El White Album de Joan Didion

Por Tamara Izco.

Edición 466 – marzo 2021.

Supongo que fue a mediados de abril de este año, cuando todo comenzó a ser más incierto, que empezaron a repetirse en mi cabeza incesantemente unas frases que había leído años atrás y con las cua­les arrancaba la historia de una pérdida. La secuencia iba algo así: “La vida cambia rápido. La vida cambia en un instante. Te sientas a cenar y la vida que conocías se acaba”.

Estas palabras son las primeras de El año del pensamiento mágico (2005), la novela autobiográfica en la cual Joan Didion consiguió narrar con una inusita­da distancia las emociones que atravesó en los meses posteriores a la inesperada muerte de su marido. Aunque este libro le otorgó reconocimiento mundial a la autora californiana, sus obras anteriores ya la habían convertido en una de las es­critoras americanas más importantes de nuestros tiempos.

Joan Didion comenzó su carrera con apenas veinte años y, recién graduada de Berkeley, ganó un premio de la revista Vo­gue que consistía en un puesto de trabajo en la sede neoyorquina de la aclamada pu­blicación. No tardó mucho en convertirse en editora asociada y durante ese tiempo escribió su primera novela (Run, River), mientras continuaba publicando artícu­los. En 1964 se casó con otro escritor, John Gregory Dunne, junto a quien trabajaría a lo largo de su vida editando muchos guiones e incluso adaptando una de sus propias novelas (Play it as it Lays) para la pantalla grande.

El año del pensamiento mágico, 2006, es un libro en el que reflexiona sobre la muerte de su esposo; ganó el Premio Pulitzer.

The White Album

Aún con las frases de El año del pen­samiento mágico persiguiéndome cada día de confinamiento, decidí descubrir otro de los grandes trabajos de esta autora y, tras unas semanas de espera, llegó por

fin una mañana de mayo a mi puerta The White Album. Como el disco de los Beatles con el cual comparte nombre, esta compi­lación de ensayos está conectada a los con­vulsos años sesenta. En cada una de las na­rraciones incluidas en esta selección (que se habían publicado previamente en Life, Esquire, The Saturday Evening Post, The New York Times o The New York Review of Books), Didion realiza pequeñas inci­siones con la delicadeza de una cirujana para dejarnos observar la contradictoria psique de Estados Unidos. Así, The White Album es un ecléctico recorrido a través de la década del autodescubrimiento, las re­voluciones, los grandes asesinatos, el sue­ño imposible de Hollywood y la antesala de los años que seguirían a esa indeleble década de implosiones.

Es también en los sesenta cuando Di­dion, Dunne y su hija, Quintana, se tras­ladaron a una casa en Franklin Avenue, en un barrio de Hollywood que la autora había oído describir como “antiguamen­te rico, y actualmente lleno de asesinatos sin sentido”. Encontrándose de pronto en el centro del meollo, comenzó a trabajar como corresponsal para la prensa, anali­zando desde su mirada la contracultura de aquellos tiempos y de aquel país. Sus días comenzaban por lo general con una botella de Coca-Cola muy fría y una lata de almendras saladas. Después de poner­se sus famosas gafas negras que la hacían parecer más una estrella de cine que una escritora, su rutina como observadora del caos arrancaba. Pasaba muchos días en la carretera yendo a recolectar historias y otros tantos entraban voluntariamente a su casa muchos referentes de la época.

En el White Album el lector acompaña a Didion mientras entrevista a personajes como Linda Kasabian tras los asesinatos cometidos por La Familia Manson, de la cual esta última era integrante. Aquel evento, en el que cuatro seguidores de la secta liderada por Charles Manson ase­sinaron a Sharon Tate (la esposa de Ro­man Polanski) y a otras personas en su casa de Los Ángeles, se convirtió en una de las más memorables manchas negras de la historia norteamericana. “Mucha gente que conozco en Los Ángeles”, narra Didion en el libro, “cree que los sesen­ta se terminaron de golpe el 9 de agosto de 1969, en el momento exacto en que la noticia de los asesinatos de Cielo Drive se propagó como un incendio por toda la comunidad, y en ese sentido tienen razón: aquel día estalló por fin la tensión. La pa­ranoia se cumplió”. En otro de los ensayos, nos sentamos junto a la autora, mientras espera en una sala de grabaciones la lle­gada del cantante de The Doors, y vemos luego a Jim Morrison con sus pantalones ajustados jugar con un fósforo encendido frente a ella, que en ese momento tenía la sensación de que “nadie saldría de esa sala nunca más” —en efecto, y de alguna forma, muchos no lo hicieron—. Inme­diatamente después nos narra la ocasión en la que Janis Joplin fue a una fiesta en su casa de Franklin Avenue después de dar un concierto y pidió que le sirvieran un brandi y un Bénédictine en un vaso de agua. Para Didion, entre otras excentrici­dades, aquellos personajes del mundo de la música tenían en común que nunca pe­dían bebidas normales y que requerían de ella una mirada más pasiva y mucha pa­ciencia. Salir a cenar con alguno de ellos implicaba cambiar de plan a lo largo de la noche más de una vez, quedar con qui­zás diez o quince o hasta veinte amigos o esperar un poco más, “porque estaba por llegar David Hockney”.

