Por Damián De La Torre Ayora.
Fotografía: cortesía de Fundación Teatro Nacional Sucre.
Edición 465 – febrero 2021.
Al Teatro Sucre, el más importante del país, le espera un 2021 en el que su continuidad corre peligro. Su fundación es una de las organizaciones que depende de los fondos presupuestales del Municipio de Quito.

Podría decirse: el Teatro Sucre es aquella carnicería que se convirtió en el templo de la cultura nacional; que de los restos del antiguo camal se levantó uno de los teatros más importantes de ópera de Sudamérica; que se inauguró (1886) mucho antes que el mítico Teatro Colón de Argentina; que es un patrimonio neoclásico de barro, piedra, concreto, madera, metal, embellecido con obras del siglo XIX, y que cuenta con un foyer que resguarda lámparas de origen vienés y unos imponentes espejos de piedra.
También podría decirse: el Teatro Sucre da vida a la Fundación Teatro Nacional Sucre (FTNS), que acoge a los teatros Variedades, México y al Centro Cultural Mama Cuchara. Que contiene a la Banda Sinfónica Metropolitana de Quito, a la Escuela Lírica, al Coro Mixto Ciudad de Quito, al Ensamble de Guitarras de Quito, a la Orquesta de Instrumentos Andinos, al Grupo Yavirac y a los coros Infantil y Juvenil. Que tiene proyectos emblemáticos como el Sucre Viajero que presenta obras en barrios marginales o el Escenario Joven del Teatro México, que ha producido notables representaciones como West Side Story, Despertares, Los miserables y La flauta mágica.
Y también podría decirse esto: 187 personas viven en la incertidumbre. El coronavirus va más allá de perder el olfato y la propia vida, pues la existencia del Sucre está en peligro. Octubre, en los últimos dos años, representa un mes de quiebre.
PRIMER ACTO:
TRAGEDIA A LA LUZ
Escena I
La crisis se evidenció el 5 de octubre de 2020 por medio de una carta, titulada ¿Qué pasa con la Fundación Teatro Nacional Sucre? Sueldos impagos, reducción de salarios y rebaja de horas laborales que se incumplen y, pese a eso, las actividades no frenaron: el año pasado se realizaron setenta eventos artísticos y conciertos transmitidos desde redes sociales. Hubo más de 250 mil visitas en sus plataformas, y sus elencos y técnicos apoyaron al Municipio de Quito en eventos culturales en espacios abiertos durante la pandemia.
El 6 de octubre artistas y trabajadores del Sucre tocaban tonadas alegres en la Plaza Grande, frente a la Alcaldía. Montaron un ambiente de fiesta, pese a que no habían cobrado durante tres meses. Fue su forma de protestar. “Más que una protesta fue un acto de sacar la nariz para tomar aire. Realizamos una serenata y la entrega simbólica de una carta a las autoridades para decirles que estamos presentes en medio de la crisis, que afecta también al sector cultural”, dice Tatiana Carrillo, directora del Centro Cultural Mama Cuchara, al recordar aquellos momentos cuando el director de la FTNS, Fredy Moreno, dijo enfático: “Sin presupuesto municipal, el Sucre debe cerrar”.
Escena II
“La situación del Sucre es lamentable —dice Moreno—. Históricamente tenemos subvención de la Alcaldía de Quito. Somos una fundación municipal de derecho privado y al no tener recursos surgió un problema en cadena: el impago de sueldos”. La protesta coincidió con un desembolso del gobierno al municipio, y lo único que se pidió a las autoridades fue “un reparto justo y equitativo”, conscientes de que “la prioridad es la salud dada la pandemia; pero para que la cultura pueda sobrevivir necesita de los recursos del municipio”, que representan el 83 % de su presupuesto. El resto responde al levantamiento de fondos por autogestión. Esta situación la comparte también la Fundación Museos de la Ciudad.
En 2020 la FTNS debía recibir cuatro millones de dólares. Hasta el día de la protesta recibió 1 400 000. Este año resultaba alentador, considerando que el presupuesto sufría reducciones progresivas anuales: de 5 439 437,60 (2015) hasta 3 500 000 (2019). “Tuvimos un presupuesto mayor que el año anterior, pero dada la crisis sanitaria terminamos con uno menor: 3,3 millones”.
