Por Rafael Lugo.
Ilustración: Tito Martínez.
Edición 455 – abril 2020.
Hace algunas semanas un periódico de Quito publicó un reportaje sobre un sacerdote que se dedica a los exorcismos. Más allá de lo pintoresco del asunto y de la evidente publicidad al mito católico (pues no hay mejor “prueba” de la existencia del famoso ángel caído que de pura maldad se dedica a poseer seres humanos para enojar a taita Dios que una buena película o historia sobre un exorcismo), me quedo con la estadística presentada por el mismo sacerdote en su entrevista:
Según él, “desde 2016 ha realizado más de cuatro mil intervenciones, de ese total quince fueron exorcismos, incluso con levitaciones”, según afirma. El resto corresponde a “casos derivados de situaciones psicosomáticas, obsesiones, paranoias” (“Quito tiene exorcista oficial”, diario Últimas Noticias, 18 de febrero de 2020).
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