El profeta destinado a irse.

Por Galo Vallejos Espinosa.

Fotografía El Comercio.

Edición 436 – septiembre 2018.

¿Cómo y en qué circunstancias surgió y se insertó en el circuito mundial de ciclismo el carchense Richard Carapaz? Nacido en una comunidad alejada de los mayores centros urbanos, se aprovechó de las coincidencias de la vida que le pusieron como tutor a uno de los más completos ciclistas del Ecuador.

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¿Habría triunfado si no se iba del Ecuador? La pregunta no obsesiona al ciclista nacido y formado en el limítrofe caserío de La Playa, que cambió el rumbo de su carrera y de su vida antes de decidirse a probar suerte en Colombia, primero; luego, en Europa. No tiene cabida en su presente cuestionar lo que resolvió un día, como adolescente. En el hipotético caso de que hubiera resuelto quedarse, no sabría qué decir… ¿haciendo qué?

Lo cierto es que él era un púber promedio de un pueblo olvidado, en el límite entre Carchi y la amazónica provincia de Sucumbíos, a escasos kilómetros de Colombia; un lugar rodeado de montañas, que sobrepasa los tres mil metros de altitud, en las estribaciones de la cordillera andina, donde conviven unas cien familias y la presencia del Estado ecuatoriano y del capital privado escaseaban y hoy son incipientes. Ahí Richard tomaba la vida como le venía: ayudaba a sus padres en las labores de una casa en medio del campo, proseguía sus estudios en la cabecera parroquial situada en la población de El Carmelo. Crecía, empezaba a conocer la vida de los adultos, hasta que un día se atravesó en la ruralidad en la que vivía Carapaz un cóndor…

Pero no cualquiera de aquellos que vuelan las montañas andinas, sino uno que planeaba sobre el pavimento, sentado en una bicicleta. El cuatro veces ganador de las vueltas al Ecuador, Juan Carlos Rosero, un exciclista y entrenador, fue quien reclutó a Richard Carapaz en el pequeño poblado donde vivía el futuro ganador de etapa en el Giro de Italia.

Rosero fue el primer ciclista ecuatoriano que compitió en Europa. Lo hizo durante cerca de un semestre en 1987, en filas del equipo italiano de una bebida gaseosa en condición de semiprofesional, es decir re-cibiendo una cantidad de dinero suficiente para subsistir, con vivienda y alimentación aseguradas. Fue la inédita pero breve experiencia del “Cóndor”, ganador de tres vueltas a la República del Ecuador y de la Vuelta a Mendoza (Argentina) en 1987.

Una vez que dejó el manillar, Rosero empezó a ganarse la vida como entrenador. Durante la segunda mitad de la década pasada firmó un contrato para reclutar y formar talentos con la Federación Deportiva de la provincia de Sucumbíos. Por la cercanía con el Carchi, un día fue hasta el colegio fiscal de El Carmelo, donde Carapaz era un quinceañero promedio que desconocía los secretos del ciclismo, más allá de que había escuchado las gestas nacionales de los pedalistas carchenses de antaño.

Transcurría el año 2009. Rosero lograba convencer a Richard y a su compañero Juan Carlos Pozo para que se unieran al equipo de ciclismo de ruta de Sucumbíos. Una nueva aventura se presentaba para el nativo de La Playa: gracias a la bicicleta iba a ser capaz de salir de su pueblo y conocer de primera mano el país, la región, el planeta.

Pedalazo a pedalazo

Ernesto Almeida es, diría que con seguridad, el periodista con el mayor archivo de ciclismo rutero del país. El colega nacido en Tulcán, quien por años laboró en un canal de TV que devino en estación pública y cuasi quebrada, nunca dejó su pasión. Es uno de los afortunados de haber registrado la primera participación de Richard en competencia: fue el viernes 15 de septiembre de 2009, en las carreteras que rodean al cantón Machachi, provincia de Pichincha.

Un adolescente y aún más flaco Carapaz corría con dorsal número veintidós sobre la camiseta de Sucumbíos y el enterizo que usaba entonces (la licra con tirantes con la que compiten los ciclistas). Finalizó séptimo entre 47 participantes, mientras al borde del asfalto un inagotable Juan Carlos Rosero le daba instrucciones, al igual que al resto de integrantes del equipo de la provincia amazónica.

Ernesto Almeida apenas lo recuerda entre tantas competencias que ha cubierto a lo largo de casi cuatro décadas de periodismo. Él, a pesar de que durante los últimos años ha tenido que ganarse la vida en oficinas públicas, como burócrata, nunca o casi nunca se ha perdido competencias, que las ha difundido públicamente a través de estaciones de radio de Tulcán, casi siempre con sus propios recursos. Qué iba a imaginarse, el metódico comunicador de ciclismo, que el pedalista de La Playa, del que apenas guarda memoria en su estreno sobre una bicicleta, iba a conseguir meter a la provincia de Carchi y al Ecuador en el circuito mundial.

Carapaz se hizo ciclista de la mano del entrenador Rosero por casi un lustro. En la gran mayoría de carreras compitió con la camiseta de Sucumbíos. Mejoraba paulatinamente en sus resultados, poniendo énfasis en los territorios altos, gracias a la capacidad de esfuerzo de sus piernas largas y huesudas, que cada vez se adornaban con más músculo, y a que es un hombre de altura. En 2010 ganó su primera carrera, una clásica organizada por la Policía ecuatoriana entre Tulcán e Ibarra, según el registro de Ernesto Almeida. Era un aviso.