Hasta noviembre de 2020, el Sucre recibió el 65 % del fondo presupuestado. Ante esta realidad, la respuesta de la Secretaría de Cultura del Municipio de Quito fue: “El ajuste presupuestario se realizó a todas las entidades que son parte del Distrito Metropolitano… La FTNS recibió el desembolso de recursos correspondiente, de acuerdo a la solicitud que la fundación realizó y en función de lo establecido por la Comisión de Liquidez conformada en el Cabildo. En lo que respecta al valor restante del convenio interinstitucional, se realizará una vez que se cuente con los documentos administrativos correspondientes”.
Escena III
El 7 de octubre de 2020 la Fundación Museos de la Ciudad expuso su propia crisis. El Premio Nacional Mariano Aguilera, el más importante a escala nacional, fue postergado para 2021, lo que significó que artistas y gestores culturales no tuvieran acceso a un incentivo económico por sus proyectos (se seleccionan diez y reciben diez mil dólares cada uno) ni que un artista visual expusiera su obra de manera antológica por su trayectoria y recibiera veinte mil.
“Anualmente nos entrega el municipio fondos y esos montos responden al mayor porcentaje de nuestro presupuesto. Nosotros este año teníamos aprobados 5,8 millones de dólares, pero tan solo habíamos recibido 1,9 millones hasta octubre de 2020”, explica Adriana Coloma, directora de la Fundación Museos de la Ciudad, que contiene al Centro de Arte Contemporáneo, el Museo del Carmen Alto, el Museo de la Ciudad, el Museo Interactivo de Ciencia y el Museo del Agua.
Hasta evidenciar los problemas financieros, los trabajadores estaban impagos por un mes y medio. “Redujimos jornadas y porcentajes de sueldo. Renegociamos contratos y muchos no los pudimos firmar para optimizar los recursos. Una vez que recibimos el nuevo desembolso de 1,3 millones de dólares estamos al día en pagos de salarios y proveedores”, indica Coloma.
Pero los problemas no acaban. Mantener la Fundación Museos implica generar dinámicas culturales y artísticas con la comunidad, más allá de sus propuestas museográficas y muestras itinerantes: representa cuidar los bienes que no solo pertenecen a Quito, sino que son parte del Patrimonio Cultural de la Humanidad.
“Tras la emergencia sanitaria, fueron recortados casi dos millones de dólares. Los 5,8 millones se convirtieron en 3,9 millones, lo que representa sobrevivir con las puertas abiertas, pues solamente el costo de nómina es de 2,8 millones”.
INTERLUDIO
Si 2020 fue el año de la crisis, 2018 fue el de la tensión. El Observatorio de Gasto Público detallaba que el 9,2 % de los fondos del Sucre iban a la producción de obras. De los 3,5 millones de dólares destinados por parte del municipio (ese año el presupuesto total llegó a 4 110 000 más el levantamiento por autogestión), el 84,4 % del rubro se gastó en salarios.
Además, la producción de obras se concentró en realizar dos: La flauta mágica de los Andes y Cruzar la cara de la luna. La entonces concejala, Ivone Von Lippke, fue crítica con la gestión de Chía Patiño, quien era la directora de la FTNS. Para la concejala la labor del Sucre no representaba un impacto positivo en la cultura de Quito, y en distintos medios expresó que los artistas nacionales no eran bien remunerados y que en una sola ópera el Sucre gastó un valor similar al que el Municipio de Quito destinó en todo un año al apoyo de artistas y gestores culturales (alrededor de doscientos mil dólares). Justamente, desde distintos sectores de la cultura, las dos mayores críticas hacia el Sucre apuntan a una mala redistribución de los recursos asignados y a no levantar un mayor ingreso desde la autogestión (venta de boletos, convenios, rentas y publicidad).
