Por Paulina Gordillo
Los kidults están en todas partes —si se asoma en el espejo puede que encuentre uno— y se reconocen a sí mismos, como importantes consumidores de videojuegos, libros, películas, series de dibujos animados y juguetes que en los ochenta fueron éxitos de ventas. A toda esto habría que añadir sus preferencias en cuanto a la moda juvenil y su cada vez mayor participación en las redes sociales; no parece casualidad entonces, que la edad media de los usuarios de Facebook sea de 40,5 años. Sus perfiles y muros en las redes recuerdan a los anuarios del colegio, donde las fotos de fiestas, el número de amigos o los estados con frases hechas sobre tópicos como el amor o la felicidad se definen como los contenidos que más los engancha.
Lo que en principio se presenta como una nueva jugada de publicistas y mercadotécnicos ha llamado la atención de sociólogos y psicólogos. Incertidumbre, desencantamiento, el crecimiento de los índices de expectativa de vida, la prolongación de los estudios, la cultura del hedonismo, la edad cada vez mayor para asumir responsabilidades familiares podrían estar entre las explicaciones para el sentir kidult.
El mito
La situación del adulto que se niega a crecer no es nueva. Los antiguos latinos representaron la eterna juventud en la figura del Puer aeterneus, el dios niño nacido en la noche. Yaco, Dioniso y Eros fueron las divinidades que pusieron cara a la figura del joven perpetuo.
El psicólogo suizo Carl Jung se valió de este mito para establecer un arquetipo de hombre que se niega a madurar. En el libro El problema del puer aeternus (Editorial Kairós, 2006), la psicóloga Marie-Louis Von Franz explica que este tipo de persona “mantiene demasiado tiempo una conducta adolescente. Es decir, que todas aquellas características que resultan normales en un joven de 17 o 18 años se prolongan en su vida posterior”.
En todo lo que el puer aeternus lleva a cabo —un trabajo, una relación amorosa, una afición particular—, anida la actitud de que aquello aún no es la vida real. Vive en la fantasía de que después —un ‘después’ impreciso, que no llega ni cuando han cumplido los 30 o 40 años— vendrá el futuro de verdad: una familia, una vocación realizada, una responsabilidad o una estabilidad definitiva. El problema del puer aeternus, reconoce Von Franz, surge cuando este objetivo de llegar a tener una existencia estable se posterga por años o, incluso, décadas.
El psiquiatra Eric Berne fue quien, en la Canadá de los sesenta, se valió del nombre de Peter Pan, el personaje literario creado por James Matthew Barrie, para redefinir el concepto del puer aeternus.
Berne evocaba, de ese modo, al niño que todo adulto conserva en su interior y que le impulsa a satisfacer únicamente sus propias necesidades. Dos décadas después, el doctor norteamericano Dan Kiley se apoyaría en esta noción para definir el síndrome de Peter Pan y divulgarlo a través del best seller titulado The Peter Pan Syndrome: men who have never grown up (Editorial Desclee de Brouwer, 1983). El él analizaba la conducta de miles de adultos que se negaban a madurar y asumir responsabilidades, de la misma forma en la que el héroe del País de Nunca Jamás se resistía a abandonar la niñez.
¿Qué esperan los kidults para vivir la vida de verdad?
La revista Time se hacía esta pregunta en un reportaje publicado en 2005, que titulaban “Grow up? No so Fast” (“¿Crecer? No tan rápido”). El artículo responde a esa y otras interrogantes, como la de quiénes son esos Peter Pans de 20, 30 o 40 y tantos años y por qué se rehúsan a crecer.
“Todos los conocemos. Mujeres y hombres que aún viven con sus padres, que visten, hablan y se divierten como cuando eran adolescentes, yendo de trabajo en trabajo, de cita en cita, pero sin tener ningún objetivo concreto. Hace diez años, los llamábamos Generación X o slackers —en español, se traduciría como perezoso o vago—, pero de allí no pasaban. No obstante, esto no es una moda pasajera o un ‘hipo’ generacional. Es un fenómeno mucho más extendido, de diferente clase y orden”.
El crecimiento de la esperanza de vida es un factor determinante en el surgimiento de comportamientos adolescentes en la edad adulta. En el Ecuador la expectativa de vida promedio es de 75,5 años, de acuerdo con los últimos datos del Banco Mundial, un punto y medio por ciento superior a la media latinoamericana que es de 74. En Europa ronda los 80 años y en Estados Unidos, los 78. Estos indicadores, junto con otros como el informe de la Organización Mundial de la Salud en el que se retrasa el comienzo de la edad adulta a los 25 años, influyen en la situación de los adultescentes,puesto a que estos perciben la vejez como una etapa cada vez más lejana y la subestiman, llegando a reverenciar todo lo que recuerde y ayude a prolongar la juventud.