Alcanzó visibilidad nacional, al menos para los amantes del ciclismo, una vez que se vinculó al equipo Panavial-Gobierno del Carchi, formado para participar en la Vuelta a la República de 2012, al mando de Rosero obviamente y con la mayoría de edad cumplida. Terminó en un esperanzador undécimo puesto. Sin embargo, meses después, sucedería una tragedia para la carrera deportiva y la vida de Carapaz: en enero de 2013, luego de un infarto, murió su mentor y entrenador Juan Carlos Rosero, quien aparentemente gozaba de buena salud y hasta salía en la bicicleta con sus pupilos. Tenía 51 años.

El viaje hacia el éxito

Anita Montenegro, la madre de Richard, ha sostenido en distintos medios (una vez que su hijo adquirió figuración nacional y mundial al ganar una etapa Italia) que la ida de Rosero deprimió a su hijo al punto que decidió retirarse del ciclismo. A pesar de ello, y por fortuna para el Ecuador, con el pasar de las semanas tomó la decisión de volver al pavimento una vez que Paulo Caicedo, otra exgloria carchense, se hizo cargo del equipo de Carchi para la Vuelta a la República de 2013.

Carapaz lideró buena parte de la prueba, que la perdió finalmente en las dos últimas etapas ante el colombiano Fredy Montaña. Ese mismo año participó por primera vez en la Vuelta a Colombia, que partió de Quito, y terminó en novena posición. El entrenador del equipo Strongman del país vecino, Luis Celi, se fijó en el carchense, luego de la recomendación de un mecánico colombiano que antes había trabajado en el Ecuador. Según el diario El Espectador de Bogotá, que publicó un extenso reportaje titulado “La historia de Richard Carapaz”, el hombre en mención, es decir el mecánico, se identificó como “Pollo de Finca” —sin llegar a dar a conocer su nombre real— y fue él quien “apalancó” la ida de Richard a tierras colombianas.

En Colombia la carrera del ecuatoriano adquirió otro matiz. Lo enviaron a entrenar a una finca en la localidad de Tenjo (Cundinamarca), sitio natural de los escaladores de ese país, con alturas que superan los tres kilómetros de altura, muy similares a las de su natal Carchi.

La consagración le llegó en 2015, cuando se convirtió en el primer extranjero en ganar la Vuelta Juvenil colombiana, que fue su pasaporte al equipo español de Movistar, al año siguiente. Ernesto Almeida recuerda que Carapaz viajó a Colombia por “la cobijita nomás”; es decir, sin el ofrecimiento de recibir un sueldo, pero sí con la promesa de obtener techo y comida seguros mientras se entrenaba.

Actualmente corre para el equipo español Movistar Team y es el primer corredor ecuatoriano en ganar una etapa en una de las tres Grandes Vueltas tras hacerlo en la octava etapa del Giro de Italia 2018.
Actualmente corre para el equipo español Movistar Team y es el primer corredor ecuatoriano en ganar una etapa en una de las tres Grandes Vueltas tras hacerlo en la octava etapa del Giro de Italia 2018.

El peso de ser Carapaz

Luego de Colombia llegaron sus dos etapas como ciclista de Movistar y su viaje a España. Para entonces Richard se había casado con Tania Rosero, a quien conoció a través del ciclismo. Había dejado su querida La Playa para trasladarse a la tierra de su pareja, la parroquia Julio Andrade, en las afueras de Tulcán. Tenía un poco más de veinte años y su carrera, al igual que su vida, despegaba.

Debutó en Europa en un equipo llamado Lizarte, una suerte de club de la serie B de Movistar, donde, debido a sus condiciones, se quedó por muy corto tiempo, seis meses, antes de pasar al cuadro de primera y competir, en su estreno en las grandes competencias ciclísticas, el pasado 2017, en la Vuelta a España, prueba en la que terminó en la cuadragésima séptima posición entre los más de 200 pedalistas que salieron de la meta. Fue un inicio esperanzador, tomando en cuenta que el carchense atacó en varios de los ascensos de la carrera, pero finalmente no pudo destacarse de forma notoria.

En mayo de este año, días antes del inicio del Mundial de Fútbol, dio el campanazo al ganar una etapa del Giro de Italia, donde terminó en un histórico cuarto lugar. Si el Ecuador hubiese clasificado al torneo de Rusia, el logro hubiera tenido una repercusión mucho menor, opina el experto Ernesto Almeida. Pero no fue así. Por lo menos por un día los medios de comunicación, normalmente futbolizados, voltearon a ver al ciclismo. Evidentemente no tenían personal desplegado en Italia, como sí en Rusia, pero en redes sociales el relato del argentino Mario Sábato, de una cadena internacional deportiva, se multiplicó para recordar la hazaña del ecuatoriano.

Días después, a inicios de junio, Carapaz llegó al país y, de la misma forma, tuvo su cuarto de hora en los medios. Se reunió, junto con otros deportistas, con el presidente de la República Lenín Moreno. Palabras más palabras menos, la atención mediática y del país en general maravilló al nativo de La Playa. Luego de los pantallazos, entrevistas, reseñas de prensa, una canción dedicada por el artista Widinson —paisano del pedalista—, Richard desapareció.

Su mayor logro avalado en los hechos fue acaparar la atención del Gobierno para que invierta y permita que este año se realice, después de cuatro temporadas de inactividad, la Vuelta Ciclística a la República, competencia en la que el integrante de Movistar estará presente, o por lo menos hará todo lo posible para hacerlo. Pero él no ha desaparecido: se ha entrenado cada día en Carchi y otras regiones del país; además, volvió a Europa para el Mundial de Ciclismo, que será en septiembre de este 2018.

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