El misterio como arma

Edición 457 – junio 2020.

El hermetismo y los enigmas son parte de un hábil juego estratégico de Corea del Norte.

Soldados desfilando en Pyongyang con el retrato de Kim Jong-il, padre del actual líder, Kim Jong-un.

El viernes 1° de mayo, cuando reapareció inaugurando una fábrica de fertilizantes (fábrica que, por ahora, no es nada más que un galpón vacío, sin una sola máquina adentro), mucha gente se sorprendió: “¡Kim Jong-un está vivo!”. Y, en efecto, el ‘amado líder’ no sólo que estaba vivo, sino también sano y bueno, sin rastro de ninguna de las muchas enfermedades terribles que se le atribuyeron durante las tres semanas de su desaparición por motivos que nunca nadie logró descifrar. Corea del Norte había logrado, una vez más, estar en el centro de la atención internacional. Que es, según parece, el propósito primordial de esas desapariciones frecuentes y misteriosas.

Sí: Corea del Norte es un país insólito, extravagante, con una monarquía absoluta y hereditaria, como las de la Edad Media, que sin embargo tiene un régimen socialista pétreo e implacable, que ya en la primera mitad del siglo anterior suprimió todos los derechos civiles y políticos de la población e implantó un estricto sistema de castas (Recuadro), basado en obediencias y lealtades. Es, además, un país pobre, con hambrunas frecuentes y masivas, muy dependiente de la asistencia internacional para alimentar a sus 25,5 millones de habitantes. Es por eso, precisamente, que la apertura de una fábrica de fertilizantes —para disminuir la dependencia de las importaciones de abono chino— fue la ocasión elegida para la reaparición de Kim.

Ese país pobre, con frecuencia famélico, aferrado a una ideología fallida y gobernado por una dinastía arcaica que ejerce con puño de hierro una dictadura impensable en pleno siglo XXI, es, no obstante, un protagonista de primera línea de la política internacional. Y lo es no sólo por su arsenal atómico, con el que amenaza sin cesar a sus adversarios, en especial a Japón y Corea del Sur, sino también por su sagacidad inmensa para ocupar el escenario mundial usando el misterio como arma, en un juego estratégico en el que emplea con maestría el hermetismo y el enigma.

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