El cannabis que alivia

Fotografía: Edu León.

Edición 443 – abril 2019.

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Para algunos dolientes, el aceite de cannabis es una alternativa para paliar su padecimiento. La mejoría que sintieron fue suficiente para dejar de lado el estigma que tiene el medicamento. Casi todo el cannabis que se consume viene de afuera, aunque hay una pequeñísima producción local liderada por Ecuador Cannabico.

El Código Penal puede sancionar su producción, pero el Ministerio de Salud tiene la posibilidad de autorizar la siembra, cultivo y producción de la planta con fines terapéuticos. La Asamblea Nacional tiene la potestad de regular el consumo del cannabis medicinal, pero esto ocurrirá si se aprueba el Código Orgánico de Salud.

La vida del pequeño Anthony, que sufre de epilepsia refractaria y tiene su cerebro lesionado en más del 80%, parecía que se apagaba en la Navidad de 2017. Su madre, Antonieta Terán, como buena cristiana llamó a un pastor para que le diera los santos óleos. “Yo estaba lista para entregarle a Dios, siempre lo he estado”, recuerda. Pero el pequeño salió adelante y, tras una vuelta en el calendario, Anthony no es el mismo que recibió la extremaunción: ahora se sienta, sonríe, come su papilla de frutas y ha empezado a pronunciar la primera sílaba de la palabra mamá. Para su madre son señales inequívocas de que “su chiquito” avanza y que las cuatro gotas de aceite decannabis que su neurólogo le recetó surten efecto. Todavía no ha dejado el Valcote y otros tantos medicamentos que toma para apaciguar sus padecimientos —incluido una gastritis crónica que le detectaron re­cientemente—, pero ya ha reducido algu­nas de las dosis diarias que lo mantenían aletargado.

A Antonieta le hablaron del cannabis medicinal en una guardería de su barrio. La dueña del centro, mientras valoraba si aceptaba o no al pequeño, presenció una de las crisis de Anthony y recomendó el uso del cannabis, que ella misma había probado con su hijo, que tenía una discapacidad del 85%. ¿Y cómo lo consigo?, fue la primera pregunta que Antonieta le hizo. “Eso es fá­cil, entras a Mercado Libre y lo encuentras”, le respondió la dueña de la guardería. Pero la madre de Anthony tenía sus reparos, asociaba el cannabis con la marihuana. En su etapa de maestra —fue docente y conse­jera estudiantil antes de dedicarse exclusi­vamente al cuidado de su hijo— vio lo que la hierba había hecho con algunos de sus alumnos. “Yo pensaba que le iba a dañar más el cerebro”, confiesa. Por eso esperó hasta tener la siguiente consulta con el neu­rólogo para tener más información sobre el cannabis. La respuesta del médico la dejó sorprendida: “Vamos a darle a Anthony, va­mos a empezar con una gotita de mañana y otra por la noche, por una semana, y de allí vamos a aumentar una gota más”. ¿Por qué el neurólogo no prescribió el medicamento antes? Antonieta no sabe, pero bromea di­ciendo que lo demandaría por eso. El niño pasó de veinte convulsiones diarias a tener una o dos. “Fue increíble, con la primera gota que le di ya tuvo sed y hambre, y a la semana volvió a comer la fruta aplastada. Era como si mi hijo se despertara”, relata.

La ley

El Ecuador tiene un marco legal confu­so respecto al cannabis medicinal. Por un lado, está la prohibición total que impuso el Código Orgánico Integral Penal en 2014, pero también está una ley de nombre rim­bombante, aprobada en 2015, que deja una puerta abierta: Ley Orgánica de Prevención Integral del Fenómeno Socio Económico de las Drogas y de la Regulación y Control del Uso de Sustancias Catalogadas Sujetas a Fiscalización, que en una de sus disposicio­nes prevé que la autoridad sanitaria pueda autorizar por escrito la siembra, cultivo y cosecha de plantas que contengan princi­pios activos de sustancias estupefacientes y psicotrópicas exclusivamente para la pro­ducción de medicamentos. Entonces, ¿el cannabis es legal? La ministra de Salud, Ve­rónica Espinosa, responde que sí, aunque reconoce que las leyes se tienen que armo­nizar y hablar específicamente del cannabis medicinal para que los administradores de justicia no se confundan. Por eso su men­ción en el artículo 333 del Código Orgáni­co de Salud es vital. “El uso medicinal del cannabis en el Ecuador ya es legal. Los pro­ductos se importan en pequeñas cantida­des y lo hacen pacientes que no tienen otra alternativa terapéutica”, aclara.

