Gerardo Mejía, el flow del pastor

Gerardo Mejia.
Fotografía: Santiago Fernández.

Ahora Gerardo es todo un abuelo: Lily, de su primera hija, Nadia, la exreina de California. A sus 55 años, sigue siendo ese ser cercano, explosivo, de buen humor. Y esos tatuajes, que pintan sus brazos atléticos.

El ser un pionero, clásico y estrella del rap latino —el papi de las nenas, pero solo de las buenas—, su olfato y gravitante influencia en la industria de la música latina y predicar la fe de su iglesia con su verso y el canto de alabanza, se imponen en la charla.

De esos veranos de sexo, drogas, playas y rap and roll, él habla de gozaderas de una juventud acelerada. “Su talento, su pinta y picardía guayaca y la innovación en su música, le promovieron a epicentro del star system; de referentes como Madonna”, apunta Giovanni Rosero, experto DJ. “Una máquina que sigue funcionando”.

“Mi familia es de contadores, yo no quería eso. Papá me dio un año para hallar otra forma de vivir y le aposté a la música, convencido de mi teoría e intuición: ampliar las fronteras y tomar las audiencias del pop, inmensas y universales”. Y sí: Gerardo rapeaba sobre un funky más bien suave pero rico.

Su parada de macho, su blonda cabellera, el bronceado y las cadencias de un joven y avezado latino, pegaron. “Es Gerardo”, “Rico suave”, “Ta cañón”, “Marielisa”, “Tu galán”, “Ven michu michu”, irrumpieron en las discotecas del mundo y, treinta años luego, suenan en las play list de millares de sus fans.

Menor de edad, con identidad falsa, se colaba a las discos de Los Ángeles, donde migró a sus doce años. “Escuchaba a los músicos y DJ: lo mío era oír qué es lo que estaba pegando, saber por qué y cocinarlo en mi sonido”. “Mo ritmo”, su debut (1991), logra dos oros por la Recording Industry Association. Y le abre la década, de par en par.

Gerardo Mejia.
En sus incios, su atuendo e imagen consistía de un pañuelo, vaqueros apretados y pecho descubierto.

Pilas, también irrumpe en el cine, como bailarín o actor: con Sean Penn y Robert Duvall, en Colors; 21 Jump Street, con Johnny Depp, nada menos. “Un trabajo duro pero divertido con resultados que, yo mismo, no divisé jamás”.

Resultados que partieron la historia. Para entonces, el rap era territorio de negros americanos, con proclamas sociales y étnicas. Este pionero lo puso en modo joda, en español y spanglish. Y desde Puerto Rico, íconos como Vico C o Tego Calderón le metían barrio, raza y batallas verbales entre ellos, las famosas “tiraderas”. “Eso no se oía en la radio, lo mío sí. Yo, ciertamente, lo comercialicé”.

Spotify vs. la Academia

Gerardo siempre trascendió los guetos natales de poderosos rubros de la industria. Tiene, en su disco homónimo de 2002, un tema que no aparece en créditos. Ahí suena un inicio del reguetón. “Vico C es el propio”. Siendo partícipe, no se declara creador de esa vuelta. “Ese sonido venía subiendo desde Panamá”.

En 2014, con Enrique Iglesias, su pupilo y amigo —a quien en 1999 reclutó cuando fue vicepresidente de Interscope Records— su idea prevalece nuevamente. “El reguetón se encasilló en una audiencia, repitiéndose con líricas vulgares. Mis letras eran, digamos, picarescas”, señala.

Gerardo Mejia.
En 1998, el productor Gerardo introdujo a Enrique Iglesias a EMI Records, desde entonces mantiene un gran relación personal y laboral.

“Cuando Enrique graba ‘Bailando’, con Gente de Zona, surge un aire nuevo que enriquece el sonido, hoy plenamente vigente”, explica. Luego, en ese tenor, vendrían hits mundiales como “Despacito”, de Luis Fonsi y Daddy Yankee. “Daddy, Nicky Jam; la gran industria, el gran público: con eso sí tengo que ver. Otro momento, sin duda”, establece.

La música urbana latina se cuela al público del mundo pop. Apasionado, este CEO sin nombramiento de la industria afirma que instituciones como la Academia Latina de Grabación contribuyen no tanto a la difusión del rubro, sí a su calificación artística.

