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El maestro del relato corto

Se cumple el centenario del nacimiento de Augusto Monterroso, el escritor que llevó al límite la brevedad, la ironía y el humor. 

“Su obra narrativa y ensayística constituye todo un universo literario de extraordinaria riqueza ética y estética, del que cabría destacar un cervantino y melancólico sentido del humor”, así consta en el Premio Príncipe de Asturias de las Letras que recibió Augusto Monterroso en el año 2000.

Ese reconocimiento revela la talla literaria de un escritor que cultivó la brevedad del relato, la sutileza de la fábula y la profundidad del ensayo. Y con mayor contundencia volcó su talento en el cuento, un género que, dijo, “en sus breves dimensiones y su aparente humildad recoge la vida con penetración, verdad y belleza”. 

Monterroso nació el 21 de diciembre de 1921 en Tegucigalpa, Honduras (de madre hondureña y padre guatemalteco). Pasó su niñez y juventud en Guatemala y en 1944 viajó como exiliado político a México, donde transcurrió la mayor parte de su vida. 

Abandonó los estudios a temprana edad y encaró su formación de manera autodidacta. 

Con un estilo provocador y conciso, más que nada impregnado de una exquisita ironía, Monterroso, como dijo Carlos Monsiváis, fue “un escritor fundamental, formidablemente inteligente y misericordiosamente breve”. 

Le bastaron siete palabras para crear una joya de las letras hispanoamericanas, el brevísimo cuento “El dinosaurio” (“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”.). El investigador y crítico literario Lauro Zavala lo considera “uno de los textos más estudiados, citados, glosados y parodiados en la historia de la palabra escrita”. 

Entre las publicaciones más conocidas de Monterroso, ganador del Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo y del Premio Nacional de Literatura en Guatemala, figuran Obras completas (y otros cuentos), La oveja negra y demás fábulas, Movimiento perpetuo, La palabra mágica, Viaje al centro de la fábula, La vaca y pájaros de Hispanoamérica. Solo escribió una novela, Lo demás es silencio.

Monterroso murió en México, el 7 de febrero de 2003, debido un paro cardíaco. Palabras de su discurso al recibir el Premio Príncesa de Asturias dan fe de su modestia: solo aspiraba a ocupar “media página en el libro de lectura de una escuela primaria… el máximo de inmortalidad a que pueda aspirar un escritor”.

Un fondo invaluable

Monterroso fue un ávido lector que atesoró en su biblioteca personal unos catorce mil ejemplares. La mayor parte de ese fondo fue donado por su viuda, la escritora mexicana Bárbara Jacobs, a la Universidad de Oviedo en España.

En 2011 la universidad inauguró una sala dedicada al escritor guatemalteco con más de nueve mil libros, así como cuadros, revistas, periódicos, cartas, fotografías y material audiovisual. 

La colección consta de volúmenes sobre los clásicos griegos y latinos, literatura universal e hispanoamericana, poesía, aforismos y proverbios, artes plásticas, música y ciencias. Se destacan la primera edición de Ismos de Gómez de la Serna, la segunda de Trilce de César Vallejo, y la primera de Escenas de la vida bohemia de Henri Murger, así como las obras completas de Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Pablo Neruda.

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