El Corredor contra la Franja

Fotografía: Shutterstock

Ya en plena guerra fría, Estados Unidos y China quieren trazar las nuevas rutas del comercio mundial.

El anuncio —inesperado, aunque se sabía que algo grande estaba siendo preparado— fue efectuado sin mucha fanfarria, como si se tratara de un proyecto más de infraestructura para impulsar y abaratar el comercio internacional. La idea, según parece, era no elevar las tensiones, ya altas, entre los Estados Unidos con sus aliados y la China con los suyos. Pero, por cierto, el plan anunciado a mediados de septiembre en Nueva Delhi no era tan sólo un proyecto más de infraestructura. No. Era la iniciativa global con la que el bloque occidental quiere contrarrestar la vertiginosa expansión geopolítica china. Nada menos.

De lo que se trata, como propuesta central, es de crear mayores y mejores enlaces de transportes, energéticas y digitales tanto desde Asia (en especial desde la India y el Oriente Medio) como desde África, conectando los dos continentes con Europa mediante redes ferroviarias y marítimas que multipliquen el comercio y que refuercen la influencia de los Estados Unidos y la Unión Europea en dos regiones en las que la China ha logrado penetraciones substanciales, sobre todo en los últimos diez años. Una batalla más, por lo tanto, de la guerra fría que ya se libra en el mundo entero.

Hace diez años, en efecto, el presidente chino, Xi Jinping, dio un discurso en la Universidad Nazarbáyev, en Astaná, la capital de Kazajistán, que lo empezó con lo que parecía ser nada más que un ataque de melancolía: “Zhang Qian, como emisario del emperador Wu, efectuó hace 2.100 años unas magníficas travesías que abrieron la puerta a un contacto amistoso entre la China y los países del Asia Central y que dieron origen a la Ruta de la Seda que unía el Este y el Oeste, Asia y Europa”. Unos minutos después, tras hablar de la “nueva era que vive el mundo”, lanzó su idea.

“Para que todos los países euroasiáticos —dijo Xi— puedan disfrutar de lazos económicos más estrechos, una cooperación más profunda y un mayor espacio para el desarrollo, debemos utilizar un modelo innovador, construyendo juntos un cinturón a lo largo de la Ruta de la Seda”. Esa idea la convirtió, casi de inmediato, en un plan estratégico amplio y ambicioso de infraestructuras para expandir los intereses chinos por Asia, África y Europa del Este, al que llamó ‘La Franja y la Ruta’. Y desde entonces invirtió cientos de miles de millones de dólares.

LA NUEVA RUTA DE LA SEDA ES EL PLAN ESTRATÉGICO DE CHINA

Corredor comercio
FUENTE: MERICS (INSTITUTO MERCATOR PARA ESTUDIOS SOBRE CHINA), EL PAÍS.

La nueva Ruta de la Seda cumple con el objetivo de diversificar las fuentes de acceso a energía de China, conectar con nuevos mercados y aliviar los problemas de sobrecapacidad de producción de algunos de los sectores emblemáticos, como el acero y el cemento. Pero también supone un incremento del comercio con los países OBOR (One Belt, One Road) gracias a que el gigante asiático ha dado acceso directo a los bancos de la zona para hacer transacciones directamente con la moneda china, favoreciendo así la internacionalización del renminbi.

FUENTE: WWW.WEFORUM.ORG

Una década turbulenta

Cuando anunció su plan, el 7 de septiembre de 2013, Xi estaba empezando su gobierno (al que más tarde él se encargaría de volverlo vitalicio) y las tensiones entre chinos y estadounidenses todavía eran muy moderadas. Más aún, la gran recesión mundial de 2008 todavía golpeaba y, para superarla, las mayores economías se entrelazaron, por lo que parecía que las rivalidades entre las dos superpotencias se demorarían en estallar. Pero, sin que casi nadie lo anticipara, los acontecimientos internacionales se precipitaron e hicieron de la siguiente una década turbulenta.

