Entre Habermas y una cocina sucia

Por Anamaría Correa Crespo
Ilustración: María José Mesías
Edición 457-Junio 2020

Nunca el multitasking (palabra acuñada recientemente para referirse al arte de hacer diez cosas a la vez) se ha vuelto tan imprescindible como en la cuarentena. En serio, ¿cuándo antes habíamos tenido que ser profesionales impecables listas para generar el cambio, profesoras de colegio de nuestros hijos, albañiles, plomeros, chefs, psicólogas, jardineros, todo al mismo tiempo, y con la casa cayéndose a pedazos por la acumulación de desorden?

Mi cuarentena es surreal. Supongo que la de ustedes también, no pretendo aquí hacerme la especial, solo compartir un poco de mis penas con mis queridos lectores. Mis alumnos universitarios deben seguir recibiendo sus clases online, pero aquí viene el truco: ¿cómo diablos se enseña filosofía política —materia abstracta, densa y oscura—, cuando las tinieblas de la realidad misma amenazan con tragarnos de un sopetón a todos? ¿Cómo seguir enseñando cuando buena parte de la realidad conocida se transformó radicalmente de un día para otro y teorizar sobre el mundo pasado parece un ejercicio fútil, hasta frívolo?

El otro día, por ejemplo, trataba de decir algo coherente sobre el gigante filósofo alemán contemporáneo Jürgen Habermas en clase. En ese mismo momento, me llegaba el siguiente mensaje a mi teléfono: inscripción de defunción en línea mediante la agencia virtual. Accede a virtual.registrocivil.gob.ec, evita traslados innecesarios.

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