El crack arrogante que esconde su fragilidad.

Por Galo Vallejos Espinosa.

Foto-Deporte--okSalen, uno a uno, los futbolistas del Real Madrid. Terminan la labor diaria de preparar partidos, esta vez rumbo a la concentración del club, antes de un juego importante. Se di­visan en la puerta del estadio Santiago Ber­nabeu al andaluz Sergio Ramos, al brasileño Marcelo, al galés Cristian Bale, al francés Ka­rim Benzemá, al colombiano James Rodrí­guez… hasta que se logra ver al portugués Cristiano Ronaldo, con gorra a la moda, de visera recta, y gruesos audífonos cubriendo sus orejas. Suben de a poco, tomándose su tiempo, al bus que los llevará a un lugar segu­ro, lejos de fanáticos y de cámaras.

De pronto, aparece un hincha vesti­do con la camiseta del equipo nacional de Portugal, léalo bien, un fanático del Madrid con la camiseta de la selección lusa. Apare­ce raudo, dispuesto a superar a los forzudos guardaespaldas del equipo número uno de la capital de España. Sortea uno, dos, y el tercero lo taclea. Ronaldo, en un inicio sor­prendido, mira de reojo, al igual que sus camaradas. Al subir al colectivo, le hace un gesto a manera de saludo y disimula una mueca que parece una sonrisa.

El hincha, reprimido, maltratado, se va descosido por la acera. Se saca la camiseta lusa y vuelve a mirar al bus, que se ha dete­nido en un semáforo. De nuevo corre, con la remera en su mano ahora, y se acerca a la ventana de Cristiano. Salta y grita sin contro­larse para llamar la atención del astro, quien finalmente le presta atención y conversa por contados segundos con su fan. En el video, que se viralizó, se ve al fanático feliz durante el brevísimo diálogo, mientras se notaba la mano del jugador con el pulgar en alto.

La anécdota refleja a CR7, el numeró­nimo con el que se conoce mundialmente al jugador. Existen pruebas en línea que muestran a un Ronaldo magnánimo con sus fieles y otras no tanto. Un humano sensible, pero contradictorio, sufrido, ego­céntrico, vanidoso, imprudente, generoso, desconfiado… son distintos matices que reflejan la vida del jugador de fútbol de 31 años. No es blanco ni negro, porque si su vida fuera una pintura, debería ser trazado con diferentes colores y texturas, opuestos en determinados casos.

A la sombra de José Dinis

El cuadro del rostro de un hombre ma­duro, con el pelo corto y la barba espesa, en blanco y negro, llama la atención en el co­medor de la cocina de la mansión del futbo­lista. Se trata de un personaje omnipresente en la vida del famoso portugués: su padre. La presencia de ese cuadro es más que sim­bólica en ese lugar de la casa y de la vida de Cristiano Ronaldo.

Le dedica cada gol, cada triunfo, cada fi­nal, cada trofeo que gana, a pesar de que José Dinis Aveiro falleció hace once años, luego de una crisis hepática renal producida por años de ingesta de alcohol. El delantero lo re­veló al mundo sin tapujos hace un poco más de un año, cuando se estrenó el documen­tal sobre su vida a cargo del director inglés Anthony Wonke. En el filme, durante ciertos pasajes, el goleador se mostró sumamente abierto, aunque en otros no tanto.

Porque el luso es un ser de esta convulsa y contradictoria época histórica, inseguro pese a su éxito y su talento con la pelota, al­tivo y humilde a la vez, cuando le conviene. Se quiere vender tal y como es en la cancha, con un altísimo poder definidor, dominio del juego por todos los frentes (cabecea, dribla, patea de afuera, hace pases de gol, jugadas de lujo…), pero en realidad el de­portista también es un ser atormentado y marcado por el pasado, un pasado que pre­cisamente lo motivó para convertirse en lo que es. Veamos por qué.

Fue el cuarto y último hijo de una fa­milia de clase trabajadora en la ciudad de Funchal, la capital de la Región Autónoma de Madeira, una isla que se ubica a unos 800 kilómetros del Portugal continental, más bien cerca de las costas africanas (a 560 kilómetros de Marruecos). En ese entorno, con un padre que se dedicaba a ser obrero de la construcción y una madre encomen­dada al hogar, Cristiano desarrolló tempra­namente sus capacidades para el fútbol.

Fue precisamente su papá quien lo vinculó de una manera formal al deporte, ya que Aveiro era, además, utilero del An­dorinha, un club de fútbol local. Ahí fue donde CR7 empezó a jugar, al igual que su hermano mayor. Ronaldo era el último de cuatro y, entonces, ya sabía que fue un hijo que sus padres no planificaron: su madre María lo ha hecho público en más de una ocasión y lo señaló compungida en el docu­mental de Wonke.

Pasó luego al Nacional de la misma isla y, a los catorce años, dejó Funchal para pro­bar suerte en el Sporting de Lisboa, lejos de casa. Fueron años durísimos para el enton­ces adolescente de pelo largo y ensortijado, con rizos teñidos de rubio, dientes torcidos y ya entonces con una afición marcada por el gimnasio. Existen videos del Ronaldo adolescente mostrando sus músculos en unas vacaciones junto a su familia.

Su padre, mientras tanto, descendía por la ruta del alcohol. Cristiano ha reconocido que casi no recuerda momentos en los que José Dinis estaba sobrio.

