Historias Mínimas

Historias mínimas, de Ecuador a Tierra del Fuego

Ivan Kashinsky y Karla Gachet

Dinediciones, 2010

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Ivan Kashinsky y Karla Gachet pertenecen a la larga tradición documentalista norteamericana. Ellos estudiaron Fotoperiodismo en California y allá se enamoraron, pero tomaron la decisión de instalarse en Quito.

La mayor parte de fotografías son meras descripciones de la realidad, cumplen funciones específicas, desde aparecer en nuestro documento de identidad hasta vender un producto. Las que hacemos de manera obsesiva con nuestras pequeñas cámaras digitales son fotos de recuerdo, que tienen un valor enorme para los que están retratados. Pero esas mismas fotos de los nuestros, de los que queremos, no tienen mayor interés para los demás.

Un nivel más alto de fotografía es el que demuestra un ejercicio conceptual y estético, lo que generalmente se llama “tener ojo fotográfico”. Si a esa intención visual le sumamos una atmósfera, una sensación, estamos ya hablando de fotografía documental o artística.

Pero el nivel que, en fotoperiodismo, consideramos el más alto es el de la intimidad. Cuando además del ejercicio estético, de la composición sofisticada, de la atmósfera, una fotografía nos permite entrar en el mundo del otro, descubrir lo interior, lo humano —la complejidad sicológica—. Entonces y solo entonces, estamos hablando de poesía.

En este libro hay verdaderas obras maestras, fotos de una intimidad, de una delicadeza extraordinarias. No podíamos publicar solo aquellas. Es que Ivan y Karla son fotoperiodistas, y las historias que nos cuentan, los sujetos que ellos retrataron, son aún más importantes que su maestría artística. En lugar de hacer un libro de fotografía para los iniciados, decidimos hacer un libro moderno, divertido, que nos lleve de la mano de Ivan y Karla por esta serie de historias mínimas recogidas a lo largo de siete meses de viaje por América del Sur.

Hubiera sido mucho más fácil para ellos tomar fotos a lo largo del camino, documentar las aventuras de su viaje, parar un día aquí, un día allá. Pero decidieron escoger pocos temas y explorarlos con mayor profundidad, quedarse algunas semanas en cada sitio. Gracias a esa decisión, podemos gozar de más fotos reveladoras e íntimas.

Como se imaginarán, Ivan y Karla regresaron a Quito con decenas de miles de imágenes. Uno de los problemas que tenemos los fotógrafos profesionales es que las fotos malas y las obras maestras tienen la misma calidad técnica. Descubrir las fotos especiales, las que van más allá, es un verdadero arte.

Mike Davis, sin duda, uno de los grandes editores del mundo, hizo una preselección y armó parejas de fotos. Karla, Ivan y yo tomamos esa edición de Mike como punto de partida para armar este libro. En algunos casos, como en el ensayo El salar de Uyuni o la introducción, tomamos a pie juntillas la secuencia de Mike. En otros casos, quise ver lo que se estaba quedando fuera y armamos nuevas parejas y secuencias. Tengo la tranquilidad de haber rescatado algunas joyas del tacho de la basura.

La estructura de este libro es inusual. No dejamos espacios blancos, por ese motivo la relación entre la foto derecha y la izquierda es casi incestuosa. Las duplas se sostienen por vínculos conceptuales, estéticos, cromáticos, algunos más exitosos que otros. Esa precaria relación no nos amilanó, este libro está a tono con el tipo de fotografía que se practica en estos tiempos de redes sociales y de YouTube: una fotografía más libre, descomplicada, en la que lo profundo e íntimo están entremezclados con lo trivial.

Como una curiosidad, una de las grandes ventajas (y pesos, para quien no domina la técnica) de la revolución digital es que los fotógrafos nos convertimos en laboratoristas e imprenteros. Gracias a la transparencia en los procesos de manejo de color, desde hace poco tiempo, se puede conseguir prácticamente la misma imagen en la prensa offset que en nuestros monitores calibrados en casa. Fue una delicia preparar estas fotos para la impresión, recordé mis años trabajando con el gran maestro Paco Valdivieso en Imprenta Mariscal. Soy muy conservador y los ajustes que hice fueron mínimos, cada foto se acerca mucho al archivo crudo (raw) salido de la cámara, y rescata el increíble detalle y riqueza de color que las nuevas cámaras digitales captan. Karla e Ivan son verdaderos artistas del color y ustedes van a ver con mucha fidelidad la exuberancia cromática que ellos buscan.

Si hay algún tema que este libro explora es el de la globalización y el mestizaje. Para mi tranquilidad estas fotos están alejadas del exotismo del que muchos trabajos están plagados. Ivan y Karla no fueron en búsqueda de los indígenas y de los pobres, temas que venden muy bien en Europa y Estados Unidos. Sus fotos son contemporáneas, vibrantes, tienen sentido del humor. No rehúyen la pobreza ni el conflicto social, pero ellos se dan el permiso de explorar todos los temas con absoluta libertad.

Cada historia tiene su narrativa. Los pueblos perdidos de Esmeraldas, a pesar de la pobreza y el abandono, tiene una energía explosiva. Orgullo montubio es una historia picante y divertida, llena de detalles reveladores sobre la idiosincrasia manabita. Los hijos del río Napo es una de las más bellas del libro, fue la última del proyecto, y se ve la madurez que ganaron. Es íntima, poética. Las fotos en azul de la mujer después del baño y la de los niños leyendo cuentos en la cama son memorables.

Los surfistas de Máncora es trivial y descomplicada. Con Se vende el Cusco me he reído a carcajadas, es un ensayo divertido sobre la cultura for export y la presencia del turismo que nos ha obligado a inventar una fachada heroica. La fiesta del Yawar tiene las fotos previsibles y algunas deliciosas sobre la puna y la noche en un pueblo alto andino. El salar de Uyuni es de una belleza intrigante. Las fotos de las niñas, la que se cubre con flores y la que se peina con su madre, son poéticas y cautivadoras.

El ensayo sobre los menonitas de Bolivia es probablemente el más íntimo de todos. Karla e Ivan lograron hacerse invisibles y nos llevan de vuelta a un mundo rural e idílico. Las minas abandonadas del desierto de Atacama son un ejemplo clarísimo del ojo fotográfico al que me refería antes. En el mercado de Santiago, nuestros fotógrafos se dan un paseo y rompen todas las reglas. Teuquelín y los Peranchiguay son oscuras, llenas de misterio, de fantasmas y duendes. En Ceci, Meme y el tango logran el éxito de humanizar el estereotipo, y nos revelan la compleja relación entre Cecilia y Meme, los dos bailarines. Y Los silencios de la Tierra del Fuego logra algo inusual, nos transmite la sensación de estar allí, rodeados de una naturaleza implacable. Es un buen colofón para un viaje que retrata la dulzura y la crueldad de nuestro continente.

Ojalá ustedes disfruten tanto como yo del trabajo de Karla e Ivan. Es un viaje a la esencia, a lo que nos une, al espacio de los sueños y las pesadillas. Es un viaje a lo humano.*

* Prólogo de Pablo Corral

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