
El humo es el protagonista de Sahumerio, la más reciente obra de Geovanny Verdezoto, que se exhibe en la galería quiteña N24.
Nacido en Santo Domingo de los Tsáchilas, Verdezoto se dio a conocer con fotografías panorámicas de la gente pobre que no migraba. Luego volvió con fuerza al dibujo, las acuarelas y estas tintas chinas consagradas al humo.
Humo de llanta quemada. Humo de bombas lacrimógenas. Humo de olla comunitaria. Humo de contaminación, de los autobuses circulando en la ciudad. Humo de mecheros petroleros. Humo de cigarrillo que espanta a los gases represivos. Humo que agobia, que paraliza, que repele y también que purifica. Humo de lavanda y palosanto. Humo que sale del asador. Humo negro y humo gris. Sahumerio.
La primera de esta serie de tintas tuvo que ver con la imagen de un manifestante herido en el paro nacional de octubre de 2019. Esos días de tensión provocaron en el artista un remezón que tenía que salir de alguna manera. Pero no fue sino hasta los primeros meses de 2020, cuando inició la pandemia de covid-19, que el artista volvió al pincel y a la tinta china para contarlo.

Su impotencia y tristeza, como la de muchos ecuatorianos, sería el impulso para hacer, con tinta y agua, el primero de varios cuadros que serían como una crónica de ese momento; luego del personaje que aparece tumbado en una calle, con el humo de la bomba lacrimógena saliendo por su boca y envolviendo el ambiente.
Luego vinieron más y más tintas. Poco a poco Verdezoto, sin proponérselo, hacía una crónica gráfica de esos días de humo gris. Una crónica-archivo, de lo que ha llamado “pequeño presente”. Un flautista en resistencia mientras las volutas de humo lo envuelven. Un manifestante poniendo el cuerpo, cubierto la boca para no ahogarse con la humareda y a punto de lanzar una piedra. La radiografía de un cráneo que se viralizó en las noticias de entonces. Y luego, animales muertos, asfixiados por la humareda. La ciudad y la trifulca empañadas por ese humo, esa neblina, esa oscuridad.
Las tintas se volvieron casi una escritura, una caligrafía que recuerda a la técnica de la caligrafía china, desde la cual Geovanny Verdezoto ha ido contando ese tiempo particular —el del paro nacional de octubre y de junio de 2022— desde los cuerpos que ponen el pecho a las bombas y también desde los objetos: una botella de cerveza convertida en bomba molotov, la olla comunitaria que tiene un humo más amable y oloroso que aquel de las lacrimógenas, el escudo nacional teñido de negro carbón, una llanta quemada, la ciudad y sus humaredas, y hasta el humo de los volcanes, del Sangay y del Cotopaxi.
Casi obsesivamente el artista ha creado decenas de obras con volutas de humo nacidas de la mezcla del aguatinta. Humo que mancha. Humo que asfixia. Humo que enceguece. Humo que envuelve a sus personajes. Humo que es vida y que es muerte. Humo del tubo de escape de un camión que transporta manifestantes. Humo que casi no deja ver a las mujeres que han salido a marchar. Nubes de humo que cubren el mapa de la ciudad, sus barrios, sus calles. Humo del que sale un cordero, aves de rapiña o un enorme paiche amazónico (porque la Amazonía ha marcado parte de su experiencia artística).

Es que esta técnica, de la tinta y del agua, se volvió casi una escritura para contar esta crónica humeante que poco a poco se fue transformando y los cuerpos del paro mutaron en animales y se hicieron presentes en los cuadros de Verdezoto.
Cuenta el artista que no ha podido parar desde entonces. Ha dibujado casi compulsivamente. Ahora el agua y la tinta van haciendo de las suyas, como si tuvieran vida propia, como si la mano, la brocha, los pinceles no pudieran detenerse y quisieran contar un infinito de humaredas y, dejando el humo a un lado, quieren también hablar de la vida cotidiana. Las manchas van dando forma a mariposas pero también a la ciudad, al Quito nocturno, al barrio, al perro que quiere escapar, a la montaña. Una manera de escritura que en algo recuerda a las tintas de Oswaldo Viteri…

