de ellos fue el pintor francés Édouard Manet.
Aunque a menudo se inspiró en los maestros clásicos, se podría decir que, en contra de su voluntad, revolucionó el arte y, más que nada, influyó en el movimiento impresionista (pero nunca participó en las exposiciones del grupo).
“Una de sus contribuciones es haber llevado el mundo moderno como sujeto, como tema y como imaginario a la gran pintura”, señaló Stéphane Guégan al comisariar una exposición sobre el pintor en el Museo de Orsay en 2011.
Manet soñaba con ser aceptado en el Salón de París y lograr el reconocimiento del público y de la crítica. Recibió el primer encontronazo en 1859, cuando “El bebedor de absenta” no recibió el aval oficial de esa institución artística.
“Un poco a su pesar, se convirtió en el líder de artistas rebeldes… con obras rotundas, que contribuyeron a encauzar la pintura a la modernidad”, señala radio France.
Manet creó unas cuatrocientas pinturas, entre retratos, paisajes, naturalezas muertas y representaciones de acontecimientos políticos y, en particular, de la sociedad y la vida parisina (“Música en los jardines de las Tullerías”, por citar una de sus obras maestras).
Murió el 30 de abril de 1883, días después de una cirugía de amputación de su pierna izquierda. Tenía 51 años.
Sus cuadros han alcanzado cifras astronómicas en subastas: “La primavera” fue vendido en 2014 por algo más de 65 millones de dólares, y el autorretrato “Manet à la palette”, en 2010, por 33,2 millones de dólares.
Impresionismo incomprendido

La plenitud pictórica de Manet causó un gran alboroto en el París de finales del siglo XIX.
En 1863 Manet presentó “Almuerzo sobre la hierba” en el Salón de los Rechazados con el título “Le Bain” (“El baño”). “Se convirtió en la principal atracción, objeto de burlas y fuente de escándalo”, precisa el Museo de Orsay sobre esta obra de su colección.
La escena “casi irreal” de una mujer desnuda (sin connotación mitológica), junto a dos hombres vestidos, resultó “obscena a los ojos de sus contemporáneos”, señala el museo parisino y añade que Manet impactó con contrastes abruptos entre la sombra y la luz, y rompió con los convencionalismos en la representación de las figuras.
Con “Olympia”, el artista francés reinventó el desnudo femenino en “una pintura franca y sin compromiso”. Su audacia escandalizó al Salón de París en 1865.

La Venus convertida “en una prostituta que mira con desafío al espectador” provocó violentas reacciones por parte de los defensores de la tradición académica, pero su modernidad fue defendida por otros artistas liderados por el escritor Émile Zola.
Así revolucionó la pintura Manet, con pinceladas sutiles que no aspiraban a la perfección, sino que invitaban a contemplar obras de arte “sinceras”, de la vida real, que la sociedad de su tiempo no pudo aceptar.