El cabello en abstinencia.

Por Catherine Yánez Lagos.

Fotografías: Shutterstock.

Edición 460 – septiembre 2020.

¿Qué negocios fueron imprescindibles cuando el semáforo estuvo en rojo durante la pandemia? Además de los supermercados o farmacias, las peluquerías estuvieron entre los más extrañados por mujeres… y hombres. Los testimonios así lo revelan.

Aparte de los presentadores de noticias, ¿vimos a alguien con el cabello tan perfecto mientras duró la cuarentena? No. Entre las rutinas del confinamiento: ejercitarse, atender tareas domésticas, no descuidar el teletrabajo y encima la comida —que incluyó lavado de platos—, el tiempo para arreglarse el cabello fue nulo y los espacios destinados para hacerlo estuvieron cerrados. Convivir tantos días con uno mismo convirtió al espejo en el peor enemigo. Te señaló todo: las patas de gallo, las ojeras profundas, el cabello reseco, abultado y fuera de control. Un reflejo de Gloria Trevi agitándose con su pelo suelto y peleada con los cepillos. Fuimos un eterno domingo bostezando en pijamas.

La aclamada “nueva normalidad” fue detestable para muchas cabelleras. Sin importar la edad. Sin importar el sexo.

A sus 63 años, Mónica Yépez debió replantearse sus viajes a la peluquería. Antes del coronavirus lo hacía una vez a la semana. Luego volvió, pero a los dos meses. Tiempo suficiente para ver cómo las canas le habían ganado la carrera a su tono caoba. “Podía estar sin maquillarme, pero mi pelo tenía que estar impecable”, dice.

Para Mónica esto de arreglarse es una cuestión de amor propio y no de estar bien para el resto. En el encierro inventó tres técnicas para disimular las canas: “El cerquillo me lo abombé; después de lavarme el pelo me hice trenza; para las patillas me sirvieron las sombras de párpados o el lápiz de cejas”.

El salón donde se atiende se llama Jacky. Está a quince cuadras de su casa. Diez planas y cinco de subida, estas últimas son las más cansadas, pero sucedió que se animó a caminarlas. Recuerda a sus amigas, a quienes vio por Zoom, y cuenta que ellas sí estuvieron desesperadas. “A una le ayudó el marido, parece que le dejó bien, pero a las otras les agarró la depresión por el pelo blanco”.

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