Por Martha Mena.
Fotografías de cortesía.
Edición 435 – agosto 2018.
Estefanía Herrera, nacida y crecida en el Ecuador, llegó a París en 2012, a los veintitrés años, sin hablar ni una sola palabra de francés. Poco después consiguió un puesto administrativo en la compañía Global Fresh Trading, exportadora de frutas y legumbres, en el que le bastaba con hablar español. Allí, Herrera pasaba días enteros trabajando cual burócrata, y por las noches, ya en su casa y peleando contra el sueño, ejercía su verdadera pasión: diseñar bolsos que combinaban el folclore andino con la moda parisina.
A inicios de 2015, Estefanía usó estos diseños para crear Pelle Paka, su primera marca registrada. Mientras ella diseñaba en Francia, Valentina Almeida, su gran amiga de la infancia y a quien se refiere cariñosamente como Cheps, recibía los bocetos en el Ecuador y los llevaba a Cotacachi, donde artesanos locales confeccionaban los bolsos bajo su guía y supervisión. “Hubiera sido imposible para mí crear una marca como Pelle Paka sin contar con el apoyo de la Cheps en el Ecuador. Ella era la que se reunía con los artesanos de Imbabura y hacía el control de calidad. O sea, ella monitoreaba que los diseños queden como queríamos que queden”.
Desde entonces, el modelo de negocios de Pelle Paka consiste en crear colecciones cápsula: es decir, líneas exclusivas de prendas hechas en pequeñas cantidades, de entre diez o doce piezas. De esta manera, Estefanía y Valentina pueden esperar a que una colección se venda por completo antes de crear una nueva. Este concepto de crear piezas únicas las identifica y les da su lugar en un mercado tan competitivo como el de París. “Aunque tú seas ecuatoriana, tú entras a la boutique y dices: ‘guau, estos diseños no he visto nunca en el Ecuador’”, explica Herrera, y sigue, “no soy una visionaria, pero puedo proyectar mucho las tendencias. Siempre tuve un buen ojo para predecir qué corrientes de la moda iban a ser grandes en el futuro”.
Estefanía volvió al Ecuador después de haber pasado tres años viviendo al intenso ritmo de sus dos trabajos, diseñando para Pelle Paka y despachando en una oficina para la compañía exportadora de frutas y legumbres. Su visita, sin embargo, fue corta. A los tres meses se dio cuenta de que su vida ya no estaba aquí sino allá, y regresó, otra vez sin un horizonte definido, a la Ciudad Luz. “Volví sin trabajo, sin casa dónde vivir y sin un plan concreto”, confiesa.
“Arrendar un departamento en París, sin tener un trabajo fijo o ser estudiante, es muy difícil”, dice Estefanía. Su salvación fue aplicar a un startup house, un espacio concebido para que conviva y trabaje un grupo de personas jóvenes, cada cual involucrado en una empresa fresca y distinta.
“En el startup house éramos diez jóvenes emprendedores, cada uno desarrollando su propio proyecto”. Con nostalgia, la joven diseñadora recuerda que vivir ahí fue la experiencia más intensa de su vida. “Dormíamos tarde y nos levantábamos temprano. Teníamos dos mesas grandes de madera en la sala de la casa, y ese era nuestro espacio de trabajo. Pasábamos ahí la mayor parte del día, cada uno promoviendo lo suyo”.
En el startup house, donde Herrera vivió tres meses, recibió varias charlas de empresarios que, como ella, comenzaron con proyectos pequeños y luego lograron recaudar los fondos suficientes para echarlos a andar.
En medio de este ambiente creativo y motivador, mientras Herrera seguía con Pelle Paka, empezó a surgir la idea de La Boutique Equatorienne. Hoy, Herrera dice que la energía grupal en la que vivía y trabajaba en el startup house fue un factor clave para lanzarse al proyecto. “Tuve algunas dificultades al abrir la boutique, pero nada fuera de lo normal; Francia es el país perfecto para emprender porque el Gobierno francés te ayuda mucho”.
