NOTA DE LIBRE ACCESO

La edición y los editores

Maxwell Perkins. Fotografía: Wikipedia.org

Los editores deben ser anónimos”.

Maxwell Evarts Perkins

Otro oficio anónimo, paciente, devoto y cuidadoso, muy relacionado con la corrección es el de la edición. En la película británico-estadounidense Genius (El editor de libros), se da a conocer la vida de Maxwell Perkins, este editor neoyorquino con el olfato exacto para saborear los originales de autores como Fitzgerald, Hemingway o Wolfe que habían sido rechazados en otras editoriales y trabajar con sus obras por años hasta estructurarlos en el punto exacto para ser publicadas.

El editor consumado se compenetra con la obra y con el autor de tal manera que sabe exactamente dónde está una exageración innecesaria, dónde la tentación de aumentar texto, dónde se pierde la trama, qué partes cortar, dónde aumentar, qué es una digresión, una divagación, un cliché, pura retórica… en fin se trata de esculpir, junto con el autor, el texto original para que el libro llegue al lector “sin adornos, como un relámpago”. Ahí está el “genio” del editor. En la película están estos dos “genios”: Thomas Wolfe, el genio creador de originales de más de cinco mil páginas, y Maxwell Perkins, el “genio” editor que escavó y escavó hasta descubrir lo esencial.

Canal: Movieclips Trailers.

Cuando Thomas Wolfe le dice que quiere dedicarle su segundo libro, Perkins responde que preferiría que no lo hiciera: “Los editores deben ser anónimos. Más que eso, siempre existe el temor de que haya deformado su libro. ¿Quién sabe si debía quedarse tal y como lo trajo? Guerra y paz, no solamente Guerra. Eso es lo que nos quita el sueño a los editores. ¿De verdad mejoramos los libros? ¿O simplemente los hacemos diferentes?”.

El éxodo arrancó. A toda prisa, familiares en distintas esquinas del planeta se pusieron en contacto con los consulados para que los burócratas buscasen hacedores de milagros. Y es que, con una crisis en marcha, las soluciones mutan en quimeras.



Cuando lees un buen texto dices: “yo hubiera querido escribirlo así”. Cuando lees uno malo: “yo lo escribiría mejor”. El editor primero y luego el corrector deben lograr que el libro sea la justa medida entre lo que el autor quiso decir y pudo decirlo con nuestro apoyo. Que esa línea fronteriza entre autor y lector quede claramente distinguida, y que este último no deba hacer nuestro trabajo en el momento irremediable. 

Autor-editor-corrector-lector es también una relación que se logra con amor: amor por las palabras, por el idioma, por la literatura, por sus autores y, sobre todo, por sus lectores, para que entren en el sueño, que es cualquier lectura, sin que nada les sobresalte y los saque de él.

*Los dos últimos artículos de Lenguaje y estilo fueron publicados en la edición de Mundo Diners 418, de marzo de 2017 por la correctora de estilo Paulina Rodríguez.

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