Hombres feministas y burros volando.

Por María Fernanda Ampuero.

Ilustración MAGGIORINI.

Edición 422 – julio 2017.
 
Hombres FeministasQué odiosas. Qué antipáticas, carajo. Andan a cada rato con la cantaleta del femi­nismo, ismo, ismo, ismo y de los derechos de las mujeres —ay sí, todo el santo día la vaina cansina de lis dirichis de lis mijiris y el futiri es fiminini y no sé qué otras pendejadas— ¿Qué más derechos, pues? Todito ya pueden hacer: estudiar, votar, divorciarse, postularse para presidenta, manejar un taxi. Pero no, no les basta. Quieren más estas angurrientas.

¿Qué, diosito santo, qué? Yo por más vueltas que le doy, no me explico qué más pueden querer estas mujeres, ¿matarnos a los hombres? Eso es lo que han de querer. Cor­tarnos nuestros miembros, a lo Lorena Bobbit, y colgarlos de los cables como los zapatos de jugar pelota.

Púchica. Uno les da todas las libertades, todo tienen. Uno las escucha callado como un santo cuando dicen que quieren crecer profesionalmente y uno no dice “¿para qué pues, mija?” Uno nomás dice “ya, pero no me descuide la casa”. Obvio, ¿no? Qué va a ser esto. También las escuchas cuando dicen que no quieren que las violen ni las maten y tú piensas “si quieres seguridad, so pedazo de loca, quédate en la casa, no andes por ahí como una cualquiera”, pero uno no lo dice, nomás le contesta “la calle es peligrosa para las damas”. O sea, sí sabemos que las hem­britas también pueden anhelar cosas como los hombres, que son personas, ¿no? Pero con un límite, ¿no? Porque si no, ¿quién va a cuidar a los niños? ¿Quién va a hacer las labo­res domésticas? ¿Quién va a hacer la comida? ¿Quién va a limpiar el escusado? ¿Uno? No pues, tampoco así.

Ni machismo ni feminismo, sigamos con lo mismo.

Oye, hermano, pero uno aguanta, aguan­ta, aguanta. Por diosito que uno aguanta. No hay forma, les das la mano y se te van al codo. Que si a mí no me insultas, que si a mí no me tocas si yo no quiero, que a mí me pa­gas lo mismo que a un hombre, que soy tu compañera y no tu posesión, que tú también deberías ser feminista. ¿Qué es esto? ¿A qué estamos llegando? ¿Hombres feministas? Sí, carajo. Y burros volando.

Porque, verán, yo le he echado cabeza: feminismo es igual que machismo, pero para beneficiar a las hembritas, ¿no? Yo sí creo que ellas ahora creen que son mejores. Pero dicen que no. En Facebook, en Twitter, en Insta­gram, en la calle, en las columnas de la Diners, todito el día se pasan explica y explica que el feminismo, al contrario del machismo, busca la igualdad de derechos y oportunidades para todos: hombres, mujeres, niños, niñas, pero yo creo que es mentira porque después de tantos años bien que han de querer la revancha estas vivas. Claro que han de querer la superioridad —¿quién no querría la superioridad si es tan chévere?— y eso no lo vamos a permitir, ¿no, hermanos?

Ya uno vive como pisando huevos porque todo les molesta a estas liberaditas. Que si uno hace un chiste sobre violación, mal. Que si uno dice mamacita rica cuando pasa una mamacita rica, mal. Que si uno le da un estate quieto —suave, no somos bestias— a la mujer porque es la mujer de uno, mal. Que si uno confía más en un hombre para un trabajo porque es ley na­tural que el hombre es mejor, mal. Que si uno dice que todas las feministas son lesbianas o frí­gidas o las dos cosas, mal. Que si uno despide a una embarazada porque hay que pagarle la vagancia, digo, la lactancia, mal. Que si uno ve que esita está borracha y se la come aunque ella diga que no porque hombre es hombre, mal. Que si uno le dice “juegas como pelada” al pana del fútbol, mal. Que si nos sentamos a tomar una cerveza y ver el partido en vez de cambiarle el pañal cagado al guagua, mal. Que si decimos que bien hecho por puta, mal. Que si usamos unas buenas nalgas para vender llantas o aceite de motor o relojes de pulsera, mal.

¿O sea qué mismo es que podemos ha­cer? ¿Ya no se puede hablar? ¿Ya no se puede vivir? ¿¡Quién nos defiende a nosotros!? ¿¡Quién!? Somos las víctimas de esta locura. Estas feministas van a acabar con nosotros, hermanos lindos. Tenemos que defendernos, ¿verdad? Y si toca matarlas, toca pues, ¿qué le vamos a hacer?

 

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