La IA escoge a Cien años de soledad

Cien años de soledad

Pedimos a uno de los motores de inteligencia artificial (IA) que nos diga qué novela deberíamos preservar si supiésemos que se acaba el mundo. Anticipó que era una tarea difícil, pero escogió Cien años de soledad pues “es un ejemplo destacado de la literatura latinoamericana y ha tenido un impacto significativo en la literatura mundial”. ¿O sea? Nada.

Sin ningún argumento sustantivo de por medio, culminó con esta otra vaciedad: “Además, representa una parte importante de la diversidad cultural y literaria de la humanidad”. Si en una prueba para estudiantes de bachillerato apareciese un texto de esa laya, cabría atribuirlo al matón de la clase, al empollón, como dicen en España. Ambos epítetos están reconocidos por el DRAE y califican al estudiante que se distingue más por su aplicación que por su talento. Media página aseadita, con la respuesta de cajón. ¿Es esto lo que se espera del artilugio, del ingenio que supera en inteligencia a toda la humanidad y que en un futuro no lejano nos habrá dominado por completo?

Límites de la IA

No importa cuántos trillones de terabytes se alineen en la IA, las respuestas seguirán siendo romas, aunque con mayores capacidades pueda recabar mejor información y la amontone para arropar su carencia principal: la incapacidad de crear. Por eso, por el momento, no se debe temer que la IA pueda remplazar a escritores y críticos.

Pero ya estamos viendo que sí puede escribir libros de ficción: se le da unas cuantas instrucciones y lo hace. Serán iguales a los de muchos y muy populares autores cuyas obras justamente parecen escritas por una IA. Habrá editoriales que llenaran su catálogo con obras de tal origen. Pero el genio, la “chispa divina” prevalecerá.

Al menos por un tiempo, hasta que los genios aprendan a manejar esta herramienta, entonces podrán producir obras en las que brillen sus ideas, ahorrándose una buena cantidad del odioso trabajo de apilar materiales y otras labores tediosas que demanda la literatura. Así escribirán “obras maestras”, a lo mejor a mayor velocidad, que es otro de los imperativos editoriales de estos tiempos.

El realismo mágico

El texto cibernético de nuestro ejemplo es también elemental y primario por su contenido. Propone la respuesta correcta, lo que todo el mundo hubiese esperado. Antes de García Márquez, algunos autores del preboom, Carpentier, Asturias, Uslar Pietri, principalmente, inician la corriente del realismo mágico latinoamericano, que con Juan Rulfo alza el vuelo definitivo. Es Pedro Páramo, la novela corta de este autor mexicano, el texto fundacional de la tendencia y la obra que logra mayor hondura al comunicar el plano de la áspera cotidianidad latinoamericana más con la magia de las culturas originarias subyacentes.

¿Qué es lo que hizo Rulfo? Escribió lo que no se esperaba, algo que no podrá hacer la IA jamás, porque cuando una máquina empieza a hacer lo que no se espera de ella, no decimos que es genial, sino que está dañada. Sobre el cimiento de Pedro Páramo edificarían Carlos Fuentes y García Márquez sus trabajadas catedrales, rodeadas luego por los kioscos de autores menores.

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