Charles Perrault sentó las bases narrativas de los cuentos de hadas al recuperar espeluznantes leyendas populares de violencia, maldad y sexualidad.
El 12 de enero se cumplen 395 años del nacimiento del escritor francés Charles Perrault. Trascendió como un hombre de letras, pero estudió Leyes y fue una figura influyente en la corte de Luis XIV.
Fuera de las paredes palaciegas, encontró una resonancia que perdura a lo largo de más de tres siglos. A él se debe que “el cuento se convirtiera en un género literario por derecho propio”, afirma la enciclopedia francesa Larousse.
Con 69 años, Perrault publicó en 1697 cuentos con moralejas que llegaron al público como Les Contes de ma mère l’Oye (Los cuentos de mamá ganso o Los cuentos de mamá oca).
Esa compilación abarcó Caperucita roja, Cenicienta, El gato con botas, Barba azul, La bella durmiente, Las hadas, Riquete el del copete y Pulgarcito. Además, escribió en verso Griselda, Piel de asno y Los deseos ridículos.
Perrault dio forma narrativa y un alcance didáctico y moral a leyendas orales y relatos tradicionales, por lo general, permeados de violencia, maldad y sexualidad.
El fantasioso mundo de princesas, hadas, brujas y hechizos del autor francés ha sido objeto de múltiples adaptaciones. Las más conocidas son las literarias de los hermanos Grimm y las cinematográficas de los estudios de animación de Disney.
Por ejemplo, en la versión de Perrault, la adorable Caperucita se desnuda y —al igual que su abuelita— es devorada por el lobo, mientras los Grimm obviaron la desnudez e introdujeron el personaje del cazador que salva a la niña y a la anciana.
Las visitas al castillo de Ussé inspiraron a Perrault a crear La bella durmiente, cuyo despertar, en la terminología actual, fue provocado por el beso no consentido de un príncipe soltero.
El italiano Giambattista Basile fue el primero en narrar esa historia en 1634 con el título de “Sol, Luna y Talía”, pero con un giro diferente: un rey casado encuentra a la princesa dormida por el hechizo, se acuesta con ella y la deja embarazada; es decir, la viola.


Otro cuento reinventado es Cenicienta. Su probable origen en la antigua China dio algunas pistas a Perrault para su versión con los zapatos de cristal como prueba de conquista del príncipe azul.
Esta “historia sobre mujeres y para mujeres” ha sido despojada en sucesivas adaptaciones “de gran parte de su potencial feminista”, asegura el profesor universitario Alexander Sergeant en un artículo para The Conversation.
Los Grimm añadieron tintes dramáticos con el corte de los dedos y del talón de las hermanastras en su intento por calzar los famosos zapatos, cosa que no hizo Disney al apegarse a la versión francesa, y dar un final feliz con el perdón a las malvadas madrastra y hermanastras.
Una reciente reinterpretación es la de Amazon Prime que presentó a una Cenicienta (Camila Cabello es la protagonista) independiente y empoderada que persevera por cumplir sus sueños profesionales.
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