Fabiola Pazmiño lleva once años en la FTNS y actualmente es coordinadora de Producción. Ella manifiesta que, si bien el pago de nómina se lleva el mayor porcentaje de los fondos, la fundación ha logrado que la ciudad cuente con elencos de primer nivel cuyos integrantes reciben un sueldo. De los 187 trabajadores, 123 son artistas que forman parte de las agrupaciones con un salario promedio de setecientos dólares. No solo se trata de una burocracia, “que responde a las exigencias del propio aparato estatal, sino que artistas pueden tener un sueldo por su labor cultural y contar con seguro”.
“Nuestros ensambles representan el alma de la cultura quiteña. Sería penoso no contar con un engranaje cultural y con menos cuerpos de baile y música. Es penoso que se vea como gastos superfluos a la inversión en la cultura —dice Pazmiño—. Las observaciones del Concejo y desde distintos frentes de la cultura es válida, toda gestión puede ser cuestionable y debe ser mejorable, pero eso no significa que sean razones para que desaparezca la fundación: eso sería una tragedia”.
Moreno, quien está a la cabeza desde junio de 2019, aclara que, si bien no fue bajo su administración, los fondos se ocuparon en hechos concretos del ámbito cultural: “Las críticas fueron a la visión artística de la programación y distribución de recursos. Yo respeto la visión, pero desde mi administración planteamos una agenda que incluya más artistas nacionales y ser más equitativos”.
Por su parte, Carrillo entiende “las críticas como una herencia de la administración anterior (Patiño), que tuvo muchos aciertos en programación, pero que abrió frentes en la comunidad cultural, dado que los recursos se destinaban a un grupo específico sin generar puentes y una redistribución más equitativa. Nosotros mismos, como Mama Cuchara, en tres años nos sentíamos perjudicados porque nuestros proyectos no contaban con los fondos necesarios”.



SEGUNDO ACTO:
INCERTIDUMBRE, DESPIDOS
Escena I
Moreno explica que 2021 llegó con reajustes, reprogramaciones, una fuerte estrategia para buscar fondos en la empresa privada y una reingeniería. La FTNS aspira por lo menos a tres millones por parte del Municipio de Quito, y este monto, o uno menor, implica arrancar en “números rojos”. “La reingeniería (despidos) es un ejercicio ineludible en el gobierno, municipio, empresas públicas y fundaciones; lo que estoy tratando es que los despidos sean mínimos”. Se estima que 30 % del personal podría quedar sin empleo. “Hay dos caminos: esto se mantiene con eficiencia, y hay que cuidar los recursos públicos. El otro, cerrar. Tenemos la palabra y el compromiso de las autoridades para mantener las puertas abiertas”.
La Fundación Museos de la Ciudad no escapa de la reingeniería. Coloma sostiene que responde a un directorio, donde las autoridades toman las decisiones. Con respecto a los despidos, “no es solo que lo hemos pensado, es algo que nos han solicitado desde la Municipalidad. No se trata de una decisión personal, respondemos a un directorio, que lo preside el alcalde (Jorge Yunda)”.
Sobre los despidos, la Secretaría de Cultura respondió: “La eficiencia en el uso de recursos es una estrategia de reingeniería; la consecución de nuevos fondos y el control del gasto son vitales para determinar los ajustes, que no necesariamente deben pasar por la reducción de personal, sin que esto se descarte ante la compleja situación que se vive”.
A finales de noviembre, el Concejo de Quito aprobó el recorte presupuestario para 2021: de 758,9 millones a 612 millones. Los rubros más afectados son Cultura, Educación y Deportes, Inclusión Social y Salud, que perderán el 38 % de su asignación. Frente a esta realidad, la Secretaría de Cultura señaló: “Estamos trabajando en los detalles finales de planificación 2021, ajustándonos a la realidad presupuestaria; sin embargo, debemos recordar que la Secretaría está en capacidad de generar actividades y eventos con sus propios recursos y personal. Es fundamental rever los modelos de gestión de las fundaciones, donde, por ejemplo, se equilibre el peso de financiamiento que sale del municipio y lo que viene de autogestión y levantamiento de fondos, dando mayor autonomía económica a espacios como el Teatro Sucre”.
