La Economía Violeta impulsa la igualdad de oportunidades para las mujeres en los ámbitos laboral, económico y de desarrollo social. Un término que nació en el Ecuador y que se busca incorporar a nuestras leyes gracias a activistas comprometidas que trabajan sin descanso para voltear esa balanza históricamente favorable al género masculino.

María José Zambrano Plaza (Guayaquil)
Romper barreras internas y externas
Esta guayaquileña, experta en comunicación social, marketing y gestión empresarial, se volcó al activismo en pro de los derechos y oportunidades de las mujeres cuando vivió en carne propia la discriminación de género no solo en el entorno profesional, sino en el familiar.

“Al enterarme de que esperaba una bebé, enfrenté la discriminación que seguro muchas mujeres vivimos en edad fértil: se cuestionó mi contratación para un reto laboral para el cual estaba ampliamente calificada y dentro de nuestra familia se me cuestionó por tener una empresa, varios proyectos y ser madre, sugiriendo que debía elegir y no desempeñarme en múltiples roles”, cuenta María José, quien es consultora e investigadora en varias compañías, directora de la agencia de mercadeo Cherry Marketing Agency, country manager de Bridge The Gap (consultora en género, diversidad y comunicación inclusiva) y partner en el Ecuador de She Works (plataforma digital que conecta a mujeres con el mercado laboral).
Esa experiencia la llevó a una profunda reflexión y significó “revisar en mi memoria todas las situaciones en las que alguna vez experimenté yo misma, o a través de otras mujeres, el trato desigual”. Fruto de ese análisis creó junto a Ana María Pesantes el modelo de desarrollo Economía Violeta, que plantea “impulsar el desarrollo social y el crecimiento de la economía regional a través de la equidad de género”, y que vinculó con ese color por ser “representativo de la lucha por los derechos de las mujeres y de la igualdad, pero también porque en lo espiritual, entre otras cosas, representa la libertad, la justicia y la transmutación”.
María José, de 32 años, es presidenta y cofundadora de la Organización para la Promoción de la Economía Violeta (OPEV), con sede en Guayaquil y alcance en Quito, que se gestó en 2019 y tiene como eje fundamental la investigación, pues “sabemos que para establecer acciones concretas y mecanismos precisos necesitamos datos confiables analizados con perspectiva de género”. Lanzada oficialmente en febrero de 2020, en menos de dos años ha alcanzado algunos objetivos importantes, entre los que sobresalen el haber generado cambios en las políticas públicas del país y lograr que este concepto sea considerado como parte del proyecto de Ley para la Igualdad de Oportunidades y la Economía Violeta, presentado en abril pasado por el expresidente Lenín Moreno.
“Lo más importante de esto ha sido visibilizar lo prioritario de garantizar la independencia económica de las mujeres, mejorar los indicadores de participación laboral femenina, y encaminar esfuerzos de los sectores público y privado para la eliminación de todas las formas de violencia contra las mujeres y niñas. Garantizar sus derechos hoy forma parte de la agenda de todos en el gabinete ministerial, así como de la agenda de los asambleístas”, explica María José.
OPEV ha realizado conferencias, eventos y estudios, como “Perspectiva de género en los cargos directivos de las empresas ecuatorianas 2013-2018”, en conjunto con la Superintendencia de Compañías, y “Pandemia y situación laboral de la mujer ecuatoriana”, en colaboración con la consultora Ipsos. Este año tiene previsto el lanzamiento del libro Economía Violeta, dos nuevos reportes y la capacitación en Sello Púrpura (certificación en perspectiva de género para agencias de comunicación y publicidad de Latinoamérica) a las direcciones de comunicación de diferentes instancias gubernamentales.
Todos estos esfuerzos, según María José, contribuyen a caminar hacia una sociedad más equitativa, pero también a romper con las barreras mentales que a veces levantan las propias mujeres, producto de siglos de ideas y roles preconcebidos.
“Las mujeres y niñas crecemos y nos formamos junto a una barrera invisible, la de los estereotipos de género presentes en la sociedad que se manifiestan desde temprana edad y que son la causa de que las niñas piensen que hay actividades para gente brillante y que estas no están asociadas a su género. Estereotipos que se transforman en nocivos cuando limitan su capacidad del desarrollo pleno. Me interesa encontrar oportunidades a través de la investigación para crear mecanismos que nos permitan gozar plenamente de nuestros derechos”, concluye.
Elizabeth Cáceres Maldonado (Quito)
Empoderamiento y vida libre de violencia
Por su amplia experiencia tanto en el campo de las finanzas como en el del coaching, Elizabeth sabe muy bien que la brecha de género en muchas ocasiones suele venir acompañada de un trasfondo de violencia doméstica que impide a la mujer escapar no solo del infierno en casa, sino también de un futuro de escasas posibilidades de progreso y desarrollo económico.
Para muestra la cofundadora y presidenta de la Red de Mujeres Economía Violeta, con sede en Quito, comparte cifras alarmantes: aproximadamente siete de cada diez ecuatorianas han experimentado violencia (INEC, 2019); mientras que cinco de cada diez dueñas de microemprendimientos en nuestro país han sido violentadas al menos una vez por su pareja o expareja, según el estudio “Los costos de la violencia contra las mujeres en los microemprendimientos de Ecuador”, publicado en 2020 por el investigador peruano Arístides Vara Horna.
“La igualdad de género, la autonomía en la toma de decisiones y una vida libre de violencia es parte de los derechos humanos y requieren un mayor compromiso de todos en beneficio de las mujeres, sus parejas, sus hijos, comunidades y de nuestro país”, explica Elizabeth, quien fundó la Red en 2020 luego de realizar un programa de entrenamiento en liderazgo, empoderamiento en derechos y vida libre de violencia para la Secretaría de Derechos Humanos y la oenegé Cooperación Alemana Programa PreVimujer (implementado por GIZ-Deutsche Gesellschaft für Internationale Zusammenarbeit).

