Feminismo y reguetón: “Si no puedo perrear no es mi revolución”

Patricia es feminista y escucha reguetón. Algo que muchas personas consideran contradictorio. Pero para ella y un grupo de jóvenes puertorriqueñas el feminismo también perrea.

Paricia Velásquez - reguetón
Paricia Velásquez.

Todo comenzó con un tuit.

El 7 de febrero del año pasado, la puertorriqueña Natalia Merced publicó en su cuenta de Twitter: “Yo lo único que les voy a decir es que hay personas, específicamente MUJERES, en Puerto Rico, en tu cabrón patio, haciendo el trabajo de salvaguardar la memoria e historia del reguetón. Apóyenos. Donen dinero, cedés, películas, revistas. Entrevístenos”. Estaba hablando de Hasta ‘Bajo Project, el proyecto al que pertenece. Una iniciativa para crear un archivo histórico del reguetón en Puerto Rico.

Dos palabras de ese tuit llamaron mi atención: mujeres y reguetón. No es novedad que el reguetón haya sido considerado un género musical misógino, sexista y vulgar, por el contenido de sus letras y la hipersexualización de las mujeres en sus videos. Por lo tanto, una música que las mujeres no deberían estar cantando y mucho menos perreando hasta el amanecer. Y eso era justamente lo que me intrigaba: un grupo de mujeres dedicado a salvaguardar la historia un género musical que, se supone, las denigra. Quería saber más.

Hablé con mis editores en radio Ambulante, un pódcast que cuenta historias de América Latina, y les propuse producir un episodio sobre el proyecto. Aceptaron mi propuesta y pacté una entrevista con Patricia Velázquez, fundadora y codirectora de Hasta ‘Bajo Project. Y al hablar con ella se abrió toda una conversación sobre cómo las mujeres se relacionan con el reguetón. En especial porque todo su proyecto nació de un cuestionamiento que le hicieron a ella en la universidad: ¿cómo puedes ser feminista y escuchar reguetón? Dos caminos que no tienen por qué ser irreconocibles.

La música de los caseríos

Lo primero que hay que entender es que, desde su nacimiento en Puerto Rico en los años ochenta, el reguetón ha sido cuestionado por sectores conservadores y moralistas. Nació primero con el nombre de underground y era una expresión cultural del malestar social. Los jóvenes rapeaban o cantaban canciones crudas, confrontacionales, bulliciosas y, muchas veces, violentas que hablaban de lo que pasaba en las calles… Pero, sobre todo, hacían referencia a las condiciones sociales del país: tasas de desempleo de hasta 59 % en algunas zonas, escuelas en malas condiciones, corrupción gubernamental y violencia vinculada al narcotráfico.

Esta música que comenzó a salir de los caseríos se popularizó rápidamente entre la juventud puertorriqueña. Para los noventa, varios DJ comenzaron a grabar sesiones enteras con los artistas, quemaban cedés y los distribuían en clubes, en lugares de trabajo, escuelas y en sus barrios. Esas copias, a su vez, eran pirateadas y distribuidas por toda la isla. No es gratuito que muchos consideren a DJ como DJ Playero y DJ Negro como los padres del género musical.

Aunque era música que se escuchaba cada vez más, estaba lejos de ser aceptada por todo el mundo. La clase media y una élite puertorriqueña la rechazaba por ser bailada por ciertas clases sociales y comunidades raciales. La consideraban inmoral, artísticamente deficiente y misógina. En especial por el contenido de sus videos donde salían mujeres perreando con tanga, restregándose en los cantantes.

Como suele suceder cuando algo es criticado y censurado, el reguetón fue ganando cada vez más popularidad entre la gente. En especial en los jóvenes que lo bailaban todo el tiempo en las fiestas, en las escuelas y entre amigos. Como Patricia Velázquez, quien creció escuchando esta música desde que era una niña de siete años. Ella me dijo que no recuerda haberse escandalizado con las letras explícitas de las canciones en su adolescencia. En ese momento de su vida no tenía conciencia de la hipersexualización de las mujeres en el reguetón ni de la agresividad de la letra hacia ellas.

Reguetonera y feminista

El primer momento en que Patricia se detuvo a pensar en el contenido de la música fue cuando entró a estudiar en la universidad, en 2012. En esa época comenzó a acercarse más al feminismo, a hablar más sobre los estudios de género y a defender la libertad de las mujeres a la hora de decidir sobre su cuerpo y sexualidad. Así que algunas letras comenzaron a hacerle ruido porque le parecían de un machismo sin pudor. Pero, aun así, las cantaba.

Fue ahí cuando una compañera le cuestionó cómo podía llamarse feminista y escuchar reguetón. Patricia me dijo que se sintió molesta y comenzó a sufrir un poco de una crisis de identidad. Empezó a preguntarse: ¿esto me hace menos feminista? ¿Estoy escuchando reguetón porque no sé tanto de feminismo como pensaba? ¿No soy una verdadera feminista porque perreo?

