Se les recuerda por el lanzamiento de dos bombas atómicas, pero también tienen otra cara que mostrar: la de hermosos sitios naturales, templos y tradiciones culturales.
Hiroshima, en el oeste japonés, está rodeada de montañas, la atraviesan seis ríos, y cuenta con bosques y aguas termales. Según la Oficina de Turismo de Japón, gracias a su entorno natural, es popular para actividades como el senderismo, el ciclismo, los deportes marítimos y el esquí.
Cercano a la urbe se encuentra el santuario flotante de la isla de Itsukushima, en la localidad de Miyajima, que llama la atención por un gran arco de ingreso al templo sintoísta que data del siglo XII. “Es uno de los lugares más fotografiados de Japón”, señala la entidad turística japonesa. Su declaración como Patrimonio Mundial reconoció que “su diseño y composición juegan con el contraste de colores y volúmenes entre el mar y la montaña, ilustrando así perfectamente el concepto japonés de la belleza escénica, que une la hermosura del paisaje natural a la creatividad humana”.
No es muy extenso, pero el jardín de Shukkeien (del período Edo) es admirado por la perfecta sincronía de un lago, islotes y puentes, y por el estado de conservación de sus plantas y flores.
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