EDICIÓN 486
Lleva 35 años volviendo a la vida cada noviembre. Sus entrañas laberínticas, llenas de letras, ideas y voces se ponen en completo movimiento tras doce meses de hibernación, cuando las puertas de Expo Guadalajara se abren para que ríos de personas las atraviesen. El 26 de noviembre de 2022 el ritual se repetirá: puntual, sagrada —para las decenas de miles que tienen a la lectura por único dios—, enorme y renovada, ese monstruo que es la Feria Internacional del Libro de Guadalajara dará inicio por trigésimo sexta ocasión a los nueve días donde el mundo está hecho de libros.
Monstruo amigable, pero monstruo al fin, Marisol Schulz, su directora general desde 2013, sabe que para lidiar con la FIL de Guadalajara hay que tener igual capacidad de organización que de resistencia; además de conocimiento literario y diplomático, simpatía, y las antenas bien afinadas para captar el espíritu de los tiempos y las novedades editoriales.
Casi nada. Los nueve días de glamur y fiesta literaria —que son los que dura la feria— son precedidos y sucedidos, invariablemente, por incontables horas de trabajo logístico y administrativo. Dirigir una de las ferias del libro más grandes e importantes del mundo (antes de la pandemia convocaba a más de 800 000 asistentes) es un reto tan enorme como satisfactorio, en palabras de Schulz una mañana soleada del verano pasado en el recinto de la Feria del Libro de Los Ángeles, LéaLA, que también dirige. Ambas, la FIL de Guadalajara y LéaLA, son iniciativas de la Universidad de Guadalajara, México.
¿Qué es una feria del libro, para qué sirve en realidad? La pregunta puede parecer obvia, pero no lo es. Porque una feria no son los estantes llenos de libros y los lectores y escritores que acuden a ella. O no solamente. La experta del sector editorial Verónica Mosquera intenta una respuesta resumida: “Es el lugar de encuentro de todos los actores del mundo del libro: escritores, editores, traductores, agentes literarios, lectores, librerías, promotores de lectura, catedráticos.
Y lo más importante es el espacio que se le da a la diversidad de géneros, generaciones e intereses. Tiene varias funciones importantísimas, como la de promover un intercambio de ideas, de pensamiento, entre escritores y lectores de forma directa; la de mostrar la calidad y variedad de la producción literaria de ficción y no ficción de diferentes editoriales; la de presentar a autores consumados y nóveles de gran nivel para fomentar un diálogo entre ellos; la de envolver a los habitantes de una ciudad y un país en la fascinación que pueden producir los libros. Una buena feria del libro constituye la mejor manera de fomentar la lectura”.
Aunque está pendiente una encuesta que corrobore esta hipótesis de que una feria del libro bien hecha fomenta la lectura, lo que sí se sabe es que en Guadalajara hay proporcionalmente una mayor venta de libros, en comparación con el resto de México. Schulz dice que la encuesta se realizará pronto y con mucha más razón después de que Guadalajara ha ostentado la capitalidad mundial del libro entre abril de 2022 y abril de 2023.

La FIL de Guadalajara es la directa responsable de que la capital de Jalisco haya sido escogida para recibir este año el reconocimiento que la Unesco entrega desde 2001. Esta feria es considerada la segunda en importancia en el planeta y se distingue de la de Frankfurt —que es la primera— en la participación activa y festiva de los lectores. Sin duda, eso incidió en que en 2020 la FIL de Guadalajara haya recibido el Premio Princesa de Asturias en Comunicación y Humanidades.
Si bien este año se cumplen 35 años de su existencia —nació en 1987—, en 2021 se realizó una gran conmemoración con ocasión de su edición número 35. Una de sus formas de celebrarlo fue editar el libro Cien voces de Iberoamérica, una publicación de gran formato, bellamente editada, que incluye retratos y testimonios sobre su oficio de un puñado de escritores representativos del espíritu abarcador de la FIL. Por el Ecuador está María Fernanda Ampuero, quien ha estado en varias ocasiones como invitada a esta cita que es el encuentro editorial más importante del mundo en idioma español.
El Ecuador en la FIL
En años recientes es cada vez más frecuente que haya varios nombres de escritores ecuatorianos en el cartel. No siempre fue así. Hubo alguna ocasión en que Javier Vásconez fue en calidad de llanero solitario y la presencia de un ecuatoriano se saludaba como novedad. Los que casi nunca han faltado a la FIL de Guadalajara son los grandes comercializadores de libros, como cuenta Mosquera: en el Ecuador, “no se vive a la expectativa de la FIL de Guadalajara, no se cuadran las agendas de editores ni de la mayoría de autores, según las fechas de ese gran encuentro del mundo editorial.