“Los jurados son músicos y buscan reconocer el arte. Su influencia fue mayor, pero en la era del big data, tienes Spotify: ahí sale, solito, a quién le oyen y cuántas veces”, sentencia abriendo los brazos, como el emoticón que dice, más menos, “qué quieres que haga”.

Con ese criterio, Gerardo admira a Daddy Yankee y Bad Bunny, a quien cataloga de “monstruo”. “En una mesa de ejecutivos nadie puede explicar el fenómeno, su talento para escribir, el alcance de su impacto. Lo que hace le sale bien. Y me alegra”, dice, destacando también a raperos cristianos como Zurdo, Redimido, el mismo Vico C.

Gerardo Mejia.
Su última colaboración Agua Amarga, un tema inspirado en un versículo de la biblia junto con el artista urbano Funky, Gerardo presentó su tema el pasado 16 de abril de 2021.

¿Arte o entretenimiento? Una eterna discusión. Queda el episodio entre Natalia Lafourcade y Maluma, quien se llevó el Grammy 2018 a mejor álbum local pop contemporáneo, al que la exquisita mexicana también aspiraba y a quien Latin Grammy le reconoció el mejor álbum folclórico. “La Academia: más arte, menos beats de compu; pero la industria es otra cosa, un tren que no para. Te subes, si puedes. O quedas fuera”. Por ahí van estas aguas, donde, corridas tres décadas, él navega con autoridad indiscutible.

“Sueña”, el punto de fuga

Un sinuoso recorrido y Gerardo salió airoso de las presiones de una estrella. Por años se metió en la noche, las chicas regias, los amigotes, la joda dura, los autos y la moda; pero se barajó a tiempo. “Dios siempre vio por mí, era yo el necio que no escuchaba su llamado”.

Difícil, cuando —acepta sonreído— las más hermosas reinas de belleza esperaban por él, incluso divas planetarias como Madonna. “Un amigo nos hizo el link, la conocí con Sean Penn, en un estreno; ella llegó con su novio, un man altote. Luego, me invitó a una premier suya, ¡y le quedé mal! El único asiento vacío del teatro, decía Gerardo. Luego nos vimos en una disco y ya, bailando rico y suave, oye, ya tú sabes”, recuerda con una carcajada.

Gerardo Mejia.
Su álbum La iglesia de la calle, grabó la canción Raperito junto al rapero Vico C. El álbum recibió una nominación en los Premios Arpa 2007 como Mejor álbum urbano.

Un pasado trepidante al que no le hizo fieros. “No te podría decir cuántas ladys, no recuerdo. Pero fueron muchas, durante mucho tiempo”. Pero en 1989 conocer a Miss West Virginia, Kathy Eicher, le movió el piso. “Me enamoré, ella tenía veinticuatro años y le saqué en cinta”. Se casan, siguen juntos. Nace Nadia, Miss California 2016; llegan Bianca y Gerardo Jr. Hasta que un día, el rey del mambo amanece triste. Su miss, corazón en mano, le canta las plenas y él acata: Gerardo, con su latin lover style, hería profundo a la mujer que amaba.

Corta de raíz su living la vida loca y asume que es Dios Padre, última llamada. Junto al hermano Vico C, en 2007 pega con Raperito, desde la iglesia de la calle, mejor álbum urbano Premios ARPA. En 2003 lanzó “Sueña”, el hit del álbum 180º, una preciosa baladita rapeada y a la vena, donde aboga por la esperanza, el coraje de salir adelante, y el estar solo y desarmado en este rollo. “Dios me dio la orden y la lírica”, declara, besándose los dedos.

El video, un hermoso blanco y negro rodado en Cuenca y el Cerro Santa Ana en Guayaquil, es un magnífico trabajo de Pablo Croce, quien —además de algunos de Chayanne— le hizo los de “Sigo siendo rico”, “Tu galán” y “Ta cañón”. En una ceremonia de la Academia, J Balvin le tomó del brazo y le agradeció diciendo que escuchar “Sueña” le salvó la vida.

¿Aborto?, ¡na-que-ver!

“Es la razón por la que sigo haciendo música”, dice. “Sueña” revienta el mundo hispano y, por niños, jóvenes y abuelos, es asumido como una banda sonora para sobrevivir en países como los nuestros. “Siento que vamos en una montaña rusa. ¡Y de las viejas!”, advierte.

