Por Milagros Aguirre.
Ilustración: Adn Montalvo Estrada.
Edición 440 – enero 2019.
Si creyeron que las tabletas y los dispositivos electrónicos acabarían con él, se equivocaron. Nada ha podido reemplazar al libro impreso. Los anuncios sobre el fin del libro han sido como las predicciones acerca del fin del mundo: crean pánico pero el apocalipsis no llega. El libro sigue siendo mimado, un objeto del deseo: basta ver cómo salen los lectores, grandes y chicos, llenos de libros de las ferias. Libros de regalo. Libros de consulta. Libros de ayuda. Libros para expertos. Libros académicos. Libros para armar. Libros que son juguetes. Libros de diseño, hermosamente ilustrados. Bellos y delicados libros, objetos que no mueren.
El olor del papel, la textura, la forma de pasar las páginas hacen del libro un objeto peculiar. Y es que el libro no requiere ni batería ni electricidad, no se descarga, se puede guardar, se vuelve a él si la lectura ha sido buena, se lo tiene de cabecera, como buena compañía. La experiencia del libro en papel sigue siendo única. La prueba es que el auge de la venta de dispositivos electrónicos para leer pasó de veinte millones en 2011 a doce millones en 2014 (Forrester Research). Y no es que el libro en papel se resista a morir pese a los avances tecnológicos: es que está vivo.
El libro impreso no tiene los días contados. Al menos no está a punto de morir, como vaticinaban las malas lenguas. Al contrario. El último informe del Centro Regional para el Fomento del Libro (Cerlac) (El libro en cifras, 2017) dice que el mercado anglosajón experimentó caídas en las ventas de libros electrónicos. Cifras de Nielsen indican que, entre 2015 y 2016, las ventas en Estados Unidos de libros en este formato disminuyeron el 16%, mientras que las de libros impresos se incrementaron el 3,3%.
Los fabricantes de dispositivos se rompen la cabeza ideando formas idóneas para la lectura, como quitando el brillo de las pantallas, pues afectan a la vista, o incorporando luz regulada. Curioso: dicen que los dispositivos electrónicos para la lectura han seducido a la gente mayor por una sola ventaja: permiten agrandar la letra. Salvando las bondades de los dispositivos electrónicos, como el peso o la facilidad de llevar enormes bibliotecas, el producto no termina de cuajar. Incluso hay empresas que perdieron bastantes recursos invirtiendo en la adaptación de sus productos a los soportes electrónicos. Y es que hay cosas que no mueren, como los libros. O como la buena música: ya ven, ¡por más reguetón horrible que suene en las radios, el mundo se paraliza cuando suena la voz de Freddy Mercury! Bohemian Rhapsody se vuelve viral y varias generaciones oyentes de rock se unen, sea por nostalgia o por moda, pero ahí están, tarareando sus canciones y escuchándolas a todo volumen. Hay cosas que no mueren, que son eternas, que nos seducen: los libros y la buena música.