La ministra es consciente del descono­cimiento que existe de la norma vigente: “Hay desconocimiento y estigmatización. Los importadores o comercializadores que podrían traer estos productos al país tienen miedo”. El temor también toca a los médi­cos, que aunque tienen conocimiento del medicamento no lo recetan. “Hay médicos que lo prescriben y que han recibido ame­nazas de grupos que están en contra del cannabis. Este ánimo social de estigmatizar el cannabis está generando un miedo que pone en riesgo a un grupo de la población —niños, adultos, personas con enfermeda­des catastróficas— que requiere este medi­camento y no pueden acceder”, concluye Espinosa.

De cara a la posible aprobación del Código de Salud, que eliminaría las ambi­güedades en torno al cannabis, la cartera de Estado está preparada para cumplir con su parte. “Hemos trabajado en los reglamen­tos que viabilicen esto, nos hemos reunido con personas interesadas en traer estos productos y con familiares y pacientes. No lo hacemos por una cuestión ideológica, lo hacemos desde una perspectiva técni­ca, basados en las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud y en las necesidades que la ciudadanía nos ha he­cho llegar. Estamos aquí para defender su derecho a la salud”.

Parte del trabajo del ministerio ha sido elaborar una lista de las enfermedades o si­tuaciones en las que se podrá recetar canna­bis: dolor crónico, oncológico y neuropáti­co, vómito y náusea por la quimioterapia, esclerosis múltiple y espasticidad, anorexia en pacientes con VIH y epilepsia refracta­ria. Espinosa asegura que están evaluando otras patologías en las que haya evidencia científica para ampliar esta lista. La ley no alentará el uso del cannabis, según la fun­cionaria, porque recibirá el mismo trato que otras sustancias sujetas a fiscalización que ya se comercializan. “En el Ecuador ya hay un consumo de estas sustancias (deri­vados del opio o la morfina) y no por eso hay niños en las calles inyectándose anesté­sicos. Eso no pasa porque están consagra­dos y controlados para el uso medicinal”, concluye.

Las pastillas sonaban

Carlos Andrade dejó de lado el bastón que usaba para caminar cuando empezó con el aceite de cannabis. Lo suyo empezó como un dolor de huesos, pero los médicos tardaron en dar con su diagnóstico. “Pasó un buen tiempo que me daban de todo y no me pasaba el dolor”, dice. Luego le confirmaron que tenía una enfermedad que viene con los años, la artrosis, pero ningún medicamento redujo el dolor. “Me daban la pepa para la artrosis, mañana, tarde y no­che, pero nada. Yo soy hipertenso así que también tomaba dos pastillas diarias más y un diurético saltando un día. Caminaba e iba sonando como un chinesco de tantas pastillas que tenía adentro”, cuenta entre risas.

Los tres escalones que separan el reci­bidor de su casa del resto de las habitacio­nes resultaban infranqueables cuando tenía un pico de dolor. Se arrimaba en la pared para tratar de doblar las rodillas y subir con ayuda del bastón. Una de sus amigas, que es médico, le habló un día del cannabis. “Me dijo algo del THC y el CBD, y me explicó que son componentes de la planta de mari­huana, que tienen efectos antiinflamatorios y analgésicos”. Carlos dudó un poco de la información de su amiga y se remontó a sus experiencias de juventud. “Cuando te fu­mabas un pito de marihuana, te quedabas peace and love, pero yo no me acordaba de que me hubiera aliviado algún dolor”.