 El ego que goleaFoto-Deporte-interior

“Es completamente indiferente al colec­tivo. Era ‘yo, yo, yo’. Hoy, después de tanto éxito, puede molestarse cuando sus colegas marcan en lugar de él. Mentalmente me re­cuerda a cuando tenía doce años”. Lo dijo Mads Timm, excompañero de Cristiano en el Manchester United. Se trata de un jugador híper competitivo, motivado precisamente en complacer a un padre ausente. A Ronal­do le duele que su viejo no haya estado en sus principales victorias, más allá de que el progenitor fue, acaso, un simple testigo en su inicio de la ruta de éxito en el fútbol, una vez que dejó Funchal a inicios de siglo y pasó a formar parte del Sporting de Lisboa, que lo cobijó y le permitió mostrarse al mundo.

María, la madre, fue la esponja emo­cional que trató de aliviar la soledad y la ansiedad del entonces joven crack en el club lisboeta, donde el futbolista debutó a los dieciocho años y, en poco tiempo, pasó como joven promesa al Manchester United británico.

Entonces Cristiano ya se había puesto en la cabeza el reto de ser el mejor, de dejar Funchal, Lisboa, Portugal. Al mismo tiem­po, quería rozar la perfección en el plano físico: se cortó el cabello, se hizo arreglar los dientes y, aunque nunca lo ha reconocido ni hecho público, existen evidencias que se ha sometido a cirugías plásticas para perfi­lar su rostro y dar una imagen perfecta a su trabajado abdomen.

Paulatinamente, se enrumbó en lo pla­neado. Del Sporting Lisboa al Manchester fue un camino más bien rápido, ya que en Inglaterra CR7 cumplió con las expectati­vas de reemplazar al emblemático David Beckham, de quien heredó el número siete en la camiseta. Además, logró un lugar en la selección portuguesa, que lo mantiene inamovible hasta hoy. Sin embargo, en su ascendente carrera, a mediados de la déca­da pasada sufrió dos golpes que lo devasta­ron y, al mismo tiempo, lo robustecieron, según su entorno más íntimo: la derrota en la final de la Eurocopa de 2004, realizada en Portugal, y la desaparición física de su padre, un año después. Cristiano, al ente­rarse, viajó de inmediato a Funchal, enterró a José Dinis, y volvió al partido que debía jugar con el United en la Liga Premier, con pedido expreso de hacerlo al entonces en­trenador de los rojos Alex Ferguson.

Un padre “excepcional”

CR7 vive con su hijo Cristiano Júnior en medio de un secreto que el jugador ha mantenido desde que nació el niño, en 2009. El pequeño crece sin mamá, además de que no sabe quién es ella, una decisión que la tomó el padre.

Una vez que nació, Ronaldo emitió un comunicado de prensa escueto para darlo a conocer públicamente. Desde entonces se empeña en dar lo mejor de su fortuna al niño, al tiempo que ha pedido de manera reiterada a los medios que respeten la inti­midad del menor. Ofreció en distintas en­trevistas que le dirá la verdad a su hijo, una vez que adquiera la mayoría de edad. Mien­tras tanto no existe la certeza de cómo vino al mundo, si fue por un vientre de alquiler o si su madre llegó a un acuerdo con su padre para entregarle la custodia.

Varios medios, sobre todo portugueses, han investigado el caso y no han llegado a tierra firme. Uno de los rotativos que más ha indagado ha sido Correio da Manhã, que llegó a publicar testimonios de una exni­ñera del hijo del crack. De ahí que se hizo viral el momento en que Ronaldo tiró una grabadora de un periodista del periódico portugués, una vez que el comunicador le pidió declaraciones en la Eurocopa jugada en Francia este 2016 y que Portugal ganó de manera histórica con un espléndido Cris­tiano Ronaldo en forma (anotó los goles más importantes y, una vez que se lesionó en la final contra Francia, apoyó al equipo a manera de entrenador desde el borde del campo).

¿Qué se viene?

Ronaldo ha pulverizado todos los ré­cords en el Real Madrid y, si no lo ha hecho en la Liga Española, es porque ha tenido que ser contemporáneo de Lionel Messi, su sombra. Los dos se han turnado en los úl­timos años para convertirse en los mejores jugadores del planeta, aunque con una ven­taja significativa para el argentino.

A más del éxito profesional y de ser pa­dre, hijo y hermano responsable (el museo de su nombre, en Funchal, lo administra uno de sus hermanos), Ronaldo es un galán consumado y la prensa rosa de distintas la­titudes ha informado de romances del juga­dor con al menos una treintena de modelos o famosas. Ninguna ha dado la talla para acompañarlo y cuidar de Júnior. La ma­dre, María, llega a decir en el documental de Wonke que el niño tiene a dos personas fijas en el mundo: su padre y ella.

Porque más allá del balón, es su hijo el motor de vida del goleador, además de los no pocos pequeños detalles alrededor de su ego: su talento, su cuerpo y su fortuna. Su riqueza material (según el portal especiali­zado Goal Rich, es de unos 210 millones de euros) la presume sin vergüenza, tal como la hace en su película, cuando pregunta a Cristiano hijo qué auto le falta en su co­chera, un hangar enorme en la que hay al menos una docena de vehículos de lujo, de todas las marcas imaginables.

Es un trabajador incansable, perfeccio­nista, orgulloso, solidario a veces, y aún con el peso de sus orígenes y los recuerdos que no lo abandonan y todavía marcan el cami­no de su vida personal. ¿Hasta dónde llega­rá CR7? Al futbolista luso más laureado de la historia le espera un futuro más bien cor­to como jugador, pero largo como padre y figura pública, con mucho dinero para con­tinuar cosechando su fama de exitoso y pre­suntuoso o para cambiarla.

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