Por Juan Fernando Andrade / @pescadoandrade
Chavela, el documental recién estrenado en Netflix, es lo que Truman Capote llamaría una plegaria atendida. No es perfecto, pero por ahora es suficiente y la dosis que recomiendan los laboratorios es verlo al menos tres veces seguidas. El único efecto secundario detectado hasta ahora es el fanatismo.

No recuerdo si empecé a beber porque mi esposa me dejó o si mi esposa me dejó porque empecé a beber. -Ben Sanderson-
Hoy voy así a la vida Antes iba a la muerte - Chavela Vargas -
Nada le importaba menos a él que la realidad porque, a su juicio, la realidad siempre estaba mal escrita. - Rodrigo Fresán -
Éste
Quiero que sepas que no te olvido.
Esas palabras no son mías. Son de ella. Porque sólo ella puede ser dueña de esas palabras.
Y de todas las demás.
Que morir en tus brazos es mi ilusión.
Más palabras de ella. Aunque la ilusión sea mía.
Creía que tenía listo y cronometrado y cerrado el playlist de mi muerte, o sea, la lista de canciones que me gustaría escuchar antes de despachar eso que, ya que estamos en México LQ (lindo y querido), Buñuel tituló Mi último suspiro. Pero no. Me faltaba Chavela.
La pregunta, la gran pregunta, es: cuál de sus canciones estará en mi playlist (que, sí, obvio, se llama The Last Waltz; tengo, incluso, asumido y redactado el epitafio de mi lápida: I’m Glad It’s Over)
Y otra pregunta, pero más sensata: ¿por qué sólo una? Capaz si me propongo escucharlas todas moriré como realmente quisiera morir: más viejo, más sabio, más tranqui.
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