¡FELIZ CUMPLE!

Por Mónica Varea

 feliz cumple

Los hijos a veces nos hacen la vida a cuadros, pero también hay ocasiones en las que nos la pintan de color. La mayoría de veces se apropian de nuestras cosas, usan nuestra ropa y nos matan de iras, pero no podemos dejar de reconocer que les queda mejor que a nosotros, que tienen mejor gusto y que siempre, ¡maldita sea mi estampa!, siempre tienen la razón. Es que definitivamente son más inteligentes, menos complicados y mejores personas que nosotros.

Pero, ¡qué rápido pasa el tiempo! Yo que me creía pollita y me topo de la noche a la mañana con que mi hija menor ya ha crecido, ya no ha sido mi bebé y en este mes cumplirá una pila de años. Recuerdo como si fuera ayer el día que María Paz nació. Yo tenía 26 años, mi marido 28 y su hermana Carito tres, llegó a cambiarnos la vida, o mejor dicho a enseñarnos a vivir, a cuestionarnos todo, a replantearnos todo, a hacernos crecer a todos.

Su humor negro no se hizo esperar, hasta los tres años no habló ni una sola palabra y a pesar de hacernos recorrer otorrinolaringólogos, audiólogos, expertos en fonética y terapeutas de lenguaje, se negó a hablar y hasta el momento en que comprendió que en el castellano se necesita sujeto, verbo y predicado. Así, su primera frase, haciendo referencia a un mono de peluche que se olvidó en un parque, fue: “el ‘mi’ mono se quedó allá sentado”. Una vez recuperado su juguete, se volvió a callar y a partir de ahí habla solo cuando tiene algo importante que decir y para meter la pata con cierta frecuencia. Y es que María Paz no sabe mentir. No sé quién le habrá criado pero es demasiado honesta para mi gusto.

Más o menos a los cuatro años se inventó un Dios, era un ser buenísimo que vivía detrás de las nubes, se llamaba Alakamush y estaba investido de magia y bondad, su única misión era hacer que los padres de los niños les regalaran perros. Hasta los seis años logramos mantenerla rodeada de cientos de perros de felpa, pero finalmente ella, haciendo uso de su magia Alakamush, nos hizo comprar a Benji, de ahí siguieron Benji Blanco, Mauricio, Eewok Sparky Kundera, Matías, Beethoven, Betty la Fea, Joey, Emily, María Conchita Alonso, entre otros.

Paz adora también a los caballos y a los gatos y a los ciempiés y a todo ser vivo. Su amor por los animales no tiene límite, pero los animales propiamente dichos, al parecer solo animales inteligentes, nobles y fieles, porque detesta la política y hasta ahora no se ha fijado en ningún idiota.

Ahora tiene un perro y medio. Magoo Cordovez y Jackie Onasis. El primero a tiempo completo y el otro únicamente cuando hace de “dog sitter” como ella se denomina. Desde muy chica le encantó pintar, dibujar, garabatear y lo hizo bien, pero cuándo le pedí que ilustrara un libro mío me contestó: “Qué pereza, me ha de tocar leer y vos eres taaaaan cursi”. Esa respuesta la obtuve siempre hasta el día en que escribí un cuento de a perro, con un perro como protagonista. Le brillaron los ojos, agarró mi cuento y lo hizo suyo.

Paz no concibe la vida sin perros, mientras yo me paso pagando para que un señor, que ha hecho una fortuna a mi costa, limpie las alfombras y bancas de la casa, ella opina que el olor a perro es el precio de la felicidad.

Sí, los hijos son terribles, esos pequeños vampiros se ponen nuestra ropa, nos sacan canas verdes, nos roban hasta la vida, pero nos la devuelven mejorada, pintada de color. Gracias a ellos aprendemos a vivir en este mundo raro, porque nos enseñan a pensar con su mente nueva, a ver la vida con humor y a tratar de ser mejores personas. Feliz cumple Paz.

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