Ernesto Sabato

En noviembre de 1984 Sabato entregó al entonces presidente Raúl Alfonsín el informe “Nunca Más”. Foto: Wikipedia.org

Apenas tres novelas lo catapultaron a la estela literaria de habla hispana y fue una de las voces en defensa de los derechos que retumbó en el escenario político argentino del siglo XX.

Hace más de un siglo, exactamente 110 años, nació uno de los autores fundamentales de la literatura latinoamericana: el argentino Ernesto Sabato. La ciencia, la literatura y la pintura fueron sus refugios y más explícitamente, según sus propias palabras, “las grandes ficciones que me pusieron al resguardo en mundos remotos y pasados”.

Nacido el 24 de junio de 1911, en la ciudad de Rojas, provincia de Buenos Aires, provenía de una familia de inmigrantes italianos, fue el décimo de once hijos.

Desde adolescente “no soportó las injusticias sociales” y fue militante comunista, una ideología que abandonó por desacuerdos con “el siniestro imperio estalinista”.

El gran crucigrama de la vida de Sabato pasa por su labor como científico (obtuvo un doctorado en Ciencias Físico-Matemáticas y trabajó como docente universitario) y la literatura, alentada por su estancia en París en 1938 (casado con Matilde Kusminsky y con un hijo), cuando alternó las investigaciones en el Laboratorio Curie con las noches “delirantes surrealistas”, junto a personajes como André Breton y Wifredo Lam.

A principios de los años cuarenta abandonó la ciencia por la literatura y fue duramente criticado por la comunidad científica argentina. Su testimonio da luces de que no fue una decisión fácil: “Mi espíritu, que se ha regido siempre por un movimiento pendular, de alternancia entre la luz y las tinieblas, entre el orden y el caos, de lo apolíneo a lo dionisiaco, en medio de ese carácter desdichado de mi espíritu, se encontraba ahora azorado entre la forma más extrema del racionalismo, que son las matemáticas, y la más dramática y violenta forma de la irracionalidad”.

De ese “tumulto interior” surgió el libro de ensayos Uno y el universo, de censura a la neutralidad de la ciencia que obtuvo el primer premio de prosa de la Municipalidad de Buenos Aires.

“Mi vida ha sido una búsqueda interminable entre la luz y las tinieblas”, diría Sabato, cuya obra de ficción se limita a tres títulos, pero suficientes para consagrarlo entre los escritores más importantes del siglo XX: El túnel, novela psicológica apreciada por Albert Camus; Sobre héroes y tumbas, un hito literario argentino con tintes surrealistas sobre el sinsentido y la soledad, y Abbadón el exterminador, elegido el mejor libro extranjero en Francia, en 1976.

“Sabato entendió que la novela podía ser esa especie de lugar donde todo confluye, donde todo tiene que confluir para que el mundo pueda ser entendido”, señaló el Nobel de Literatura José Saramago sobre la narrativa de su colega y amigo, de quien también valoró sus ensayos por “la lucidez, la claridad y una pertinencia verdaderamente impecables”.

Sabato reconoció en sus memorias que “a menudo, en la tarde quemaba lo que había escrito durante la mañana”. Ese fue el destino de las novelas El hombre de los pájaros (hojas manuscritas se preservan en la Biblioteca Nacional argentina) y La fuente muda, novela inconclusa de su etapa surrealista y de la que solo se publicaron algunos capítulos en la revista Sur, en 1947.

Ganador del Premio Cervantes en 1984, en la producción filosófica y autobiográfica de Sabato se destacan Hombres y engranajes (1951), El escritor y sus fantasmas (1963), Antes del fin (1998) y La resistencia (2000).

Ernesto Sabato (1911-2011). Foto: ® WIKIMEDIA COMMONS.

Sabato tuvo dos hijos: Jorge Federico, quien falleció en 1995 en un accidente, y Mario, un reconocido cineasta que en 2009 realizó el documental Ernesto Sabato, mi padre.

Vivió una larga vida y los últimos años se dedicó a la pintura, debido a deficiencias visuales que le impidieron continuar escribiendo. Expuso en París, en 1989, y en Madrid, en 1982; y fue jurado de artes plásticas en la Bienal de Venecia en 1986.

El escritor argentino, para quien la literatura no fue un pasatiempo, sino “una forma completa y profunda de examinar la condición humana”, falleció, poco antes de cumplir los cien años, el 30 de abril de 2011, en su casa de Santos Lugares, en las afueras de Buenos Aires.

Nunca más

La trayectoria de Sabato estaría inconclusa sin un capítulo no menos importante y que revalidó su compromiso político, al ser designado por el presidente Raúl Alfonsín al frente de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas.

Polémica aparte (por asistir en 1976 a un almuerzo por invitación del gobernante “de facto” Jorge Rafael Videla), su intervención fue determinante en esa inédita investigación que reveló las violaciones a los derechos humanos durante la dictadura argentina.

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