Por Mónica Varea
Lo mío con Santi fue amor a primera vista, a él sí le tomó un par de años. Apenas lo vi morí de amor, todo en él era perfecto, excepto su ropa,¡qué feo se vestía! Mi primera misión con él fue convencerle de que el poliéster no era buena opción, que existían fibras ancestrales como el algodón y la lana, que los colores y las formas clásicas le quedaban bien. Luego de un corto “fashion emergency” lo logré, pero me ha costado carísimo porque la que le compra la ropa soy yo.
En un viaje a Miami encontré para él unos zapatos preciosos e impagables, tan finos eran que tenían nombre y apellido, no recuerdo si eran, Charles Wash & Wear, o Tom Whatever, pero no cabía duda de que venían de una vaca con pedigrí. En un impulso bobo le compré los zapatos. Lo cierto es que eran tan lindos que Santi decidió que fueran sus zapatos de “de repente”, ¡no se ponía nunca!
Fuimos a Argentina y yo, a la brava, le hice llevar los zapatos. Un día un querido amigo nos invitó a cenar en un sitio bellísimo que simulaba una hacienda. Las paredes estaban empapeladas con enormes fotografías de la pampa, donde pacían las vacas que impávidas nos miraban comer su carne, el piso era de un rústico cemento y cada mesa estaba rodeada de maderas, como dentro de un corral, realmente muy original.
Varios vinos después Santi fue al baño, cuando volvió me fijé que debajo de sus pies había una tierra negra, entonces me imaginé que el baño tenía el piso de tierra. Siguieron los vinos y llegó mi turno de ir al baño, cuál fue mi sorpresa que el baño era normal y corriente, con piso y paredes de cerámica, eché un vistazo al de hombres y era idéntico. Al volver a la mesa vi que la cantidad de tierra debajo de los pies de mi marido había aumentado. ¿De dónde te cae tie…?, le iba a preguntar pero me clavó los ojos de ¡cállate Moca! y yo me callé, no bebí ni un trago más, al parecer empecé a hablar pendejadas.
Al llegar al hotel él caminó delante de mí y vi que la suela de sus zapatos era azul, bebí de más pensé, pero cuando se sacó los zapatos y me los enseñó confirmé que yo no desvariaba y que Santi llegó caminando sobre sus medias azules porque la suela de los finísimos zapatos ¡se pulverizó! Lo culpé por haberlos guardado tanto tiempo, él me culpó por la mala calidad, la bronca continuó cuando yo puse los zapatos sin planta en la basura y él los metió en la maleta y los trajo de vuelta.
Finalmente, talabartería Andresito volvió a la vida los finísimos zapatos, que no recuerdo si eran Charles Wash & Wear o Tom Whatever, pero que luego de este evento pasaron a ser los de diario.