Sin embargo, los representantes de las grandes cadenas libreras del país casi todos los años viajan a México para participar en ella. Hasta el momento, la relación editorial ha sido escasa, pero la comercial, bastante activa, aunque solo haya involucrado a las grandes librerías”.
Leonardo Valencia es uno de los escritores ecuatorianos que también ha estado invitado en más de una ocasión. Le es imposible medir la repercusión de su paso por la FIL de Guadalajara en cuanto a resultados concretos, pero tiene muy claros algunos beneficios: “Como escritor, este tipo de viajes permiten despejar la mente del trabajo propio y de uno mismo, para escuchar a los demás. Pero quien verdaderamente gana es el lector que va a la FIL porque puede contar con autores de muchos países en un solo lugar. Muchas veces cuando voy a ferias internacionales, lo que hago es convertirme en un lector más que se llena de libros y escucha conferencias y diálogos enriquecedores”.
Para la edición número 36 por el Ecuador estarán, de acuerdo a la FIL, Carlos Arcos Cabrera, Omar Monroy, Gabriela Pólit Dueñas y María Clara Sharupi Jua. La lista de escritores ecuatorianos que han pasado por Guadalajara se ha engrosado en los últimos quince años, con algunos de ellos participando en espacios de gran visibilidad, como el caso de Luis Alberto Bravo, Miguel Antonio Chávez y Eduardo Varas que fueron como parte del proyecto Los veinticinco secretos mejor guardados de América Latina, en 2011. Entre muchos otros también han ido Gabriela Alemán, Marcela Ribadeneira, Óscar Vela, María Fernanda Heredia, Mónica Ojeda, María Fernanda Ampuero y Solange Rodríguez…
Las redes y contactos a nivel personal de los escritores, sin duda, han ido creciendo, producto de este tipo de encuentros. Lo que no termina de despegar es la industria editorial ecuatoriana, y mientras eso no pase el Ecuador seguirá siendo —como país— un actor menor en la FIL de Guadalajara y en cualquier otra. En esta observación coinciden Vásconez y Mosquera: no se trata de que vayan escritores invitados aisladamente por sus editoriales extranjeras o como parte de la delegación gubernamental (cuando los Gobiernos han hecho el intento de estar en la feria), sino de que haya una maquinaria con todos los engranajes aceitados y funcionando.
FERIA | Asistentes 2021 | Asistentes 2022 | Días de duración | Edición Número | Mes de realización |
---|---|---|---|---|---|
FIL Guadalajar | 250 000 | Se esperan 600 000 | 9 | 36 | noviembre-diciembre |
FIL Buenos Aires | 1 180 000 | 1 324 500 | 21 | 47 | abril-mayo |
FIL Bogotá | 1 800 000 (asistentes virtuales) | 517 000 | 14 | 34 | abril-mayo |
Feria de Madrid* | 300 000 | 3 000 000 | 17 | 81 | mayo-junio |
A la relación entre el Ecuador y la FIL de Guadalajara, Mosquera la describe “como lejana, en parte porque podemos hablar de una ‘industria del libro ecuatoriana’ desde hace poco y gracias a la multiplicación de apuestas editoriales independientes, desvinculadas de las grandes multinacionales y de las texteras. Pero aún no se da ese diálogo internacional fuera del espacio virtual”.
Del ámbito latinoamericano e incluso iberoamericano, en cambio, hay decenas de autores que no se han perdido nunca una FIL de Guadalajara. Es el caso del mexicano Benito Taibo, quien es ya es una especie de padrino honorario de la feria guadalajareña. Es lo mismo que pasa con Schulz, quien habiendo sido editora toda su vida, jamás faltó antes de estar involucrada directamente con la feria. Y la vez que la revista en la que trabajaba decidió no enviarla, ella tomó vacaciones para no perderse la FIL. “Tengo ese orgullo en la vida”, dice con el rostro iluminado.
Ahora el reto para Schulz y cualquier otra persona que dirija una feria internacional del libro es: “Entender y hacer entender que los diferentes formatos (libros impresos o digital) son lectura —dice—. Aprender a discernir lo bueno de lo malo, porque hay tanta información que genera mucha desinformación. Y poner a los libros al alcance de la gente y volver a los autores seres humanos con los que pueden dialogar”. No solo durante los nueve días de feria, sino trabajar durante los restantes 356 días restantes del año para que eso pase. Todo mientras ese monstruo amigable llamado FIL hiberna, esperando volver a la vida. Es decir, a las letras.