Por Eduardo Varas
Esto no es una historia de amor. Peor de amor propio. Pero hay mucho de eso, sobre todo porque para algunos ‘expertos’ la tragedia de Whitney Houston se dio cuando conoció a un Bobby Brown más joven que ella y cayó rendida ante él, y él ante ella (era imposible no enamorarse de Whitney, con esa voz de concreto y esa belleza que la acercaba a la delicadeza). De esta manera habrían entrado los vicios en su vida… Y la razón se instaura en muchos, sobre todo porque es claro que Brown es el “Ike Turner del siglo XXI”, aunque es un tanto arbitrario verlo así.
Whitney se consumió por su cuenta, acabó con su voz, con su imagen, se dejó llevar por la adicción y es mucho más fácil encontrar en otros la justificación. Ella, en pleno infierno (en 2002), dio una entrevista a Diane Sawyer en la que fue contundente: “Soy mi propio demonio”. Sin embargo, las dudas quedan.
Y por los datos que se tienen, ese demonio pudo haber ganado la pelea en el baño de un hotel, donde el 11 de febrero que acaba de pasar, su peluquera la encontró, hundida en la tina. Un bautismo a la inversa.
A veces el amor no es suficiente
Pero, ¿en realidad fue el demonio el que la consumió? Esa es la pregunta ahora, porque se perdió un ser humano con una capacidad impresionante para cantar, que se podría considerar en este punto la reina de la técnica melisma (y ¿qué es melisma?, se preguntará. Pues de acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española es “Grupo de notas sucesivas que forman un neuma o adorno sobre una misma vocal”. Y en pocas palabras: cantar de una sola varias notas y, si quiere entender mejor, escuche el final de I Will Always Love You, donde ella demuestra esa capacidad genética impresionante). De esta manera, Whitney Houston debería ser considerada la madre de todos los cantantes actuales y, en cierta medida, la razón por la cual existen programas de TV como American Idol. Todos quieren cantar como ella.
La niña prodigio
Whitney tuvo mucho amor desde niña… así como el talento y la música necesaria, detrás de una madre cantante y primera mentora, Cissy Houston; una prima como Dionne Warwick; una madrina como Darlene Love, y una tía (que realmente no fue tía, pero así la vio desde pequeña) como la grande Aretha Franklin, a la que llamaba Tía Ree. Gospel reloaded y no en vano sus inicios se precipitan a los días en que cantaba en la New Hope Baptist Church, en Newark. La misma iglesia donde más de 35 años después serían sus honras fúnebres.
La voz poderosa fue su firma. Pasaba el tiempo y se convertía en corista en varias agrupaciones y para algunos artistas. Grababa también. Tenía 15 años cuando apareció en el single I’m Every Woman, de Chaka Khan, haciendo los coros. Se fijaron en ella, la convirtieron en modelo. Estuvo en la portada de revistas como Seventeen, además de aparecer en Glamour y Cosmopolitan. Empezaban los años ochenta y las disqueras querían “carne fresca” y pusieron sus ojos en esa joven afroamericana, de gran voz.
Whitney se estrenó antes de su disco oficial. Cantó en un tema de la agrupación Material, el cover de Memories, de Hugh Hopper. Si tiene curiosidad, puede encontrar ese tema en YouTube, y escuche algo distinto a lo que ella haría en su carrera. Los jefes de los sellos hablaban con sus padres, querían que fuera de su staff, pero madre Cissy no estaba convencida. Su hija debía terminar antes la secundaria, así que mandaba a todos a volar. Con el tiempo, el “buzz” se había regado. Todos la escuchaban y la querían conquistar. Iba a tomar tiempo o quizás entrega.
Entra Clive Davis a escena (es figura importante en la historia, no solo le dio carrera, sino que Houston murió en el hotel en el que esa misma noche se le iba a hacer un homenaje a quien fue su ‘descubridor’). La escucha. Se enamora y consigue romper cualquier reticencia para que sea parte del staff de Arista. Tony Benett le dijo a Davis que había dado con lo mejor en mucho tiempo (y un día después de la muerte de Houston, el propio Bennett, el abuelo de los cantantes, puso en jaque a todos al decir que la solución a estas muertes está en legalizar las drogas. Y muchos gritaron y otros hicieron la señal de la cruz). Davis sabía que lo suyo era una inversión poderosa y la trató con cuidado. Se tomó su tiempo. Whitney firmó en 1983 y recién en 1985 su disco estaba listo. Trajo de vuelta el sistema de los sesenta: compositores, arreglistas y productores al servicio de que el artista sea rentable. Tenían al mejor francotirador, solo debían darle las mejores municiones.
Febrero de 1985. Con cuatro productores como responsables, sale a la venta Whitney Houston. Hasta ahora ha vendido 25 millones de copias y generó uno de los grandes éxitos de la cantante: Greatest Love of All, que hubiera sido su himno total de no haberse cruzado en su camino esa canción que Dolly Parton compuso para su pareja de entonces. Pero eso vendría luego, cuando hizo cine y protagonizó esa clásica película con Kevin Costner. Sí, esa canción es I Will Always Love You.