Se volcó a Internet y entre tanta paja ha­lló información útil como que los elemen­tos cannabicos separados no son adictivos y no te producen dependencia. “Llamé a mi amiga y le dije que estaba decidido y empe­cé con cinco gotas al día. ¡Qué barbaridad! A los tres o cuatro días mi cuerpo dejó de estar torpe”. Pese a la mejoría, también bus­có la venia de su médico de cabecera. “Me preguntó cómo me andaba sintiendo y le dije que estaba tomando aceite de cannabis y me dijo que es lo mejor para el dolor, pero que tome en cuenta que no cura”. También le confesó que tenía miedo a enviciarse y la respuesta del profesional de la salud no pudo ser más contundente. “Me dijo que más rápido me puedo enviciar tomando jarabe para la tos”, cuenta.

Los opositores

El principal argumento de quienes se oponen al uso terapéutico del cannabis es que puede alentar el consumo recreacional de la marihuana. Julieta Sagñay, psiquiatra especializada en adicciones, con una tra­yectoria de quince años, está convencida de que se enviarán mensajes erróneos a los más jóvenes. “La legalización de la mari­huana, aunque sea solo en adultos, inevi­tablemente significa una disminución en las barreras de acceso a esa droga. El joven va a interpretar que drogarse es legal”, dice y añade que recibe en su consulta casos de consumo donde se han detonado enferme­dades mentales como la esquizofrenia.

La preocupación de los opositores tam­bién se centra en la producción local del cannabis medicinal. La planta tiene una parte medicinal (CDB) y otra psicoactiva (THC), que levanta todo los recelos. “Si ya aprueban sería mejor que importen el me­dicamento, así se garantiza que ya le hayan extraído el componente psicoactivo que lleva a la adicción. ¿En manos de quién va a estar eso? Sabemos que aquí no se puede controlar ni la corrupción. Cuando usted va a la piladora de arroz, por ejemplo, us­ted se lleva el arroz, pero ¿qué pasa con el restante? No lo sabemos”, cuestiona Sagñay.

El Ministerio de Salud extenderá per­misos para las personas naturales o peque­ños emprendedores que quieran aplicar la formulación magistral —reducción de acei­tes, oleos, derivados y concentraciones— y sacar sus productos a la venta. “Por eso tie­ne que ser legal, cuando todo se regularice se evitarán las producciones clandestinas. Tendremos asociaciones que podrán hacer estas formulaciones magistrales pero con registros sanitarios. No me van a escuchar a mí defender una producción que no cumpla con los estándares aprobados. ¿Qué tal si yo en mi formulación artesanal no cumplo los estándares y el producto se contamina con una bacteria o un hongo? Hay condiciones mínimas como usar guantes, ventiladores, etc., y quienes quieran producir tendrán que cumplir con estos estándares”.

Sagñay también menciona su preocu­pación porque las transnacionales vengan y se apoderen de las tierras de cultivo, en vista de la demanda mundial por el can­nabis. Espinosa tiene una respuesta para esto: “Esas son suposiciones que carecen de sustento, yo creo que los ecuatorianos somos gente capaz de iniciar la producción de cannabis en el país. Tampoco me parece negativo que venga inversión extranjera y genere empleo, mientras cumpla la norma y pague sus impuestos”.

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“Necesitamos marihuana”

Alexis Ponce y su esposa Nelly, ambos defensores de derechos humanos, tuvieron el valor de publicar su foto en redes sociales con la leyenda: “Necesitamos marihuana”. Era 2015, ella era presa de un cáncer de seno con el que venía batallando hace años. En el Instituto Ecuatoriano de Seguridad Social le habían retirado la morfina que atenuaba sus dolores y ahora buscaban aceite de cannabis. “Me importaba un comino lo que dijera la Policía o la secretaría antidrogas. Lo que me importaba era que la gente entendiera que necesitábamos ese medicamento”, explica Alexis. La foto en redes convocó a más gente y nació la Agrupación Nacional de Pacientes y Familias por el Uso Medicinal del Canna­bis que se formó el 22 abril de 2018 y agrupa a 115 familias. El nombre largo del grupo re­coge todas las patologías: cánceres, Parkin­son, fibromialgia, capacidades intelectuales graves, artrosis, epilepsia refractaria…