The White Album (El álbum blanco), 1979, comienza con una frase insignia de Joan Didion: “Nos contamos historias a nosotros mismos para poder vivir”.

Mientras Los Ángeles se movía al ritmo de estas celebridades, la autora co­menzó a seguir el caso de Huey P. Newton, el militante afroamericano de veinticinco años que había sido herido por un policía y luego acusado del asesinato de John Frey. Sin quererlo, había terminado colocándo­se en el centro de uno de los mayores con­flictos latentes de la América fracturada —el mismo que hoy en día sigue cobran­do víctimas y saca a la calle a miles de per­sonas con carteles de Black Lives Matter, mientras otras tantas se enfrentan a ellas con mensajes opuestos—. En la primave­ra del 68 Joan Didion visitó en la cárcel a Newton, fundador de Las Panteras Negras, y, mientras afuera las pancartas y los gritos revolucionarios se levantaban, la escritora describía al acusado como “una perso­na muy agradable, acogedora y directa, y daba la sensación de que no había tenido nunca la intención de convertirse en un mártir político”. Y así, The White Album se construye en medio de hitos históricos, aunque lo hace con una mirada casi fría y desde la cual se permite al lector conocer otras facetas de los grandes nombres que marcaron aquellos convulsos tiempos que Didion definió como teñidos por “un sen­timiento apocalíptico”. En eso, los sesenta se parecen al momento actual.

La colección de ensayos continúa con un análisis de la figura del burócrata, una lectura del mundo del arte desde el Mu­seo Getty, un recorrido por las mansiones de los gobernadores de California (y una magistral interpretación del clima políti­co a partir de la configuración y decora­ción de esas casas), el movimiento femi­nista, paseos por las islas y las tumbas de los soldados caídos en Vietnam, cuerpos enterrados en cráteres de volcanes y reuniones con los productores o directores de Hollywood, mientras la industria del cine estadounidense ilusoriamente atra­vesaba un cambio de poder. Pero en me­dio de estas narraciones sobre los otros, aunque siempre guiadas por la mirada personal de Didion, nos encontramos con trozos de su biografía. Nos cuenta sobre sus migrañas y cómo marcaban el ritmo de su vida, dejándola postrada en la cama unas cuantas veces al mes, nos da una pista de que su matrimonio estaba al borde del colapso durante unas vaca­ciones en familia, nos invita a viajar con ella y su hija, mientras persigue alguna historia, y luego nos lleva hasta su casa en Malibú, lejos de Franklin Avenue. Ahí la vemos visitar un invernadero de orquí­deas y conversar con el hombre a cargo del espacio, que habla sobre esas flores como si fueran sus hijas. En esas horas más tranquilas descubrimos también a la Didion que sufre y mira silenciosamente su entorno, a medida que se destruye o se transforma.

En el documental de Netflix Joan Didion, El centro cede, Joan Didion reflexiona sobre su exitosa carrera como escritora y sus conflictos personales. Un relato íntimo, en primera persona, dirigido por su sobrino Griffin Dunne, en el que la periodista pone al descubierto lo más oscuro de la cultura estadounidense y también de su propia vida. Fuente: www.sophiaonline.com.ar

Joan Didion hoy tiene 86 años y, frágil y delgada, sigue siendo magnética. En un documental sobre ella realizado por su so­brino hace tres años (The Center Will Not Hold, Netflix), habla sin tapujos sobre al­gunas aventuras periodísticas y en sus na­rraciones se desvela su eterna capacidad de separar las emociones de las situacio­nes. Nos cuenta también sobre las trage­dias que marcaron su vida: un año y medio después de la muerte de su esposo perdió también a su hija. Pero Didion sigue en pie, como lo hacen sus relatos del paisaje social de su país. Cada uno de ellos es una radiografía que solo ella, con su peculiar mirada, habría podido producir. Quizás nos servirían sus palabras sobre todo lo que ha ocurrido este año, mientras inten­tamos acostumbrarnos a la idea de que, casi indudablemente, la vida que conocía­mos se ha acabado.

Joan Didion fotografiada con John Gregory Dunne, quien murió en 2003, y su hija, Quintana Roo Dunne, quien murió un año y medio después.

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