Por Karina Alarcón.
Llegó un papa innovador. Para ser el representante de Cristo en la Tierra le sobra fama mediática. Que ocupe portadas en más de diecisiete revistas prestigiosas, como Times, Rolling Stones, Fortune, The New Yorker, Forbes, ¡Hola!, Gente… o haya sido nominado al Nobel de la Paz en sus dos primeros años al frente de la Iglesia por su mediación entre Estados Unidos y Cuba —los eternos enemigos— hace que, a simple vista, el pontificado de Francisco sea del todo inusual. Pero más allá de las reformas y de los titulares, ¿quién es el padre Jorge, el jesuita que llegó a ser romano pontífice?
Un papa humano
“Yo me acerqué a él —no para entrevistarlo, tomarle una foto y publicarla— sino que le abrí mi corazón. Jamás quise instrumentarlo y tampoco pretendía que me llamara por teléfono… ¡y lo hizo dos veces!”. Así lo cuenta Mercedes de la Torre, periodista mexicana residente en Roma hace más de diez años, quien trabaja como comunicadora social en el Vaticano. En una visita del papa a la parroquia romana Sacro Cuore tuvo la oportunidad de hablar con él y entregarle una carta personal, abrirle su corazón, hablar desde lo más profundo de su alma y el papa la escuchó. Al día siguiente sonó su celular y escuchó: “Hola Mercedes, hablas con Francisco”.
Su llamada fue como un beso en la frente, una caricia en el alma que necesita de apoyo y de consuelo. Ella sabía que no era una broma, pues desde el primer día como sumo pontífice ha telefoneado a gente ‘común y corriente’. Una de las primeras fue pensando en su “antiguo y pequeño Buenos Aires” cuando pocas horas después de ser elegido papa —cabeza suprema de la Iglesia católica— agarró el teléfono él mismo, sin importarle su reciente nombramiento, para pedirle a la señora que le llevaba el periódico en Buenos Aires que ya no lo hiciera.
Pero el gesto más conmovedor para esta periodista, aparte de la llamada del papa, fue la carta que recibió de su puño y letra, junto a una tarjeta de felicitación a su madre en México por sus 70 años. “Yo no hablé con el papa mediático, sino con el padre Jorge; el que te lee el corazón y sin decirle casi nada, te entiende”, asegura de la Torre que todavía se conmueve al recordar ese detalle de Jorge Mario Bergoglio con ella.
Con una agenda tan ocupada, como líder mundial de la Iglesia católica y jefe del Estado más pequeño del mundo, pero el más influyente, Francisco no deja su lado humano para ocuparse de los más pequeños. Muestra de ello han sido los ‘viernes de la Misericordia’, cada uno de los viernes dentro del Año de la Misericordia en que ha salido discretamente del Vaticano, para visitar a los más necesitados: discapacitados, presos, pobres, ancianos… “Él sigue siendo el mismo —cercano y atento— que se sacaba un tiempo de ser obispo, arzobispo, cardenal para ir a tomar un mate con la gente pobre en un barrio de la periferia de Buenos Aires”, precisa de la Torre, como observadora vaticana.
Para esta periodista, en efecto, su línea de acción importa más que cualquier ideología. “Pueden decir que Francisco es comunista, que fue peronista… yo solo respondo a lo argentino: ¡este Papa es un buen pibe! Quiere hacer bien las cosas, tiene buena voluntad, reza mucho y no es perfecto pues, como todos, comete errores y quien le suceda los cometerá también. Pero yo sí meto mis manos al fuego por este tipo”.
Socialista o defensor de pobres
Como vicario de Cristo en la Tierra, el papa Francisco no se define políticamente de izquierda o derecha. Aun así y como dice uno de sus biógrafos, Austen Ivereigh, Bergoglio fue profundamente influenciado por el peronismo. Él culminó sus estudios sacerdotales entre 1958 y 1970 en pleno auge del socialismo, de la teología de la liberación y de otros movimientos sociales de la clase obrera. Desde entonces ha favorecido el trabajo para los más pobres basado en su denominada teología de la gente.