La lucha de Alexis se da por partida do­ble, porque su hija, Thaís, que padece una discapacidad intelectual grave del 82% y epilepsia refractaria, también usa cannabis para controlar las convulsiones. “El cannabis reemplazó al rivotril y el neuryl, que recetan los médicos de la escuela opiácea y lo que hace es dormirles a los guaguas”, cuenta.

Alexis y el grupo de familias usuarias del cannabis no creen que la lucha sea en la Asamblea, donde todo se puede caer, sino en la Corte Constitucional. “Como sabe­mos que los políticos se niegan, vamos a presentar una acción de protección por el uso del cannabis. La Constitución nos da un derecho, yo estoy pidiendo las partidas de defunción de los seis familiares que han muerto ya, haremos que el Estado asuma este tema”, señala y recita el inventario de países que ya han aprobado el uso del can­nabis medicinal: Perú, Paraguay, Uruguay, Brasil, Colombia, México, Puerto Rico, Canadá, veinticinco estados de Estados Unidos, Inglaterra, Francia, España, Ale­mania. “Solo los países del socialismo del siglo XXI se oponen, el curuchupismo de izquierda. Bolivia, Nicaragua, Cuba, Vene­zuela y el Ecuador de siempre”, concluye.

Autocultivo

Un pequeño cuarto con la iluminación y la ventilación adecuada sirve para cultivar marihuana en el centro-norte de Quito. Es el autocultivo del grupo Ecuador Cannabico que empezó hace diez años. En su inventa­rio tienen la semilla que logró detener las más de 50 convulsiones que sufría Charlotte Figi, la niña estadounidense de cinco años, que padecía epilepsia refractaria, pero la han cruzado con otras que llegaron de Colombia.

Ecuador Cannabico nació en 2009 como un grupo de estudio y puso en línea un blog donde empezó a compartir infor­mación. Gabriel Buitrón, vocero del grupo y usuario de cannabis desde hace veintiún años, dice que al principio promovían la legalización de la marihuana, pero pronto se apuntaron en la corriente de la despe­nalización del consumo y fueron parte de las discusiones de la tabla de consumo en el Ecuador. Ahora impulsan la lucha de las familias por el uso del cannabis medicinal, porque sus mismas familias son usuarias del aceite que preparan cada mes. “Muchos confunden nuestra lucha con el derecho a fumar. No”, asegura Gabriel. Su interés, cuando la ley pase, es constituirse en un grupo formal ante el Ministerio de Salud y seguir con su producción doméstica.

El trabajo que ahora hacen es ad hono­rem. Usan la cocina del departamento don­de está el cuarto de siembra para aplicar la fórmula de reducción y experimentan con los tiempos para potenciar uno u otro com­ponente cannabico. La preparación men­sual, que les toma más de cuatro horas, les arroja dieciséis goteros que van directo a las dieciséis personas que forman parte del club del cannabis, por llamarlo de algún modo. La mayoría son las madres, tías y abuelas de los activistas que tienen cánce­res, Parkinson y problemas para dormir y saben que el cannabis alivia.

En la historia

Salud--Marihuana--6Los beneficios del Cannabidiol (CBD) han sido documentados en tiempos previos a la era cristiana, particularmente en India. Los documentos históricos revelan vastos beneficios de esta planta, traducidos a partir de literatura sánscrita que datan alrededor de 1400-2000 a. C., aunque su uso terapéutico fue descrito a mayor pro­fundidad en la medicina india Ayurveda. Incluso se encuentran registros de dichas propiedades en la antigua Grecia, hecha por Claudius Galen (131-201 d. C.) y Peda­nius Dioscorides (40-90 a. C.).

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