

No es fácil ser Gil
«La fama de poeta maldito se la dieron los colegas, seguidores y enemigos, forjadores de un mito alimentado por la crudeza de su obra y la fatalidad que trazó su vida». Desde su último encierro en una clínica de rehabilitación, frente al mar de San Jacinto, Pedro Gil confiesa lo bello y lo terrible de vivir por y para la escritura.