Pese al desconcierto que la generación kidult suele provocar, varios sociólogos, psicólogos y demógrafos miran a este estilo de vida como algo positivo. No es que no les importe el futuro, reconocen, sino que son el fruto de décadas de la influencia de la cultura occidental y la liberación social. El psicólogo Jeffrey Arnett, quien, por cierto, acuñó por primera vez en 2002 el término kidult, es uno de ellos. Este especialista norteamericano defiende la idea de que los adultos jóvenes tienen la ‘maravillosa’ libertad que no tuvieron sus padres para conseguir lo que han soñado y hacer de sí mismos lo que siempre han querido ser. Los adultos de ‘verdad’, en cambio, tienen primero que cumplir con su ‘aburrido’ deber: casarse, comprar una vivienda, tener descendencia y trabajar duro hasta la jubilación, época en la que finalmente podrán disfrutar de la vida.
Otros defensores del sentir adultescente son los autores de Not Quit Adults (Random House Publishing Group, 2010), Richard Settersen y Barbara E. Ray. El libro expone los resultados de las entrevistas realizadas a más de 800 adultos que no habían salido del nido familiar e intenta demostrar que no se trata de una especie de ‘parásitos’ que vive a costa de sus progenitores, como se ha llegado a decir, y que la dilación para tomar las riendas de sus vidas es positiva, puesto que, cuando se decidan a dar el paso, lo harán con mayor seguridad.
En discrepancia con Arnet, Settersen y Ray, aparecen analistas como Frank Furedi, sociólogo de la Universidad de Kent en Reino Unido, o el profesor de la Universidad Gakugei de Tokio, Mashahiro Yamada, que ven el asunto con preocupación. Furedi declaraba en una entrevista al diario The Guardian que “la nostalgia por la infancia puede parecer inocente, pero es un síntoma de profunda inseguridad sobre el futuro”. Yamada es más drástico: acusa a los adultescentes japoneses de ser los culpables de los bajísimos índices de natalidad de su país.
En el diario español El País también escuchamos ecos del fenómeno. Su artículo “La generación peter pan está hipotecada” coincide con el reportaje de Time, al afirmar que los kidults gastan más de lo que ganan y viven desencantados y muy endeudados. Esto, por supuesto, si es que tienen un empleo estable. El sociólogo español Enrique Gil señala que los adultescentes arrastran el peso del boom demográfico del pasado: han sido demasiados en las aulas del colegio y la universidad, y ahora son demasiados buscando trabajo. La competencia entre tantos es brutal. Son la ‘masa’ de la que se habla tanto en los medios y, como masa, se han convertido en blanco fácil del marketing y la publicidad.
Nunca dejes de jugar
Este es el lema de los kidults. Existen páginas web y blogs que lo proclaman. Y es por esta filosofía que los adolescentes eternos forman parte de un nicho de mercado muy rentable. La estrategia, en este caso, está enfocada a “satisfacer las necesidades de los adultos que cuidan de su niño interior”. Hay quien ha acusado a esta maniobra publicitaria de ser la culpable de la infantilización de los adultos.
Hace diez años, la consultora Nielsen Meida Research publicó los datos de un estudio en el que, para sorpresa de muchos, Cartoon Network tenía una audiencia adulta mayor que CNN. A partir de ese informe, en varias cadenas de televisión infantiles comenzaron a emitirse programaciones especiales para adultos con series animadas que tuvieron gran popularidad 20 años atrás.
Algo parecido ha sucedido con los videojuegos. La edad promedio de un gamer —jerga para designar a este tipo de jugador— ha pasado de los 18 años en la década de los noventa, a la de 32 años en 2010, según los datos que arroja un estudio publicado por la Entertainment Software Association, realizado sobre 18 mil individuos. La consola que más triunfa entre los adultos es la PlayStation 2 y el trono de los videojuegos lo ocupa el entrañable Mario Bros.
Si los juegos tecnológicos enganchan a los kidult, los juguetes clásicos son una de sus debilidades. El boom en Internet de la venta de juguetes retro es otro de los claros indicios de su nostalgia. La llamada del niño interior suele ser tan poderosa que losadultescentes no ponen reparos a la hora de pagar ingentes sumas de dinero a cambio de ciertos juguetes que para ellos poseen un gran valor sentimental. Triunfan las figurillas de personajes de Marvel Comics o DC Comics, como Spiderman, Batman, Hulk, Superman o la Mujer Maravilla.
Para hacerse una idea de lo que pueden llegar a valer estos ‘tesoros’, Sideshow Collectibles, una de las más importantes jugueterías retro de Internet, lanzó al mercado el pasado diciembre dos ediciones de figuras de El Jocker —o Guasón—, uno de los villanos más famosos de la serie Batman, por el respetable precio de 190 dólares. Hot Toys es otra de las empresas líderes en comercializar clásicos coleccionables a nivel mundial.
Los circuitos de automóviles eléctricos a escala, que fabrica Scalextric desde 1953, son otros de los productos de gran demanda en el mercado kidult. Los fanáticos del Scalextric se cuentan por cientos de miles en todo el planeta, y se han organizado a través de clubes virtuales en blogs, foros y redes sociales.
