El gran viaje a ninguna parte

¿Quiere volver a sentarse en un avión? ¿Su sueño más preciado en estos momentos de hartazgo e inmovilidad consiste en subirse en un avión, aunque sea sin ningún destino?


@anamacorrea75

¿Qué tal si le ofrecen el gran vuelo a ninguna parte? “The flight to nowhere”: un vuelo que parte de Sídney, Australia, y llega a Sídney, Australia, o quizás un vuelo de Hong Kong a Hong Kong.

¡Estás loca me dirán! No, mírenlo por ustedes mismos: (https://edition.cnn.com/travel/article/qantas-supermoon-flight-to-nowhere/index.html). Es uno de los inventos de la nueva era. En varios países del mundo que permanecen cerrados por la pandemia, las aerolíneas en vista del paro espantoso y la crisis económica que atraviesan, se han ideado modos de seguir operando, aun cuando esto implique volar en círculo o casi caminar —volar— en su propio terreno. Del otro lado, se han encontrado con viajeros ávidos de revivir la experiencia del vuelo: ir al aeropuerto, subirse al avión, ser atendidos por azafatas, etc. ¡La creatividad es de locos y el mercado para experiencias diversas en los países desarrollados también!

El primer vuelo a ningún lado ocurrió el sábado 10 de octubre de 2020. El vuelo de la aerolínea Qantas salió de Sídney, levantó sus alas y recorrió la bahía de la capital australiana y luego sobrevoló las costas del gran país, hasta los bordes nórdicos y el gran cañón de coral. Luego dio una gran vuelta en U y volvió a su punto de partida: el aeropuerto de Sídney. El segundo vuelo fue más reciente y, a pesar de tampoco ir a ninguna parte, tenía un atractivo más especial. Además de poder observar la vista de la ciudad desde la altura, y quizá desde la comodidad de la primera clase, al elevarse más el avión prometía ser el lugar más privilegiado para observar el eclipse lunar y la luna roja del 26 de mayo de 2021.

Los tickets para ambos vuelos se vendieron en tiempo récord. Apenas diez minutos después de haber salido a la venta, no existían más boletos disponibles. Y los precios no eran bajos, bordeaban los 400 hasta más de 2500 dólares por pasaje. Pero eso no fue un problema, los australianos invirtieron puntos y millas para subirse en esos aviones.

Una de las pasajeras que viajó en uno de esos vuelos de siete horas, al bajarse del avión, afirmó que se sintió como en casa después de meses. ¡Imagínense! Los seres humanos acorralados en nuestro encierro y escondidos en nuestras cuevas particulares hemos tenido que recurrir a estos inventos casi míticos para encontrar una relativa zona de confort. Y lo paradójico resulta que, en medio de la cuarentena prolongada, para sentirse “en casa” se necesite escapar a los cielos por el cielo como fin en sí mismo. Salir del lugar seguro para tener una sensación de fuga, aunque esta sea totalmente pasajera y nos traiga en poco tiempo de vuelta exactamente al mismo lugar donde estábamos.

Al leer sobre estos vuelos, pensé en la extraña época que vivimos y en todos los artificios que creamos para sobrellevar el hartazgo y el tedio. El vuelo a ninguna parte me pareció la constatación empírica más palpable de la nostalgia por el mundo precovid y un capricho mundano bastante absurdo. Sin embargo, también noté que tiene algo de poético en su concepción, porque parecería ser que, aunque sea en la imaginación del pasajero, lo despega de sí mismo, le permite experimentar como otro o incluso lo lleva ficticiamente a la tierra del nunca jamás, ¡cosa que buena falta nos hace!

¿Qué tal si le ofrecen el gran vuelo a ninguna parte? El vuelo que despega y vuelve al mismo lugar, como experiencia para los nostálgicos del precovid.

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