Elizabeth (Quito, 1972) tiene una licenciatura en Contabilidad y Auditoría por la Universidad Central del Ecuador, además, una especialización en Finanzas y un MBA por la Universidad Andina Simón Bolívar. En este ámbito llegó incluso a ser intendenta nacional de Instituciones Financieras (encargada) y superintendenta de Bancos (subrogante), además de fundar y presidir su compañía Andes Consultoría Empresarial. Sin embargo, decidió combinar los balances y reportes económicos con la profesión de coach, para la cual se certificó en Estados Unidos y Perú.
Con la Red ha creado un conjunto de más de ochocientos miembros activos en todas las provincias del país. A través de foros, capacitaciones, programas y talleres de coaching, potencian habilidades blandas que marcan la diferencia para tomar buenas decisiones, elevar la autoestima y evitar la violencia; y fomentan las capacidades productivas y el emprendimiento con propósito, considerando sobre todo que, debido a la pandemia, muchas mujeres perdieron sus trabajo y fuentes de ingresos, con los consecuentes problemas sociales y familiares que esto generó. La Red, asimismo, mantiene diálogos con autoridades locales, provinciales y nacionales para generar cambios en las políticas oficiales, y asegurar que la mujer tenga más visibilidad en ellas.
“En 2021 logramos el apoyo de la Cooperación Alemana para efectuar un efecto multiplicador de nuestros programas a nivel nacional, gracias a las lideresas certificadas como facilitadoras. Así llegamos a 1416 mujeres y 750 obtuvieron su certificado”, expresa. En este marco Elizabeth realiza actividades especiales en las que aplica una terapia con equinos denominada Coaching y Empoderamiento con Caballos, cuyo objetivo es “relucir el potencial oculto en cada mujer y potenciarlo como mecanismo para su empoderamiento personal y económico”.
Geovanna Melendres Villavicencio (Quito)
Erradicar arraigados roles de género
“Desde la niñez entendí la desigualdad evidenciada en ese peso extra que recae sobre las mujeres, que deben ocuparse del cuidado de los hijos, de las labores domésticas y, en ocasiones, incluso de familiares con alguna necesidad especial. La inequidad también se expresa en la forma de administrar el dinero en el hogar, cuando la última palabra sobre lo que se compra la tiene el varón. Se refleja asimismo a la hora de elegir una carrera: muchas veces esa decisión es definida por el género y no por habilidades, ya que en ocasiones depende del tiempo que se le deba dedicar a fin de no interrumpir las responsabilidades con el hogar. Es decir, la vida de las mujeres suele estar atravesada por prejuicios que pueden convertirse en dogmas que se replican en todos los estratos sociales”. El testimonio de Geovanna explica la razón por la que decidió vincularse con la Red de Mujeres Líderes (Asolider), que trabaja con mujeres de Quito y sus alrededores para brindarles oportunidades de formación, de financiamiento y de negocio que les permitan romper con esos prejuicios y dogmas a los que se refiere.

Esta periodista quiteña, de 38 años, fue redactora y editora en los periódicos Hoy y El Telégrafo. Dice que, en su caso, fue en el ejercicio profesional donde la discriminación por género se hizo más visible, sobre todo al ejercer cargos de mayor responsabilidad: “En una ocasión, después del nacimiento de mi hija, un funcionario me preguntó por qué decidí volver al trabajo en lugar de asumir la maternidad a tiempo completo, haciéndome notar que esa habría sido la mejor decisión. Le pregunté a mi esposo si alguien le había hecho el mismo cuestionamiento en su trabajo y obviamente dijo que no. Entonces confirmé que los roles de género siguen arraigados y que depende de nosotras derrumbarlos”.
Para hacer una diferencia, siguió una maestría en Gestión para el Desarrollo y Crisis, y en 2018 se vinculó con la Asolider, entidad creada en 2015 por trece socias, cuyo punto en común era el ser mujeres profesionales que decidieron postergar su desarrollo personal por la maternidad y que, una vez que sus hijos crecieron, apostaron por ofrecer a otras mujeres su experiencia y conocimiento a fin de potenciar sus capacidades, en “un ambiente respetuoso con la maternidad”, como lo define Geovanna.
“Desde 2018 soy una de las 51 socias que tiene actualmente esta organización de la economía popular y solidaria. Como organización de mujeres nos interesa desarrollar las habilidades empresariales desde la empatía y la sororidad, comprendiendo la situación de cada una y promoviendo el autocuidado como punto de partida para generar entornos sociales estables que contribuyan al desarrollo de sus negocios”, asevera.
Su foco de acción está sobre todo “en la formación técnica para emprendedores, en brindar asesoría para la creación de negocios con impacto social y en crear redes de apoyo para la comunidad emprendedora del país. Procuramos que esta gestión involucre poblaciones en situación de vulnerabilidad, por ejemplo, de zonas rurales y urbano-marginales”, expresa.
En seis años la Red ha capacitado a más de tres mil personas; realizado más de cien eventos formativos y 124 proyectos de emprendimiento; y otorgado préstamos por veintisiete mil dólares destinados a capital semilla y fortalecimiento del negocio.
Cada acción aporta en algo que, de acuerdo con Geovanna, es vital para que se genere una equidad auténtica: “La brecha salarial no es un asunto exclusivamente económico; es restarle valor a una persona frente a otra por el hecho de ser mujer. Cuando se habla de derribar la brecha de género nos referimos a reconocer un salario justo en relación con el esfuerzo, formación y experiencia, sin comentarios o exigencias extras para obtenerlo”.