Y se faja. En 2011 le grabó un tema a Rafael Correa, a quien alienta su liderazgo. Pero luego rompe, le arma manifestaciones. Se acercan del PSC, el Tribunal Contencioso Electoral no da paso a su candidatura. “Soy de los que apoyo. Pero si no haces lo correcto, te caigo ese rato. Nos lavan el cerebro de muchas formas. ¿Redes? Ese frente lo asumen los que me aman”.

Gerardo es un republicano activo. “Nada que ver con el aborto. Mi madre me tuvo a sus quince años, yo tuve a mi Nadia a los veinticuatro de mi mujer. Bien podríamos ni haber llegado”, subraya, enérgico. “¡Na-que-ver!”.

“Agua amarga”, con Funky, y “Eres bueno”, con Zurdo, son temas de alabanza y pertenencia a la palabra, grabados este año. “Cuando digan que no vales, sigue no más, no cambies tu rumbo, dale”… canta “Sueña”, grabado hace ya casi veintiocho años. “Todos los días recibo mensajes de cómo esta canción alienta la lucha, te fortalece ante los desafíos”.

El pastor rapero se entregó a la fe. Su decisión incluyó mudarse a Kentucky, donde organiza grupos de estudio de la Biblia. Empezó en el portal de su casa, hoy dispone de un edificio, donde es pastor ordenado por su iglesia evangélica House of Grace. Su pana Vico C, Juan Luis Guerra, entre otros, fueron por esas audiencias y recaudaciones estupendas. “Es mi ofrenda a Dios. No tomo un centavo de la iglesia”, precisa, enfático.

Reinvéntate… ¡pero con café!

Gerardo Mejia.
Rico Suave es la marca de su reciente emprendimiento de café, con su mánager, Fausto Zúñiga, y Wilson González, cafetero guayaquileño. El grano es un mix de cafetales arábica de altura de Pichincha, Manabí, El Oro, Loja y Zamora. En una foto de promoción junto a su esposa Kathy Eicher.

Rico suave es la marca de su reciente emprendimiento de café, con su mánager, Fausto Zúñiga, y Wilson González, cafetero guayaquileño; la planta está en Durán. El grano es un mix de cafetales arábica de altura de Pichincha, Manabí, El Oro, Loja y Zamora, y empieza a pegar: Amazon ya lo tiene y van por las perchas de Wallmart.

En redes sus videos cobraron inmediata simpatía. La imagen es de Larry Pancake, un policía vecino, amigo y seguidor de Gerardo en su iglesia. “Lanzamos el primer video y reventó. El gordo se queda”, se ríe el rapero.

Gerardo transmite la paz de un tipo realizado. Su casa queda en una zona netamente anglo. Ahí le brinca el guayaco. “Mi padre enseñó a mi esposa los secretos de nuestra comida criolla. ¡A las 9:00, mi nieta grita el desayuno y hay fiesta en la cocina! Soy experto en huevos revueltos, tocino y pocotón de salsa de tomate. Mi esposa se encarga de las menestras, secos de pollo, cebiches, camarones, pescados y sangos de todos los mariscos posibles”, ríe el consentido. Es que llega a casa y, de una, a espiar las ollas.

En su última visita al país, volvió al barrio Orellana. “Ya no están los de la vieja escuela, quedan mi tía, la abuela. Ahí empezó el “Pique y pase”, se come de maravilla ahí. El barrio, el cafecito pasado con pan, están en mi memoria”. Pero su último hijo, Gerardo, aún no pisa ese amado asfalto. “El pelado es gringo ya, ni modo. También es artista, está aprendiendo. En una gala de los Grammy, con Nicky Jam, Daddy Yankee, Bad Bunny, los muchachos, constató el respeto que se ganó su padre y supe que hice las cosas bien”.

El rapero debe dormir para su show en el Mal de amores, donde el anfitrión es Giovanny Rosero, Mr. Original Classics. El abrazo sincero, las bendiciones de corazón. En tarima el pastor sale por todas y hasta se manda un break dance. La joda a mil: las nenas, cada una con su galán o dos; todas contra todos y todas. Cierra con “Sueña” y el antro cae en modo flow: casi levitando la gente corea el tema, se abraza y hasta llora. Escapo del club antes de que, en medio del delirio del público, doña covid ingrese a la sala vip. Arranco mi máquina, también el parlante. “Manejando ahí voy manejando. Manejando ahí va manejando”.

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