Diners 462 – noviembre 2020.
Por Nancy Morán Proaño
Fotografía: Carlos Villalba

La huella sincrética está presente en diversos platillos de la gastronomía ecuatoriana, uno de ellos el champús, bebida dulce preparada con maíz americano y aromatizado con especias que, desde Oriente, se extendieron hasta estas tierras andinas.
Registros documentales de la época colonial precisan el consumo del champús exclusivamente para una determinada época del año y en estricto apego al calendario litúrgico de la Iglesia católica, la celebración del Corpus Christi, condición que la convierte en una bebida de carácter ritual por excelencia.
Por citar un caso, las religiosas del monasterio de la Limpia Concepción de Quito, para la fiesta del Corpus, de junio de 1785, prepararon el acto ritual y festejo con días de anticipación. Los gastos se centraron en aquellos destinados a la construcción del altar, junto a la puerta de la iglesia, donde debía descansar la custodia en el transcurso del recorrido procesional por las calles de la ciudad. El regocijo no podía prescindir de la música con la participación de clarineros, tamboreros y pifaneros; así como de gigantes que hacían su espectáculo en medio del ruido de las camaretas. Para la culminación de la gran fiesta, las monjas se abastecían en el mercado y pulperías de los ingredientes necesarios para preparar y degustar los platillos especiales para la ocasión, poniendo especial atención a la preparación del champús de Corpus, endulzado con raspadura que, “como es costumbre se repartía a los invitados: caballeros y eclesiásticos y a todas las monjas de la comunidad”, costumbre que debió ser replicada por la variopinta sociedad.
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