En un principio La Boutique Equatorienne sería solamente un espacio físico donde mostrar las piezas de Pella Paka, pero pronto fue evidente que sus colecciones cápsula no serían suficientes para llenar un local. La solución fue ponerse en contacto con otros diseñadores ecuatorianos para que ellos también mostraran sus creaciones en lo que empezaría como una tienda pop-up, cuyo propósito es ofrecer un espacio en las calles comerciales más populares de ciudades como París o Nueva York, a un costo accesible. Estos espacios, temporales, permiten a diseñadores jóvenes promover sus marcas por un corto tiempo, a veces un mes o menos, para así librarse del compromiso económico de alquilar un local a largo plazo.
“Desde que fundé Pelle Paka fui adentrándome poco a poco en el mundo del diseño ecuatoriano. Cuando diseñé mis primeros bolsos empecé a seguir a muchas de las marcas que finalmente fueron las que recluté para La Boutique Equatorienne”.
Con una mezcla de humildad y orgullo, reconociendo los frutos de su esfuerzo, Herrera cuenta que su propuesta tuvo muy buena acogida entre los diseñadores que fueron contactados. Ella piensa que fue porque la oportunidad les ofrecía la flexibilidad perfecta: sin correr mayores riesgos, las marcas probarían el mercado y se darían a conocer en una de las principales capitales de la moda.
En un principio, La Boutique Equatorienne ocuparía temporalmente el número 32 de la rue du Faubourg Montmartre, pero hace poco se cumplieron dos años desde que abrió sus puertas por primera vez. “Cuando un cliente entra a la boutique le ofrecemos un cafecito ecuatoriano o tal vez un chocolate. De esta manera lo que la boutique te da es una experiencia no solo de diseño, sino también de colores, sabores y olores”, explica Estefanía.
A medida que Herrera, Pelle Paka y la boutique se fueron haciendo más populares, las responsabilidades también se fueron incrementando, y con ellas un irónico miedo a crecer. “He tenido momentos en los que me pregunto: ¿será que me quiero quedar en París para siempre?”. Herrera reconoce que, a medida que pase el tiempo será más difícil contestar esa pregunta con un no y cerrar la boutique, ya que, aunque sea pequeña, actualmente hay mucha gente involucrada en el proyecto.

Por el momento La Boutique Equatorienne no muestra signos de cierre. Herrera predice que el diseño ecuatoriano en París tiene mucho futuro, justificando su predicción con la buena clientela que tiene, y que regresa. Incluso nos cuenta que ahora son los diseñadores quienes la buscan, interesados en exponer sus piezas en el local. “Siempre va a ser La Boutique Equatorienne; mi propósito es mantener nuestra identidad, pero sí me interesa hacer un pequeño muro de marcas peruanas o colombianas, que son algunas de las nacionalidades que me contactan”.
Estefanía Herrera trabaja de lunes a sábado, y aunque muchas veces termina agotada, sabe que todo esto es parte del estilo de vida que eligió. El día a día en la boutique no es nada fácil. Primero, Herrera se asegura de llegar temprano y limpiar todo el local. Luego cambia la vitrina, “la gente se aburre si ve todos los días lo mismo, ¿sabes? Hay que prestar mucha atención al visual marketing”. El resto del día pasa recibiendo y etiquetando nueva mercadería, respondiendo mails, promocionando la boutique y Pelle Paka en redes sociales y, por supuesto, atendiendo clientes.
Al final de la entrevista, le pregunto qué mentalidad la mantuvo a flote durante estos últimos años. Ella dice que nunca tiene miedo a fallar, que se mantiene positiva en cualquier circunstancia y que es de esas personas que se enfocan en las oportunidades de un proyecto, no en los riesgos. “En cierto modo sé que, si quieres algo, te enfocas y eres persistente, lo lograrás porque si vas tocando puertas alguna va a abrirse”.
En el caso de que su proyecto llegara a un fin prematuro, Herrera no se sentiría derrotada. “Con la boutique cumplí uno de mis muchos sueños —dice—, ha sido una idea exitosa por más tiempo del que me propuse inicialmente y para mí eso es suficiente”.