En minga.

Por Milagros Aguirre.

Fotos: www.caemba.com

Edición 436 – septiembre 2018.

En el mundo de las malas noticias las buenas brillan como perlas solitarias. Y son las que hacen que nos reconciliemos con la humanidad y que nos llenemos de esperanza.

Desde el terremoto de abril de 2016, se han levantado en la Costa casitas emergentes de bambú, llamadas Caemba, una historia nacida de la solidaridad de una familia y que ha contagiado con su espíritu colaborador a varias organizaciones nacionales e internacionales e incluso instituciones educativas que, en este año 2018, han decidido colaborar y hacer servicio social con muchos jóvenes que apoyan la iniciativa, conociendo el país y sus necesidades como parte de su aprendizaje escolar.

En julio de 2018 Caemba hizo veinte casas en Tonsupa en el tiempo récord de cinco días, para gente que ha pasado más de dos años viviendo en carpas. Logró primero el terreno y luego los servicios básicos que debía dar el municipio. Hoy, veinte familias más tienen un techo, un hogar, un sitio. Y todavía falta, el camino es largo.

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Destruir es, en realidad, fácil. Estamos acostumbrados a destruir y a ver la destrucción a nuestro alrededor. Vemos destruir desde la palabra o desde la acción, cuestionando mucho y, la mayoría de las veces, proponiendo poco. Olvidándonos de construir. Quienes hacen Caemba nos lo recuerdan a cada instante. Y nos recuerdan también que el país se ha hecho en minga, poniendo cada quien un poco de su trabajo.

“Minga” es quizá una de las más bellas palabras de nuestro diccionario mestizo. La minka, en kichwa, es la tradición precolombina de trabajo comunitario o colectivo voluntario con fines de utilidad social o de carácter recíproco. En minga se han hecho escuelas, colegios, hospitales, casas comunales, canales de riego, vías. La minga es siempre fiesta, comida, bebida, reciprocidad entre los participantes, quienes arriman el hombro con su trabajo en obras que son siempre de bien común. Caemba lleva más de dos años trabajando así, en minga, dando la mano a quienes lo necesitan, con resultados asombrosos a la vista. A esta tarea se ha sumado gente que ha construido casas en Esmeraldas y Manabí, y las siguen construyendo.

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Construir, ahí donde parece imponerse la destrucción, el descrédito, la animadversión hacia el otro, es una tarea titánica y también silenciosa, como la de las hormigas arrieras. Trabajar en red, sumar en lugar de dividir, buscar consensos, atraer ayudas, buscar padrinos y apadrinar. Lo que ha hecho Caemba es lo que hace la gente solidaria. Y saber que hay gente solidaria, a pesar de los pesares, es algo que devuelve la fe.
Construir requiere unidad, sentido colectivo, sensibilidad, cariño, constancia y fortaleza. Hacerlo en minga es recuperar el trabajo en equipo para salir adelante.

Caemba nos recuerda que existe la minga y que el país se ha hecho arrimando el hombro.

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