No hay suficientes paredes para los cuadros que forman parte de Sahumerio. Veinte obras han sido enmarcadas para esta última serie, expuesta en la galería N24 y curada por Ana Rodríguez. Pero se le ha ocurrido al artista imprimir en papel de algodón (con la calidad de impresión de Felipe Fried), en pequeño formato, cuarenta obras más para exhibirlas sobre un rudimentario asador (para seguir con la metáfora del humo) que ha convertido en vitrina para su carpeta de dibujos.
Caras y colores de la selva
Y es que los últimos tres años han sido de esa escritura, del blanco y negro, de las tintas y el agua, de brochazos y manchas y explosiones y salpicaduras sobre papel también en Naturgëmalde, una serie de once obras cuyo título fue pensado en Humboldt y en su mirada a la naturaleza.
Sí. Verdezoto es un artista de series. Fotógrafo y pintor. Estudió Artes Visuales en la Universidad San Francisco de Quito. Y se define a sí mismo como un coleccionista. Pinta desde los quince años —“he tenido todo el apoyo de mis padres”— y ha explorado varias posibilidades del arte: escultura, fotografía, tinta china, técnica a la que volvió muchísimos años después de su primera exposición, que fue en la Asociación Humboldt, en 2006.
En una revisión de su portafolio hay series diversas: Retratos de quiteños (2018), un proyecto de estudio fotográfico itinerante; Sin embargo nadie vio nada, una serie de tintas en gran formato en las que escudriña en la ciudad, el barrio, el caos de cables que cruzan de una a otra vivienda, la ciudad trepando por la montaña; un par de series en color: acuarelas sobre papel inspiradas en el Yasuní (2019) y otra llamada Poética de la flora salvaje (2021).
La selva, la abundancia de vida, la naturaleza, el serpenteante río Tiputini, el estudio de un árbol, el retrato de un ceibo, orugas, hongos maderables, ranas, raíces de palmas caminadoras…
Trabajó algunas obras con fotografías personales y luego las tradujo al color, con la técnica de la acuarela. En su Poética de la flora salvaje son las flores las protagonistas. “Esta obra consiste en una expedición botánica por el Ecuador buscando el valor artístico de la flora silvestre”, dice el artista.
“Estas especies están sujetas al cosmos y a la magia desbordante de sus formas, orgánicas, infinitas, asombrosas y cambiantes. Estas transformaciones silenciosas se dan por el libre desplazamiento e hibridación de las especies que desconocen los pasaportes o las normas de control fronterizo”, añade.
“La libre dispersión de semillas sirve como metáfora de la diáspora de los pueblos inmigrantes que se desplazan en búsqueda de oportunidades por el planeta, dejando su huella, sus dialectos y costumbres”.
Que su arte se sustenta en el dibujo, afirma. Pero no deja de lado la importancia que ha tenido su trabajo como fotógrafo. Con Los que se quedan recorrió el país documentando la migración. El proyecto era de retratos costumbristas y de construcción de escenarios, y se exhibió en la Alianza Francesa (2007).
El libro sobre esta temática ganó un concurso en Italia y le permitió participar en bienales, llevar su obra al exterior y obtener más premios.

Pasión por la tinta
Con la escultura también ha tenido protagonismo en la Fiesta de la Luz (Quito, 2018), donde participó junto a los artistas Bernardo Jarrín y Carlos Hidalgo con la obra “Orquídeas salvajes”.
Las orquídeas, los platanillos, las flora selvática tienen un lugar principal en la obra de Verdezoto. “Cuando visité la selva básicamente empecé a traducirla en color. Me sirvió para expresar de inmediato lo que tenía ante mis ojos. Trabajé con fotografías personales pero luego la serie se desprende de lo fotográfico y entra ya la mirada personal de esos estallidos de tinta y agua.
Luego esa selva se fue transformando y mi trabajo tomó esa deriva potente de blancos, negros, grises, en la serie Naturgëmalde. Sahumerio es, digamos, como una tercera parte de lo que he venido haciendo. Las flores a color están ahí y hacía paralelamente, el cosmos y las plantas, las fronteras que se siguen reproduciendo por esporas gracias al viento”.
Verdezoto ha vivido en la selva y ha nacido en el contexto tropical de Santo Domingo. Ese paisaje es el que lo invita a pintar la forma de las flores, sus colores, sus partículas, sus hojas, sus esporas. Un acercamiento a la botánica, con su propia y particular mirada.

“Tengo una fascinación por el coleccionismo. Creo que ese amor por ir recolectando historias, cosas, colores ha sido clave en mi trabajo”, dice mientras se prepara para la exposición de su nueva serie, de su nueva colección.
Sobre la curadoría, Verdezoto considera importantísimo el acompañamiento curatorial que ha tenido en sus dos últimas muestras. Ana Rodríguez lo ha guiado y ayudado a separar la paja del trigo. Su sensibilidad y mirada externa han sido claves para saber “por dónde voy”, concluye este artista inquieto por otras técnicas y por otras herramientas para la creación.
“Pero algo tiene la tinta en mí que se vuelve algo propio, genuino; no tengo miedo de ella, ni siquiera miedo a que se riegue sobre el papel pues ya me ha pasado: la sola tinta me ha ayudado”.