Esas magníficas máquinas voladoras

El ‘Graf Zeppelin’ fue una máquina voladora en la Alemania nazi.
El ‘Graf Zeppelin’ fue el orgullo de la flota de dirigibles de la Alemania nazi. Fotografía: Wikipedia.org

La Primera Guerra Mundial había terminado, el Imperio Alemán había sido vencido, humillado y desintegrado, y la Gran Bretaña triunfante rescataba con orgullo su magnificencia y volvía a la grandiosidad de su visión del mundo. Empezaban los años veinte del siglo anterior y, con los cielos a disposición de los hombres tras la hazaña de los hermanos Wright, la aviación aparecía como el desafío más alto e inspirador para la ciencia y para la técnica. Y los británicos estaban listos para asumir el desafío.

(Unos años antes, Wilbur y Orville Wright habían logrado lo que la especie humana anheló desde los tiempos mitológicos en los que Ícaro se elevó con unas alas de plumas unidas con cera que el sol derritió: volar. En efecto, con un motor de combustión interna, madera de abeto y tela de muselina, los Wright construyeron un biplano que el 17 de diciembre de 1903, en Kitty Hawk, estado norteamericano de Carolina del Norte, se mantuvo despegado del suelo durante doce segundos, en los que recorrió treinta y seis metros: el primer vuelo de un artefacto más pesado que el aire.)

En la plenitud de su Imperio, los británicos incluso trazaron la ruta que sus máquinas voladoras recorrerían transportando pasajeros y mercancías: Londres – El Cairo – Bombay – Sídney – Vancouver – Nueva York – Londres. La vuelta al mundo. Para hacerlo, construirían una flota de grandes dirigibles que tendrían habitaciones con baño privado, salas, comedores y bares y que usarían hidrógeno o helio como combustible. Claro que la idea original de los dirigibles no era precisamente británica. Era, más bien, francesa. O alemana.

Ya a mediados del siglo XIX, en 1852, un dirigible diseñado en Francia había volado, con rumbo preciso, a una velocidad de ocho kilómetros por hora. Pero el avance mayor ocurrió en Alemania en 1900, cuando el conde Ferdinand von Zeppelin diseñó una estructura cilíndrica cubierta con tela de algodón, con una hilera de cámaras que contenían el hidrógeno que impulsaba dos motores manejados mediante un timón delantero y otro trasero. Para la tripulación y los pasajeros colocó, colgadas, dos góndolas de aluminio. Una máquina asombrosa, que les dio a los dirigibles la denominación que en lo sucesivo tendrían: zepelines.

Le podría interesar:

A pesar de sus anhelos grandiosos, a los británicos no les fue bien con sus zepelines y pronto abandonaron su proyecto. Y es que en 1930 su dirigible ‘R101’ tuvo un accidente en el que murieron cincuenta personas, a lo que se sumó en 1933 la desaparición en el mar del dirigible estadounidense ‘Akron’ que llevaba a bordo sesenta pasajeros. Pero los alemanes sí persistieron: la firma creada por Von Zeppelin (que murió en 1917, en plena Primera Guerra Mundial) siguió construyendo dirigibles, cada vez más grandes, rápidos, maniobrables, elegantes y cómodos. Y se adueñaron del cielo.

La obra magna de la técnica alemana fue el ‘Graf Zeppelin’, de 236,5 metros de longitud y 30,4 de diámetro, con cinco motores que le permitían volar a 128 kilómetros de hora y transportar sesenta toneladas de carga. La mayor maquina voladora de su tiempo. Su travesía inaugural la hizo en septiembre de 1928 y un año más tarde dio su primera vuelta al mundo. Llegó a hacer más de seiscientos viajes, en los que voló dos millones y medio de kilómetros. Se convirtió en una celebridad, cuyas fotografías volando sobre ciudades luminosas, mares turbulentos, desiertos agobiantes, selvas espesas y hielos eternos eran publicadas con admiración en diarios y revistas.

Sí, la aviación había llegado a ser el desafío más alto e inspirador para la ciencia y para la técnica. Alemania, a pesar de los ímpetus de los británicos y del poder en alza de los estadounidenses, estaba en la vanguardia. Y eso le daba prestigio mundial. La fama del ‘Graf Zeppelin’ era ya tan amplia y sus éxitos tan rotundos que en 1931 la empresa decidió construir otro dirigible “más grande, fuerte y seguro”. Una magnífica máquina voladora, la más poderosa y deslumbrante de todas, que sería llamada ‘Hindenburg’, en honor del presidente alemán. El mundo entero esperó con ansia su vuelo inaugural.

Contra todo augurio, el ‘Hindenburg’ tendría el 6 de mayo de 1937 un final en el aire tan dramático y desconcertante como el que el ‘Titanic’ había tenido en el mar el 15 de enero de 1912. Pero eso es el tema de otro relato, que será publicado el próximo mes.

Te podría interesar:

¿Te resultó interesante este contenido?
Comparte este artículo
WhatsApp
Facebook
Twitter
LinkedIn
Email

Más artículos de la edición actual