Llegaron más discos, idas y venidas, ventas masivas, videos, premios, conciertos. Todo marchaba de acuerdo a un plan perfecto, trazado con frialdad. Fue vocera de varias causas, luchó por los niños con enfermedades catastróficas (como cáncer y sida), apoyó a Mandela, hizo una versión de himno de Estados Unidos en el Super Bowl de 1991 (en plena guerra del Golfo) que generó tal impacto que fue lanzada como sencillo por su disquera. Hasta la fecha, los críticos comentan la calidad de su interpretación de la Star Spangled Banner.
En 1989 una puerta se abrió. Bobby estaba al otro lado.
El viejo Bob
Bobby Brown fue seis años menor que Whitney Houston. Siempre estará bajo ella. El 11 de febrero estaba cantando en Mississippi. Alguien se le acercó y le dijo que su exmujer se había muerto. El corazón de Bobby se rompió en mil pedazos. Lloró. Salió a escena. Cantaba y no dejaba de llorar. En un momento del concierto, miró al cielo y soltó un beso a las nubes. “I love you, Whitney”, susurró. El amor no es suficiente.
Bobby tiene su carrera, pero es nada comparada con la de su exmujer. Bobby no es el viudo, se divorciaron en 2007, luego de un proceso tedioso y aburrido, que terminó con Whitney vendiendo todo lo que tuviera que ver con él. El punto de la discordia siguió siendo la hija de ambos, Bobbi Kristina. El drama sigue: ahora es Cissy la que despotrica contra su exyerno y lo acusa de querer aprovecharse de su nieta. Bobbi Kristina debe llorar todas las noches en su cuarto, no hay duda.
Miembro de la agrupación New Edition, Bobby experimentó el éxito temprano y ya en 1985 se hizo solista. En 2000 le diagnosticaron un desorden bipolar y desde 2003 se ha visto enredado en una serie de líos con la justicia, que incluyen una detención por golpear a Houston, otra por violar los términos de su libertad condicional y una en 2004 cuando se suspendió una sentencia de tres meses de prisión por no pagar pensiones alimenticias a sus tres hijos mayores. La cara sencilla: todos sabían que el consumo de drogas era un tema diario para la pareja.
Whitney acarició el lado oscuro. Se dejó llevar. Escogió a ese compañero. Vivió casi 15 años con él. No hay mucho que afirmar sobre sus decisiones, más que cuando quiso salir del agujero lo hizo con toda la fuerza del mundo. Era 2006 cuando lo dejó. El divorcio tomaría más tiempo.
Eso que hay adentro
El demonio no la hizo perder dinero ni popularidad. Todo lo que Whitney hizo se vendió y muy bien: sus siete discos de estudio, sus tres bandas sonoras y sobre todo sus participaciones en el cine. Y si bien jugó al autoboicot desde 2000 (llegando tarde a entrevistas, sesiones de fotos, ensayos, etc.), no le fue mal con el público.
Ella perdía peso, su apariencia era la de la junkie total y los rumores crecieron hasta que explotó la posibilidad del crack en su vida. Reaccionó, se sintió ofendida. Creyó que no era posible que la culparan de algo como eso, pero lo hizo por las razones equivocadas. En la misma entrevista con Diane Sawyer de 2002, ella pronunció una frase que parece broma: “Antes que nada quiero dejar algo bien claro. El crack es barato. Hago demasiado dinero para estar fumando crack. Aclaremos eso, ¿sí? No consumimos crack. No consumimos eso. El crack es basura”.
En 2004 Bobby Brown fue la figura de un reality show de la cadena Bravo. Whitney fue importante en Being Bobby Brown; se convirtió en la razón por la que muchos vieron el show, que duró una temporada y que mostró la vida desgastada del matrimonio. El objetivo de los espectadores era observar cómo la estrella de antes, la chica querida, se convertía en una broma, se caía del pedestal y se transformaba en autora de gags, como aquella frase que se usó en todo lo que se pueda imaginar: un “Kiss my ass” enérgico, con cara de perdida. Whitney no quiso que se hiciera una segunda temporada.
Se levantó. Lanzó en 2009 su último disco. Fue reconocida por muchos, recuperó en algo lo perdido, hizo una gira que no fue la mejor porque su voz había perdido el brillo. Intentó. Quiso sacarse de encima todo lo que la agobiaba. Habló con Oprah, conversaron en televisión sobre el amigo Michael Jackson cuando recién había muerto y la revelación fue clara: “Lo vi como un espejo, no quiero terminar como él”, confesó. La limpieza no fue suficiente.
Estuvo en una fiesta la noche del 10 de febrero. Los informes de varios medios hablan de un estado alterado, de estar bebiendo copa tras copa. De una protección de los guardaespaldas que parecía estar destinada a que ella no se hiciera daño. Que uno de ellos le quitó el vaso de la mano y ella le pidió que se lo devolviera: “Es la última”, dijo. En el hotel, varias veces la seguridad debió subir a su habitación a pedirle que no hiciera tanto ruido. Whitney hervía, nunca estuvo sola. Ese demonio seguía buscando camino. Lo encontró. Se asomó al balcón y gritó con todas sus fuerzas: “I’m tired of this shit! I’m tired of this shit!” (¡Estoy harta de esta mierda! ¡Estoy harta de esta mierda!). Quizás solo se quiso bañar para calmar cierto fuego en las entrañas y el cansancio la ganó.