
Esta es una crónica entrañable de la vida de un hombre bueno y misericordioso, desde la perspectiva de un hijo que lo ama y admira. Su singular estructura ha favorecido que se la clasifique en varios géneros, pero es evidentemente una memoria; eso sí, en tono de novela.
Cuando una obra se presta a varias lecturas o tiene sentidos que se manifiestan en diversos planos; esta complejidad tiene que realizarse sin enredo ni confusión, cada perspectiva ha de mantenerse clara y definida, complementándose en el conjunto. Este libro es un modelo de dicha cualidad. Escrito por el nativo de Medellín, “paisa, pues”, Héctor Abad Faciolince, ofrece, por ejemplo, una vibrante crónica de la Colombia de los años ochenta, zarandeada por la violencia narcoguerrillera y paramilitar. O el impresionante drama psicológico de la relación con su padre. El trato afectuoso entre hombres en estas sociedades machistas es inusual e incomprendido. Temprano en el volumen se hace esta pregunta: “¿Cuántas personas podrán decir que tuvieron el padre que quisieran tener si volvieran a nacer?” Y se responde: “Yo lo podría decir”.

La narración de los hechos que condujeron al asesinato del doctor Héctor Abad Gómez, abnegado médico y militante por los derechos humanos, se desarrolla en un ambiente familiar cálido, entre personas de bien, sitiadas por la maldad esencial de los violentos de todos los bandos. Se trató, claro está, de un suceso tremendo, que conmovió al autor hasta los huesos. En diversas intervenciones Abad Faciolince ha descrito cómo fue gestando la novela. Tenía en la mano “la historia”, pero los temas demasiado buenos son problemáticos, el público y el propio escritor esperan que el libro esté a la altura de la magnitud del suceso. Así se tardó casi dos décadas en digerir todas las implicaciones y explicaciones.
Con ya varias novelas a sus espaldas, Abad Faciolince acometió la escritura de esta memoria, en la que para bien de la literatura introdujo una serie de recursos y herramientas novelísticas, convirtiendo a su crónica, memoria, biografía, autobiografía, en un relato no ficcional, pero con ese “tono” de novela que transmite con mayor eficiencia narrativa toda la tensión y la pasión que la brutal historia desató.
En el traje del cadáver del doctor Abad Gómez se encontró un papel que, por un lado, tenía una lista de personas amenazadas de muerte y, por otro, un soneto copiado por el difunto, titulado “Epitafio”, con las iniciales J. L. B., que se interpretaron como Jorge Luis Borges, y de allí se extrajo el verso que da título al libro “Ya somos el olvido que seremos”.
Poco después de publicado, se supo que el maestro argentino no escribió ese poema, entablándose una discusión sobre su verdadera autoría, lo que provocaría una pesquisa de varios años por parte de Abad Faciolince, quien narrará esta peripecia en un relato incluido en Traiciones de la memoria. Una suerte de epílogo externo y desusado para un libro peculiar, cuya versión cinematográfica está viniendo y dando mucho que hablar.