
Entre avatares del bien y el mal, el descontrol y la redención, galopó el gran novelista ruso que legó a la humanidad la desnudez del alma humana.
Virginia Woolf, William Faulkner, Sigmund Freud, Ernest Hemingway, Hermann Hesse, Jorge Luis Borges y Haruki Murakami son algunas de las lumbreras para quienes no fue indiferente la intimidad del bien y el mal en el alma humana que sembró Fiódor Dostoievski en la literatura rusa del siglo XIX.
Entre más de una docena de novelas y sin incluir cuentos, bastan tres obras: Crimen y castigo (1866), El idiota (1868) y Los hermanos Karamázov (1880), para glorificar al maestro de una narrativa que profundizó en matices psicológicos, filosóficos, sociales y éticos.

“Hay autores que prefiguran y dan sentido a una época. De esa estatura es sin duda Fiódor Dostoievski, el escritor que transformó la comprensión y la expresión de la condición humana. Sus logros formales y temáticos, y la hondura psicológica de sus personajes anticipan el psicoanálisis y el existencialismo”, señala el escritor mexicano Juan Villoro en el artículo “Dostoievski: el aprendizaje del éxtasis”.
Dostoievski nació en Moscú el 11 de noviembre de 1821 y desde muy joven tomó conciencia del maltrato que sufrían los campesinos en una propiedad de su familia. El contexto rural, la educación religiosa y la férrea disciplina paterna en la infancia definieron a muchos de sus posteriores personajes literarios.
Su padre, el médico Mijail Dostoievski, murió mientras Fiódor estudiaba en la academia de Ingeniería en San Petersburgo. A raíz de esa pérdida, el joven sufrió un primer ataque epiléptico, una enfermedad que padeció hasta el final de su vida.
La ingeniería no atraía al joven egresado, quien solo obedeció los deseos de su padre, porque su verdadera vocación era la literatura y con veinticinco años publicó su primer título, Pobres gentes, que alcanzó gran notoriedad.
La vida de Dostoievski dio un giro, tras ser encarcelado en 1849 por frecuentar un grupo de intelectuales liberales, opuesto al régimen zarista. Tras un indulto de último minuto, en un simulacro de fusilamiento para los conspiradores detenidos, fue condenado a trabajos forzados en Siberia. Hasta 1860 no se le permitió retornar a San Petersburgo. Esos eventos lo marcaron profundamente y desembocaron en profundas reflexiones sobre el sentido de la vida, las injusticias sociales y críticas a las ideas socialistas.
Junto a León Tolstói y Antón Chéjov, Dostoievski conforma la tríada de escritores rusos más admirados, así como es considerado el fundador del existencialismo con una notable influencia, por ejemplo, en el pensamiento de Albert Camus y Jean-Paul Sartre.
Creador de “dispares y, a veces, opuestos mundos” su prosa generó, y todavía lo hace, múltiples interpretaciones e investigaciones relacionadas con la filosofía, la religión, la psicología, la moral, la política, el arte y la metafísica, según la crítica literaria Angelina Muñiz (http://ru.ffyl.unam.mx), quien divide las etapas creativas dostoievskianas entre una positiva, progresista y humanitaria, y otra —los últimos años— negativa, reaccionaria y religiosa.
Dostoievski disfrutó de admiración y de éxito literario, pero también tuvo detractores. La recurrencia de personajes sórdidos como asesinos, prostitutas y alcohólicos no era muy bien visto en su época y algunos pensaban que “sus novelas ofrecían una descripción pervertida de los rusos”, señala el portal informativo Russia Beyond.
Pero “el crítico más feroz”, según este mismo portal, fue otro gran narrador, Vladimir Nabokov, quien lo tildó de “mediocre”, “falto de gusto” y difícil de admirar por “su monótono trato con personas que sufren de complejos prefreudianos, la forma en que se revuelca en las trágicas desventuras de la dignidad humana”.
El escritor ruso tuvo adicción al juego, enviudó de su primer matrimonio y se casó con Anna Grigórievna Snitkina, quien le doblaba la edad, quien fue también su secretaria.
2021 será un año para realzar la gigantesca estatura literaria de Dostoievski al cumplirse el bicentenario de su nacimiento en noviembre. Mientras tanto, palabras de Villoro son oportunas para honrar el 140 aniversario de su muerte, ocurrida el 9 de febrero de 1841, cuando “treinta mil estudiantes siguieron su cortejo fúnebre…” y Dostoievski, “reo del dolor y el éxtasis, alcanzó la libertad”.
Edición 465-Febrero 2021