El Observatorio Astronómico, una incubadora de las ciencias

LUGARES

Apertura-Observatorio

Por Julio Zary

No es fácil reparar en la existencia del singular edificio que se levanta en pleno corazón del parque La Alameda, quizás porque el follaje de los árboles que existen en el entorno no lo permiten. Pero quienes se aproximan por primera vez no sospechan que allí funciona, desde algo así como siglo y medio, el Observatorio Astronómico de Quito (OAQ).

Se trata de un lugar que encierra buena parte de la historia del Ecuador, al menos en lo que a la ciencia se refiere, donde encontramos los más curiosos instrumentos y artefactos que se utilizaron desde el siglo XIX, ya sea para la observación de las estrellas o para las mediciones meteorológicas.

Fue el presidente Gabriel García Moreno quien se propuso emprender esta aventura que para él se constituyó en una verdadera obsesión, pues cuando asumió el cargo (1861-1865) no tardó en hacer instalar un incipiente observatorio en una de las cúpulas de la iglesia de La Compañía. Este sería solo un antecedente del que vendría después.

Con el instrumental instalado en ese lugar se realizaron las primeras observaciones meteorológicas de que se tenga noticia, incluida la medición de fenómenos como presión atmosférica, temperatura, tensión de vapor, lluvia y evaporación. Pero esas instalaciones no durarían mucho tiempo en la iglesia, pues habrían de pasar al observatorio de La Alameda.

García Moreno creía que el observatorio aportaría grandes servicios a la ciencia, pues en el mundo no existía otro que estuviera ubicado en la línea ecuatorial. No descansó un solo minuto hasta ver que su obra empezara a tomar forma, en 1873, con la construcción de los cimientos de la edificación, pero no pudo ver concluido su proyecto debido a que fue asesinado el 6 de agosto de 1875, cuando se hallaba en pleno ejercicio de su segundo período presidencial.

La muerte del mentor de la obra significó un serio retroceso en el avance del edificio y del funcionamiento del observatorio y desde entonces ha vivido una serie de vicisitudes que amenazaron con su existencia, incluso hasta mediados del siglo XX, debido sobre todo a las convulsiones políticas que se han registrado repetidamente en nuestro país.

Conocer actualmente las instalaciones del Observatorio Astronómico es adentrarse un en mundo mágico, lleno de anécdotas e historias que comenzaron en una época en que la ciudad era tan pequeña que no se extendía más allá de San Blas, por el norte, y de la actual avenida 24 de Mayo, por el sur.

El actual director del OAQ, Ericson López, habla respecto a las peripecias que han sufrido las instalaciones de la estación a lo largo de toda su existencia y que, de no haber sido por la intervención de la Junta Militar, encabezada por el contralmirante Ramón Castro Jijón, que decretó en 1964 la anexión a la Escuela Politécnica Nacional, otra sería la historia.

López es un científico formado en el Observatorio Principal de la Academia de Ciencias de Rusia, en San Petersburgo. Es el primer astrofísico ecuatoriano, que hizo también una especialización en Harvard. Asumió la dirección en 1997, y desde entonces comparte su tarea como docente de la Escuela Politécnica Nacional.

López explica que el OAQ ha sido una especie de incubadora de las ciencias, porque, por ejemplo, la meteorología dio paso al actual Instituto Nacional de Meteorología e Hidrología (Inamhi); la cartografía y la geodesia dieron origen al Instituto Geográfico Militar (IGM), y la sismología fue base para la creación del nombrado Instituto Geofísico de la Escuela Politécnica Nacional, que nos informa frecuentemente sobre los fenómenos telúricos, como lo acaba de demostrar a propósito de los recientes sismos ocurridos en Quito.

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Instrumento que se utilizó para observar astros en el siglo XIX.

Basado en documentos de la época, el funcionario comenta que los responsables de ejecutar el proyecto escogieron tres sitios para la instalación del observatorio: el Itchimbía, El Panecillo y La Alameda. Fue seleccionado este último por considerarse que era el que se encontraba más cercano a la ciudad.