Escena II
Si bien el Sucre cerró sus puertas, aunque las actividades no cesaron y se convirtió en el principal brazo de la cultura del Municipio de Quito con sus elencos, el 26 de septiembre de 2020 reinició sus actividades. Un concierto en homenaje al compositor ecuatoriano Gerardo Guevara, a noventa años de su nacimiento, reunió a un tercio de la Orquesta de Instrumentos Andinos — por el distanciamiento social— y a los artistas Álex Alvear, María Isabel Albuja, Carlos Grijalva y Tadashi Maeda. Hubo hasta un apagón, pero ni eso impidió que se diera la velada ni que se encendiera una luz de esperanza.
Ramiro Murillo trabaja en el Sucre desde mediados de los ochenta. Está a cargo de la dirección técnica. Es un hombre de palabra y hechos precisos. Se mueve con la elegancia de una pantera hasta cuando camina por el paso de gato (el techo del Teatro Sucre). Su propósito, enseñar todo lo que implica disfrutar una obra.
El público nunca ve el detrás del telón y él hace un recorrido para mostrarlo. Llega a las entrañas del Sucre para ir al taller de utilería y enseñar que hasta el más simple escenario nace en la maquetería. Sube por un montacargas para llegar a los talleres de carpintería y metalmecánica. Trepa escaleras para llegar a los controles e iluminarias. Muestra cómo se han separado las butacas para respetar el distanciamiento social. Cruza la plaza del Teatro para demostrar que, a la par del ensayo de un ensamble de la Banda Sinfónica en el Sucre, en el Variedades están los sonidistas, tramoyistas, encargados de las luces y limpieza alistando otro espectáculo. “Piensa que ahora no solo trabajamos para que el público disfrute en vivo, sino para que quede perfecto frente a la pantalla. El esfuerzo es el doble, pero lo hacemos porque amamos esto. Cada trabajador es esencial para que la obra llegue como lo merece el público”.
Carrillo coincide con Murillo en que cada uno de los trabajadores de la fundación es necesario. Dice que saber que 30 % puede ser despedido resulta estresante, y esto no solo se reduce a la rebaja de sueldos y jornadas, sino que quienes se queden deberán duplicar sus funciones: “Será difícil soportar ver a compañeros dejar, o que dejemos, los trabajos en medio de los peores momentos de nuestra economía”.
¿DESENLACE?
Entre mayo y junio de 2020, alrededor de setecientos mil ecuatorianos perdieron su trabajo (o han dejado de tener un trabajo adecuado), según la Encuesta Nacional de Empleo, Desempleo y Subempleo, que también revela que 3 900 000 personas se encuentran en las categorías de subempleo y “otro empleo no pleno”, lo que significa que el 53 % de la población económicamente activa (PEA) no vive dentro de las mejores condiciones laborales.
Esta situación se refleja en el sector cultural, tal como lo indican los Resultados de la encuesta de condiciones laborales en trabajadores de las artes y la cultura del Observatorio de Políticas Culturales de la Universidad de las Artes del Ecuador, donde el 84 % de los consultados (2508) afirman que las condiciones laborales se han modificado durante la pandemia. Hasta noviembre de 2020, los docentes de dicha universidad, incluso con la reducción de salarios, tenían sus sueldos impagos.
La crisis que atraviesa el sector cultural rebasa a la propia pandemia, a la situación del Teatro Nacional Sucre y la Fundación Museos de la Ciudad. Los actores culturales son los protagonistas de una tragedia: la precariedad y poca preocupación por parte de las autoridades. La cultura parece no tener vacuna ni cura frente a su constante crisis. Hay dos caminos: sobrevivir con un gran esfuerzo o bajar el telón.
A pesar de las adversidades, no hemos parado, como Fundación hemos cumplido con nuestra razón de ser: producir, ejecutar y difundir las artes escénicas y musicales en Ecuador. Durante esta crisis, la Fundación Teatro Nacional Sucre ha realizado alrededor de 70 de eventos artísticos, conciertos, obras de danza y teatro transmitidas a través de las redes sociales, conversatorios y difusión de contenidos culturales diversos que suman más de 250 000 visitas en nuestras plataformas. Fuente: www.teatrosucre.com
Activación musical FTNS Plaza Grande


