Ecuador es una supernova

Por Rafael Lugo.

Ilustración: Shutterstock.
Edición 464-Enero 2021.

Vamos al principio: las estrellas que vemos brillando en el cielo acogen en sus cuerpos auténticas batallas de fuerzas. Para brillar convierten hidrógeno en helio, hasta que se agota y cuando solo queda helio, se enfría hasta morir. El hidrógeno es como la injusticia; el helio, como el odio.

Las estrellas masivas pierden la capacidad de generar reacciones termonucleares en su núcleo, y así quedan sin fuerza para sostener la presión de la degeneración de los electrones. Este fenómeno las lleva a colapsar hacia su interior y a lanzar hacia el exterior una final y poderosa emisión de energía. En los seres humanos esto sería equivalente a poder lanzar un último y largo grito estremecedor, pero después de morir.

Esta final etapa de brillo, que es un brillo miles de veces más intenso que el que tuvo la estrella, podrá ofrecer al espacio colores y intensidades diferentes. Todo depende de su masa inicial. Podrán ser gigantes rojas o supergigantes azules. Se robarán el protagonismo de la galaxia durante meses y morirán en un agujero negro o en una estrella de neutrones.

Ecuador está cerca, demasiado cerca de nuestros ojos y corazón. Podríamos creer que atravesamos una era de fulgor, pero esa luz está por terminar. Somos habitantes de una supernova. Se ha ido para adentro, como una estrella sin energía para sostenerse. Este país parece vivo pero se ha consumido y está desapareciendo. No tenemos energías termonucleares, ni tampoco hidrógeno que se convertirá en helio. Tenemos egoísmos insostenibles, delincuencia desbocada, nos vamos hacia adentro. Y adentro no hay nada.

Nuestro hidrógeno ha sido la injusticia social de siempre. El helio que nos queda es el odio destructor y resentido. No nos quedan elementos químicos suficientes para detener lo inevitable. Son demasiados los empresarios que juegan sucio, demasiados los sindicatos que juegan sucio, demasiados los partidos políticos, gremios y confederaciones que solo sirven para enriquecer a sus mandamases. Y quemándose en la ignorancia voluntaria, millones de fanáticos irreversibles que, o esperan la llegada del Mesías o la llegada del fin del capitalismo. Con la misma fe ciega y, a veces, con distintos niveles de violencia.

Hasta la carne de cañón que somos la mayoría se va a terminar. Y la carne quemada no sirve ni como carbón, sino como nostalgia. Estamos condenados, y tarde o temprano el socialismo siglo XXI va a volver. Si no es hoy, será en cuatro años.

Entonces seremos como Venezuela o Argentina, que son estrellas que se murieron antes. Un poco antes.

Para escapar de un agujero negro, dicen los expertos, necesitas alcanzar una velocidad equivalente al doble de la velocidad de la luz. Imposible hasta en la teoría. Hay que escapar mientras todavía brilla la estrella de nuestro corazón.

Aunque la estrella ya esté muerta.

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