Fue así que en marzo de 2014, medio año después del discurso de Xi Jinping, Rusia se apoderó por la fuerza de la Península de Crimea, incluida la ciudad autónoma de Sebastopol, lo que reveló la magnitud de los sueños imperiales del presidente Vladímir Putin, quien ocho años más tarde, en febrero de 2022, dio un paso más en su intento de borrar Ucrania de la faz de la Tierra con una invasión que desató la guerra que todavía prosigue. Al expansionismo ruso se sumó en 2020 la pandemia que terminó de alterar las relaciones del poder mundial. Sí, fue una década de cambios profundos.

(Tan profundos fueron los cambios que incluso Astaná, la ciudad donde Xi dio su célebre discurso en 2013, dejó de llamarse así: en 2019 fue rebautizada ‘Nursultán’, como homenaje desenfrenado a Nursultán Nazarbáyev, quien fue presidente de Kazajistán desde 1990, todavía en tiempos del socialismo soviético, hasta que renunció a la presidencia —pero no al poder— en 2019.)

CORREDOR ECONÓMICO INDIA – ORIENTE MEDIO – EUROPA (IMEC)

El Corredor Económico India – Oriente Medio – Europa (IMEC) es una enorme operación de diplomacia lanzada en la reciente cumbre del G20 en Nueva Delhi. Los participantes incluyen a Estados Unidos, India, Emiratos Árabes Unidos, Arabia Saudita y la UE, con un papel especial para las tres principales potencias europeas, Alemania, Francia e Italia. Es un proyecto ferroviario multimodal, junto con transbordes y vías auxiliares digitales y eléctricas que se extienden hasta Jordania e Israel.

FUENTE: WWW.OBSERVATORIOCRISIS.CO

La nueva Ruta

Sobre la vieja Ruta de la Seda, que había sido recorrida durante ya catorce siglos cuando Marco Polo la hizo famosa en las cortes europeas con sus narraciones de sus viajes al Oriente (Recuadro), la China se dedicó a invertir en proyectos muy variados, mediante acuerdos con 150 países (que, según sus datos, crearon 420.000 empleos y sacaron de la pobreza a 40 millones de personas), con lo que, además, multiplicó los mercados para sus productos y redobló su influencia: hoy decenas de países son deudores del gobierno y de los bancos chinos, con la consiguiente dependencia de sus economías.

Esa expansión de la influencia china empezó por generar acusaciones de neocolonialismo (según la revista Foreign Affairs, ya hay una lista de países sobreendeudados con la China: Sri Lanka, Tanzania, Kenia, Malasia, Pakistán, Montenegro, Argentina…) y derivó en una evidente inquietud de las potencias occidentales, que desde hace varios años ven como cada día pierden peso en los asuntos globales. Pero la invasión rusa a Ucrania, primero, y el acercamiento ruso-chino, después, les hizo reaccionar: algo tenían que hacer. Y lo hicieron con el anuncio de septiembre en Nueva Delhi.

Para contrarrestar el avance chino a través de la Ruta y la Franja, los Estados Unidos y la Unión Europea anunciaron el ‘Corredor India-Oriente Medio-Europa’ (al que, por sus siglas en inglés, llaman IMEC), cuyos cuatro puntos primordiales de conexión, estratégicamente seleccionados, serán Arabia Saudita, los Emiratos Árabes Unidos, Israel y Jordania. La idea es reducir en cuarenta por ciento los tiempos y los costos del comercio entre la India y Europa. El Corredor tendrá también una ruta transafricana, con un ferrocarril que atravesará Argelia, el Congo y Zambia.

La era de la revancha

Xi Jinping asegura que la construcción
conjunta de la Franja
y la Ruta ha abierto un nuevo
espacio para el crecimiento
económico mundial.
Ilustración: Shutterstock.

Es un proyecto “histórico”, según coincidieron en calificarlo el presidente estadounidense, Joe Biden, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. Y es que transcurrieron diez años (de septiembre de 2013 a septiembre de 2023) para que el Occidente respondiera, con su Corredor, a la Ruta y la Franja chinas.