No es una duda poco frecuente en algunas de las personas que se identifican como feministas… ¿Qué debe hacer?, ¿qué debe pensar una “buena” o “mala” feminista ante los ojos de los demás? Como si hubiera una respuesta clara. Una sola forma de ser feminista. Patricia no dejó ese cuestionamiento ahí. Como parte de un trabajo para la universidad, se puso a investigar más sobre la relación entre el reguetón y las mujeres. Encontró mucha información que le ayudó a reconciliarse consigo misma.

Entonces, con respecto a las letras del reguetón, Patricia me explicó que la violencia de su contenido no es más que un reflejo de la realidad de la isla. Si hay machismo, hipersexualización hacia los cuerpos de las mujeres y vocabulario soez hacia ellas en las canciones, es porque esa es la mirada puertorriqueña hacia las mujeres. Y esa violencia de género no solo se ve reflejada en la música, sino también en los programas de televisión, en la publicidad, en los periódicos, en las redes sociales. Ningún medio artístico es esencialmente machista, sino que, debido al contexto en el que se construye, tiene el potencial de ser machista. Pero, asimismo, la manera en que se consume le da la posibilidad de ser algo distinto.

Proyecto sobre el reguetón en Puerto Rico
Paricia Velásquez, Natalia Merced y Fabo Feliciano son algunas de las caras detrás de Hasta ‘Bajo Project. Este es un proyecto que busca salvaguardar y educar sobre el reguetón en la cultura puertorriqueña.

Patricia también leyó un argumento que le atrajo mucho y le hablaba directamente: que ese mandato sobre qué podía escuchar alguien que se considera feminista es paternalista. Así como existen roles de género hegemónicos con respecto a lo que una mujer debe ser, al decir que una feminista no puede ni debe escuchar reguetón es dictaminar qué les debe gustar, qué deben escuchar, qué les debe molestar, lo que deben ponerse o qué es aceptable disfrutar. Ese cuestionamiento es, una vez más, coartar la libertad de las mujeres de decidir.

A eso se le suma que en muchas de las canciones de reguetón las mujeres no son pasivas, sino sexualmente activas. Dicen lo que les gusta y los hombres les dan placer. Y para Patricia es, justamente, esto lo que hace que muchas personas critiquen al reguetón y a las personas que lo escuchan. Me dijo: “cuando nosotras decidimos lo que sentimos y queremos hacer es que viene el disgusto y la molestia”. Es decir, también hay un rechazo a que las mujeres expresen sus deseos sexuales de manera directa porque ese terreno, el del deseo, es de los hombres.

Por eso también dentro de la relación que Patricia tiene con el reguetón está el perreo y el significado que ella y otras mujeres le dan. Porque el acto de perrear, me dijo ella, es un espacio para romper con los prejuicios corporales que se adjudican a las mujeres. Es un espacio de conocimiento, de explorar el cuerpo y de que el deseo se manifieste libremente en el baile.

Es lo que cantantes como Ivy Queen, considerada la reina del reguetón, ha logrado comunicar con su música. Como la famosa canción “Yo quiero bailar”. Su letra abrió un espacio en las pistas de baile donde las mujeres pueden perrear sin tener que deberle nada a nadie. Un perreo donde son ellas quienes dirigen, deciden hasta dónde van a llegar y con quién. Un baile que se puede hacer sola o con las amigas. Y eso empodera.

Con todo esto, Patricia me habló también de las mujeres que salen en los videos de reguetón y la crítica más común: que son cosificadas e hipersexualizadas. Y llegó a la conclusión de que no tiene un problema con eso siempre y cuando sean ellas las que ponen los términos de su participación: que les paguen bien y que se sientan cómodas perreando frente a la cámara.

Podcast reguetón
En uno de sus episodios Radio Ambulante abordó el proyecto Hasta ‘Bajo Project a través del cual jóvenes de Puerto Rico buscaban hacer un archivo de la memoria del reguetón y exponer su importancia en la cultura.

Un feminismo que me lo permite

Después de hablar de todo esto, de entender estas lecturas que muchas colectivas feministas le han dado a la forma de consumir el reguetón en los últimos años, le pregunté a Patricia qué diría ahora si le hicieran la misma pregunta que desató todo: ¿cómo puedes ser feminista y gustarte el reguetón? Y me dijo que es posible porque su feminismo precisamente se lo permite. “Me permite decidir qué me gusta, qué escucho, qué bailo, qué no bailo y me da esa autoridad de mí, sobre mi cuerpo y mis decisiones”, añadió. Un feminismo que abre un espacio de reflexión para, justamente, tratar de entender nuestras contradicciones. Un lugar que no condena, sino libera. Que no castiga, sino que invita al diálogo.

“Y al final del día, la relación que yo tengo o que las mujeres quieran o puedan tener con el reguetón es bien de ellas”, me dijo. Y tiene toda la razón.

Hay muchas mujeres, personas del colectivo LGBTIQ+ y feministas que han encontrado en el reguetón una herramienta de liberación. Que, además, es un género que no ha dejado de lado sus raíces: la protesta social en todos los niveles. Y las mujeres han estado ahí, dándole un nuevo significado a las canciones, hablando de los temas urgentes que las atraviesan. Porque el reguetón se puede hacer feminista, si se hace el esfuerzo de consumirlo de maneras distintas.

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