Por Fernando Tinajero
Edición 459 – agosto 2020.
Al principio estaban allí cinco personas, no sé si amigos, compañeros, conocidos, o quizá desconocidos que coincidieron en ese lugar a esa misma hora, sin que hubiera una razón especial para hacerlo. Nadie sabe cuál, si existe una razón para que ocurran encuentros de ese tipo, pero ocurren: eso es el azar.
Supongamos, por ejemplo, que el primer hombre llega al bistró porque está cansado y tiene sed: le apetece un vaso de vino. Se sienta, pide una botella y bebe lentamente cuando ve llegar a un albañil, todavía vestido con el blusón azul que suele caracterizar en su tiempo a las personas de su oficio. Lo ve quedarse allí parado, arrimado junto a la cortina, mientras pide algo de beber. Entonces, sin saber por qué, el primer hombre le hace una seña para que se siente: es como si le dijera: “Ven, hombre, aquí tengo una botella y hay sillas vacías; no me molesta tu presencia”.
El albañil acepta con una mueca de agradecimiento y, apenas se ha sentado, llega otro hombre con rostro taciturno; tiene entre las manos un mazo de cartas y parecería buscar con la mirada alguien a quien proponerle una partida. “Un tahúr”, piensa el primer hombre y siente en su interior que algo o alguien se despierta, se despereza y se dispone al desafío. El supuesto tahúr ha advertido ya ese gesto imperceptible, ese fugaz brillo en la mirada del primer hombre, y extiende la mano con el mazo de cartas sin decir ni una palabra mientras arquea levemente las cejas, como si le dirigiera una pregunta muda. El primer hombre asiente con un levísimo movimiento de cabeza y entonces los dos miran al albañil que está allí sentado, con el vaso de vino en la mano, mirándolos en silencio. Se sienta el tahúr y sin más empieza a repartir las cartas. Cada uno recibe las suyas, las mira en silencio y desde ese instante quedan fugazmente enlazados. Nada les une de verdad, excepto el tablero sobre el cual empezarán a caer, una tras otra, las cartas del juego. Azar sobre el azar.
Contenido exclusivo para usuarios registrados. Regístrate gratis
Puedes leer este contenido gratuito iniciando sesión o creando una cuenta por única vez. Por favor, inicia sesión o crea una cuenta para seguir leyendo.