Otra marca de juguetes idolatrada por los kidult es Playmobil y sus inolvidables muñequitos que miden tan solo siete centímetros y medio. LEGO también presume de miles de fans adultescentes que, incluso, tienen su propio nombre: son los Adultos Fanáticos de Lego (AFOL por las siglas en inglés de Adult Fan of Lego) y su pasión por el juego de los ladrillos de plástico es tal que en 2005, cuando el gigante danés estuvo al borde la quiebra, se convocaron unos a otros a través de diversos canales virtuales para unir fuerzas y salvar a la empresa.
Star Wars ha recibido desde su estreno en el cine, en 1977, todo tipo de homenajes por parte de sus primeros fanáticos. La saga cinematográfica ha dado tanto de sí, que a partir de su aparición en las salas de cine se han fabricado centenares de juguetes y suvenires dedicados en exclusiva al mercado de los eternos adolescentes. No contentos con esto, en 2012 se anunció la producción de una versión de la película dirigida, a través de Internet, por los propios aficionados y suscrita por el mismísimo George Lucas. Entre otros juguetes que repiten edición a causa de la demanda kidultestán los Pitufos, El Pequeño Pony, las Frutillitas, Hello Kitty, los Transformers o Dragon Ball Z.
Más de lo mismo con los libros y las películas. Las sagas de Harry Potter oCrepúsculo, tanto en papel como en celuloide, y que en un principio fueron concebidas para entretener a un público púber, se jactan de tener entre sus filas de admiradores a un nutrido porcentaje de adultos. Solo de los libros del niño mago se vendieron unos 250 millones de ejemplares, una cifra imposible de conseguir si las ventas se hubiesen dirigido únicamente al mercado infantil. Este tipo de libros ya tiene su propio nombre en la jerga editorial: los conocen como crossover books, una especie de publicaciones transgeneracionales que entretienen de igual a igual a niños y a grandes.
Los kidults también hacen de las suyas en las redes. La firma sueca Royal Pingdom publicó hace unas semanas sus estadísticas sobre el uso de Internet y entre las cifras que más llamaban la atención estaban las referentes a la edad promedio de los usuarios de Facebook: 40,5 años que, comparada con las publicadas en 2008, ha crecido nueve años.
Curiosamente, en Twitter el fenómeno es inverso. La edad promedio, que es de 37 años, se reduce cada cierto tiempo —había empezado en 39 años—. Los adolescentes representan un llamativo 73% del target de esta red. La razón podría deberse al abandono de sus cuentas en Facebook, pues dicen sentirse acosados por la presencia de sus padres, tíos, profesores o, inclusive, abuelos, que cada vez con mayor frecuencia los agregan como amigos o los etiquetan en sus fotos.
La rebelión de los kidults
“La publicidad nos hace desear coches y ropas, tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual, nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seriamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos y poco a poco lo entendemos, lo que hace que estemos muy cabreados”.
A quien tuvo la oportunidad de ver la película El club de la pelea (1999) de David Fincher, puede que le suenen estas palabras. El discurso lo pronunciaba Tyler Durden —personaje interpretado por Brad Pitt— como preámbulo a la escena del entrenamiento que recibirían los luchadores del peculiar club. Pero Tyler podría estar perfectamente hablando del y para el club de los kidult.
Los adultescentes crecieron amamantados por la televisión y el cine de Hollywood, y se hicieron mayores con la convicción de que aquello que veían —en resumidas cuentas: un príncipe, una princesa, fama, dinero fácil, un final feliz— sería lo que les esperaría.
Su comportamiento infantil puede que sea su rebelión y la incertidumbre sobre su propio futuro, la respuesta que han decidido dar al ideal que les vendieron de pequeños, sobre una vida ficticia que jamás alcanzarían. O puede que no. Puede que los kidults pretendan simplemente romper con los rígidos moldes que les han heredado sus padres, para asegurarse una vida verdaderamente libre y plena.
***RECUADRO***
Kidults en el mundo
Twixters. Una generación de jóvenes norteamericanos y australianos atrapados entre la infancia y la edad adulta.
Kippers. Siglas de Kids in Parents’ Pockets Eroding Retirement Savings o ‘hijos en los bolsillos de los padres erosionando los ahorros para su jubilación’.
NEET. Not engaged in Education, Employment or Training (jóvenes sin estudios, empleo ni formación). Vocablo usado en Reino Unido y de uso extendido en los países occidentalizados de Asia.
Boomerang kids. Término adoptado en Canadá para designar a los que han vuelto a casa de sus padres, después de haberse independizado por un tiempo.
Nesthocker. Son los kidults alemanes. Su traducción literal sería: ‘ocupadores del nido’.
Mammones. Los ‘hijitos de mamá’ franceses.
Tanguy. Otra expresión francesa. Fue tomado del título de una película que reflejaba con gran fidelidad la situación de los jóvenes que rehúsan la adultez.
Bamboccioni. Palabra acuñada por el exministro italiano Tomasso Padoa-Shioppa, en un discurso en el que animaba a los jóvenes adultos a emanciparse de sus padres.
Parasaito shinguru. O parásito solitario. El nombre fue popularizado en 1999 por Masahiro Yamada, en su libro La era de los parásitos solteros. En este país también conocen a los kidults como freeters.