Por Huilo Ruales
Edición 458-Julio 2020
Ilustración: Miguel Andrade
1
Nada más repudiable que la escritura. A veces, es como un anciano o un hijo enfermo apoltronado en la sombra de esta habitación y que no duerme casi nunca. Siempre está moviendo torpemente sus extremidades. Siempre me está acechando desde sus ojos coagulados, desde su boca enorme a veces sangrienta, a veces desdentada. Su voz me llama por el nombre en la madrugada. Y en los sueños, de repente abre la puerta y gateando se me acerca a la cama y me coloca su enorme mano en el pecho o en la cara. Déjame en paz, le digo temblando de asco y de miedo y ello se ríe, solloza, me escupe desde lejos sin saliva. Maldita escritura. Quisiera envenenarla, estrangularla, rociarla de gasolina y quemarla con todo lo escrito que es a la final su pertenencia, su pasado y su mortaja. Pero aquí está, la muy maligna, encaramándose en mis piernas. Soy tu belleza, me dice con su voz carrasposa, parafraseando a Rimbaud.
2
Escribe sobre las pesadillas de la casona, me decía el bisabuelo que era eterno. Escribe sobre el tesón de las lombrices durante la noche. Sobre las mujeres que retozan menos de goce que de dolor al soltar en la tierra año tras año un nuevo depredado. Escribe con la lengua antes de que te la cercenen, me decía el bisabuelo resentido con la creciente mezquindad de la memoria y la ingratitud de la muerte.
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