El Gobierno entró en posesión del terreno de La Alameda en 1873, luego de una larga disputa con el Municipio de Quito, que puso una serie de reparos para la adjudicación del predio. Sin embargo, ya se habían adelantado las obras de cimentación del edificio. A García Moreno no lo detenía nada.

Para que se hiciera cargo de materializar el proyecto, fue contratado el jesuita alemán Juan Bautista Menten, quien contaba con una vasta experiencia en la materia por haber sido ayudante del célebre astrónomo jesuita Ángel Secchi, en Roma. Menten se constituyó en el primero director del OAQ.

Al cabo de algún tiempo, carente de la protección de que había gozado hasta la trágica muerte de García Moreno, Menten dejó el cargo con serios reparos a la forma en que se estaba administrando el observatorio. A él le sucedieron nuevos administradores que, con altibajos, continuaron la tarea.

Ni siquiera el caballo que le dieron para que pudiera trasladarse desde la ciudad hasta La Alameda aplacó la tajante decisión del padre Menten de retirarse, hecho que se sumó al sinnúmero de acontecimientos, sobre todo de orden político, que pusieron en permanente riesgo al observatorio.

En el interior del observatorio, nos encontramos con una serie de aparatos que en su momento fueron utilizados en diferentes actividades científicas y que paulatinamente se tornaron inservibles debido a su vetustez. Muchos de ellos descansan hoy en el museo que el propio doctor López organizara en cuatro salas dispuestas en la planta baja y en el subsuelo del edificio.

Allí encontramos espectroscopios, sextantes (que sirven para determinar coordenadas), cronómetros, astrolabios, teodolitos, telescopios de varios tamaños y materiales, los primeros que se utilizaron en Quito, péndulos astronómicos, círculos meridianos, barógrafos, galvanómetros, anemómetros y otros aparatos con unos nombres extraños.

Una muestra de los sismógrafos que se utilizaron a principios del siglo XX ocupa otra de las salas. Se trata de unos cilindros recubiertos de papel cuadriculado en el que se registraban, mediante una aguja entintada, las señales que producía un movimiento de la tierra. Esos cilindros quedaron para el museo, pues hoy el Instituto Geofísico de la Politécnica dispone de equipos de alta tecnología.

Otra sala está ocupada íntegramente por un aparato conocido como Gran Círculo Meridiano Respold, construido en Hamburgo, destinado a las observaciones del firmamento y los fenómenos que se producen en él. Este instrumento fue instalado en 1892 y, a pesar de los años, se conserva en buen estado.

El operador se servía de una silla de madera y cuero, colocada bajo el Círculo Meridiano, y casi acostado realizaba su trabajo. El respaldar se puede mover de acuerdo con las necesidades. Es admirable cómo esta reliquia ha permanecido imperturbable a pesar del tiempo. En una pared permanecen dos lámparas de querosén que iluminaban los “círculos micrométricos”, pues en esa época todavía no había la electricidad.

Todo el conjunto remata en una cúpula giratoria de metal, de siete metros de diámetro, que se puede mover sobre un riel circular, de acuerdo con la ubicación que se quisiera darle para realizar las observaciones. Aquí, el protagonista principal es el telescopio ecuatorial refractor Merz, fabricado en Alemania en el año 1875 por Sigmund Merz, constructor de muchos instrumentos de medición para “los grandes observatorios de Europa”. Con este telescopio es posible realizar observaciones “de los espectros de las estrellas”.

Así es como el Observatorio Astronómico de Quito se ha mantenido resistiendo no solo el paso del tiempo, sino a la desidia y la indiferencia de muchos Gobiernos, que no comprendieron su valor científico.

Su director cree que es imperioso revalorizar y categorizar al observatorio, dotándolo de la infraestructura y del personal técnico y científico indispensable, para transformarlo en un instituto de investigación científica de primer nivel.

Para ello ha elaborado un proyecto que no solo apunta a la creación del instituto, sino a la construcción de un nuevo observatorio, que estaría ubicado en la planicie de Jerusalén, sobre la línea equinoccial, en la parroquia de Malchinguí, al noroccidente de Quito.

 

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