El conspirador y su máscara

 el conspirador y la mascara    

               Los conspiradores, que eran trece, dejaron todo listo la noche anterior: bastante carbón, leña suficiente y, sobre todo, 36 barriles de una pólvora negra y reluciente, que, si todo salía como debía, iba a causar una explosión grandiosa, magnífica, que quedaría para siempre en los libros de historia y que cambiaría el rumbo —pérfido, torcido— del país. Inglaterra no volvería a ser la misma después del 5 de noviembre de 1605.

               Al día siguiente, en efecto, cuando estuviera reunido el parlamento, con el rey Jacobo I en su trono, el único de los conspiradores que tenía experiencia militar, llamado Guy Fawkes, haría reventar la pólvora y todo el enorme edificio, con sus torres soberbias, se desplomaría desde sus cimientos. La aristocracia protestante, encabezada por el rey venido de Escocia, sería borrada de la faz de la Tierra, otra dinastía asumiría la corona e Inglaterra volvería a ser una nación católica, apostólica y romana.

            La trama había sido preparada durante dos años, hasta en sus mínimos detalles. En la primavera, seis meses antes del día elegido, los conspiradores habían alquilado una bodega en los sótanos del parlamento, donde alguna vez hubo calabozos, y con mucha cautela, para no despertar sospechas, habían llevado el carbón, la leña y la pólvora. Fawkes, hombre diestro en el manejo de explosivos, se encargaría del resto.

            Además de manejar explosivos, Guy Fawkes era un católico combativo y resuelto, que en su juventud se había alistado en los tercios españoles que luchaban en Flandes, una guerra que, como otras que se libraban en Europa, tenía evidentes tintes religiosos. Al volver a Inglaterra, Fawkes se encontró con que la intolerancia religiosa, que habían empezado los Tudor tras la creación de la Iglesia anglicana, se había agravado con la dinastía de los Estuardo.

            Fawkes se unió, entonces, a un grupo de restauración católica que, dispuesto a todo, organizó la que sería recordada como la “conspiración de la pólvora”. Pero la noche anterior al ataque, cuando todo quedó listo para la explosión, alguien (nunca se supo quién) le escribió una carta a un lord católico sugiriéndole que al día siguiente no asistiera al parlamento. Las sospechas fueron inmediatas. En la madrugada, Fawkes fue apresado. Su destino estaba jugado.

            El juicio fue rápido y terminó con la condena a muerte: Guy Fawkes sería ahorcado. La sentencia fue cumplida el 31 de enero de 1606. Su cuerpo, ya inerte, fue decapitado, castrado, destripado y descuartizado. Su nombre, según ordenaron los jueces, debería ser recordado como sinónimo de perfidia y traición.

            Y, en efecto, desde entonces se celebra en Inglaterra, cada 5 de noviembre, la ‘Noche de las Hogueras’, la ‘Bonfire Night’, con un desfile de antorchas para recordar el ajusticiamiento de los traidores. Guy Fawkes, el conspirador, es recreado con una capa y una máscara.

            A esa máscara le llegaría, sin embargo, un destino inesperado: en la historieta ‘V de Vendetta’, que se hizo célebre e inspiró una película, los dibujantes se la pusieron al personaje ‘V’. Y, después, esa misma máscara fue adoptada como la imagen de Anonymous, esa legión de guerreros cibernéticos por la libertad y contra la corrupción. Y, así, cuatro siglos después de haber sido ahorcado y sus restos arrojados a los perros, Guy Fawkes es más famoso que nunca. Aunque casi nadie sepa de quién se trata. (Jorge Ortiz)

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