“Ha tenido seguidores y detractores, pero de lo que sí estoy seguro es que la gran mayoría del pueblo argentino siente un gran aprecio hacia él por su sencillez y su dedicación a la causa social”. Para Mario Maizel, un argentino residente en Quito que fue su vecino de infancia, Jorge Bergoglio se podría definir como socialista en su búsqueda por lograr, precisamente, justicia social —lo que pregonaba el peronismo de la época y que de alguna manera concatenaba con la doctrina social de la Iglesia—.
“Vivíamos en el barrio Flores, de clase media y de gente trabajadora. Yo de pequeño llevaba los pedidos de medicamentos a la casa de los Bergoglio. Ellos vivían en la calle Membrillar (número 530) muy cerca de mi casa y sus padres eran buenos amigos de los míos, don Mario y doña Regina, y clientes asiduos en la farmacia de mi padre”. Maizel no recuerda mayor detalle del Jorge en aquella época, pues es once años menor que él. Al mudarse al Ecuador se desconectó de Argentina; sin embargo, sus padres sí mantuvieron el contacto. Como arzobispo de Buenos Aires, él los visitaba y muchas veces los invitaba a almorzar en la curia.
Control de la natalidad, ¿alguna novedad?
Podría parecer que la misma reforma que lleva a cabo en el Vaticano, poniendo un poco de orden en una estructura centenaria y anquilosada también lo hace en la doctrina de la Iglesia, pero nada más lejos de la realidad. Simplemente trae la esencia de la verdad del Evangelio y pone a los católicos, a veces acomodados, ante ella. Y esto no siempre es del agrado de todos.
Una muestra de ello sucedió en el vuelo de regreso de Filipinas el año pasado, durante la consabida rueda de prensa cuando un periodista alemán le preguntó al papa sobre la posición católica ante la contracepción. Él respondió: “Algunos creen, disculpen la palabra, eh, que para ser buenos católicos tenemos que ser como conejos. No. Paternidad responsable. Esto es claro y por esto en la Iglesia hay grupos matrimoniales, expertos en esta materia, pastores… hay muchas, muchas maneras que son lícitas y que han ayudado”. Luego añadió que para la gente más pobre cada hijo vale oro. “Tal vez algunos de ellos no son prudentes, esto es cierto, pero vamos también a mirar la generosidad del padre y la madre que ven un tesoro en cada niño”.
Con palabras más cercanas y claras, habla a la gente de sus problemas, de lo que sucede en su vida, se compromete y da respuestas. Por eso ha pedido en muchas ocasiones “contrarrestar una mentalidad a menudo hostil a la vida” y un “diálogo consensual” entre esposos para la planificación familiar, que supone el respeto de los tiempos y de la dignidad de cada uno de los miembros de la pareja. Y en su exhortación apostólica sobre el amor en la familia, Amoris Laeticia habla de la importancia de la formación de la conciencia para poder actuar según ella: “El núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que este se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquella”.
Pero el papa no solo cita documentos doctrinales y conceptos teóricos en su carta sobre la alegría del amor, que fue la conclusión de la reunión de obispos en el Vaticano para debatir sobre la familia, sino que describe esta realidad tan humana como una complicidad de dos apasionados que caminan juntos de la mano. De hecho, en esta encíclica cita un tramo del poema Te quiero de Benedetti y describe el matrimonio como “una amistad que incluye las notas propias de la pasión, pero orientada siempre a una unión cada vez más firme e intensa”, porque no ha sido instituido solamente para la procreación sino “para que el amor mutuo se manifieste, progrese y madure según un orden recto”.
El Año de la Misericordia
Para mostrar el amor de Dios a los hombres en su propia vida y en sus problemas, el papa Francisco instituyó el Año Jubilar de la Misericordia, recientemente clausurado. 365 días para reconciliarse con Dios en todos los aspectos. Por eso no dudó en permitir que todos los sacerdotes pudieran perdonar el aborto (hasta entonces dependía del obispo) durante ese año. Ahora ha decidido que todos los sacerdotes católicos mantengan esta capacidad para siempre. Un cambio que parece sencillo pero que conlleva modificaciones en el intrincado Código de Derecho Canónico y que sin duda se realizarán.
Con todas sus fuerzas, el papa enfatizó al respecto que se trata de un pecado grave, “porque pone fin a una vida humana inocente” pero insiste en que la misericordia de Dios es más fuerte que las faltas humanas. Por eso en su carta apostólica Misericordia et miseria (que se refiere a la actitud de Jesús frente a la ‘miserable’ Magdalena) apunta que no hay obstáculo que se interponga entre Dios y el hombre. “Con la misma fuerza, sin embargo, puedo y debo afirmar que no existe ningún pecado que la misericordia de Dios no pueda alcanzar y destruir, allí donde encuentra un corazón arrepentido que pide reconciliarse con el Padre”.
Tampoco tardan en difundirse fundaciones como Rachel’s Vineyard o Proyecto Raquel que lidian con el trauma posaborto, pues muchas veces lo más complicado es perdonarse a uno mismo.
El abrazo a los divorciados
La relación entre la Iglesia católica y los divorciados y vueltos a casar no ha sido un camino de rosas, sin embargo, Francisco con su afecto de padre les recuerda que siempre hay una solución para quienes quieren vivir su fe dentro de la Iglesia. Por eso les propone que sigan un camino de acompañamiento espiritual; ha agilizado y simplificado el proceso de nulidad matrimonial y ha recordado en varias ocasiones que estas parejas no están excomulgadas.
En el pontificado de Francisco hay sitio para todos, guste a quien le guste. Si bien ciertos cambios como la comunión a parejas en dichas situaciones aún no está escrito sobre piedra, él es elocuente por medio de signos, pues como nota Thomas Binotto jefe editor de una revista católica suiza, “Francisco es extremamente ingenioso y sabe exactamente a dónde quiere ir”.
Concilio: una clave a futuro
El fenómeno Francisco, como lo llama Binotto, es signo de una nueva era en la Iglesia del todo necesaria para que no se volviera un museo. “La novedad de Francisco es su consciente libertad de acción”. Esto implica consabidos riesgos, entre ellos, el de idealizar al papa y sobre valorizar su imagen. Detrás del boom mediático del papa está “su increíble fe y detrás de su fe, su fuerza”.
Además, como reitera el editorialista, este papa sabe lo que hace. No es casual que haya convocado para febrero del próximo año a más de 50 cardenales (cada uno de los prelados que componen el colegio consultivo del romano pontífice y forman el cónclave) a una reunión para retomar los temas tratados en el sínodo acerca de la familia. No es tampoco casual que este año haya llamado a todos los presidentes de las conferencias episcopales del mundo. Todo esto simboliza una luz naranja quizás para un posible concilio, a través del cual se lograría hacer una reforma doctrinal de la Iglesia.
Y es que, en ese afán de unir y acoger, Francisco también ha mostrado sus respetos hacia los protestantes en un gesto ecuménico sin igual: la visita a Suecia, por el V Centenario de la Reforma Protestante. Por eso Anemone Eglin, teóloga reformada protestante, asegura con firmeza: “Yo espero que estos tres años de pontificado no hayan sido en vano, ¡porque el papa está jugando con fuego!”. Se refiere a que su intención de lograr que cada uno piense por sí mismo y asuma la responsabilidad de su diario vivir, al punto de volverse cada uno su propio ‘papa’ es muy peligroso. “Y sinceramente, espero que Francisco sobreviva”.