Y al haberlo hecho en Nueva Delhi, dando a la India un protagonismo estelar, el mensaje político fue muy poderoso: China y Rusia pueden olvidarse de la India, a pesar de que, con los BRICS, las dos potencias orientales suponían que habían metido a la India en un grupo propio.

Con su adhesión al Corredor, quedó claro que para la India los BRICS no constituyen un bloque antioccidental, sino un foro de economías emergentes que no promoverá los intereses estratégicos de Rusia y China, sino las causas del Sur Global (un término que es geopolítico, no geográfico).

Más aún, la inclusión preferencial de Arabia Saudita en el Corredor podría alterar el propósito de los BRICS de que el Reino del Desierto ingrese al grupo en 2024, aunque el nuevo conflicto entre israelíes y palestinos, que explotó el 7 de octubre, podría alborotar el escenario geopolítico del Oriente Medio.

En todo caso, la China lleva, con la Franja y la Ruta, una ventaja de una década al Corredor de los Estados Unidos y Europa. Pero la iniciativa occidental está planteada para no agotarse en el comercio —ni siquiera en la economía—, sino para tener un espectro más amplio (y de mayor alcance estratégico), pues incluirá hasta temas de ciberseguridad. En contra del anhelo occidental estará lo que empieza a ser conocido como “la era de la revancha”: el afán del Oriente y del Sur Global de tener una posición de fuerza en el orden mundial, lo que previsiblemente lo trastornará todo y en plazos no muy largos. En fin. Pero el desafío está lanzado como parte de una guerra fría que será prolongada y cruel.

El veneciano que llegó muy lejos

Marco Polo

Fueron unas travesías magníficas, por rumbos desconocidos y parajes inciertos, que allá por el siglo I antes de la era cristiana le abrieron a la China unos mercados inmensos que afianzaron en el mundo su poder y su influencia. De esas travesías heroicas surgió —entre conflictos y leyendas— la Ruta de la Seda, a través de la cual desde Chang’an, por entonces la capital del imperio, caravanas interminables de mercaderes llevaron y trajeron productos, en un comercio intenso y constante que creció siglo tras siglo.

La humanidad no sabía, en aquellos tiempos, que existía otro continente, más tarde llamado América. Pero los demás, desde el Asia hasta Europa, África e incluso Australia, se conocieron, se comunicaron e hicieron negocios por los distintos senderos de la Ruta de la Seda. Por ella transitaron también ejércitos invasores. Y, además, conocimientos, costumbres y culturas. Pero incluso antes de que el emperador Wu, de la dinastía Han, encomendara al explorador Zhang Qian abrir esos caminos, ya las mercaderías se movían en abundancia por esos rumbos.

Y es que durante miles de años, las manadas de caballos, asnos y camellos salvajes que habitaban las estepas desérticas del Asia Central se desplazaron de oasis en oasis dejando a su paso trazados los caminos hacia los lugares en los que había agua. Por esos caminos habría empezado, tal vez hace seis mil años, el comercio de jade. Y hace unos tres mil el de oro. Después, en el siglo VI antes de Cristo, al comercio —que ya era muy activo desde la China hacia la India— se sumó el Imperio Persa, que comenzó a demandar un producto cuyo secreto de producción sólo lo sabían los chinos: la seda.

A lo largo de cientos de años la seda fue la riqueza emblemática de la China. Y le dio su nombre al camino: cuando las especias (pimienta, clavo, canela, mostaza…) se incorporaron a las alforjas de los mercaderes ya era, para todos, “la Ruta de la Seda”. Con el Imperio Romano, que construyó caminos y acueductos, el comercio hacia Europa y el Oriente Medio se multiplicó. Con la expansión del islam, desde el siglo VII, la Ruta sirvió para que la fe de Mahoma se difundiera desde Arabia hacia el Oriente. Pero con el Imperio Mongol, en el siglo XIII, la Ruta volvió a ser la senda del comercio.

Fue por entonces, tal vez de 1271 a 1295, cuando un aventurero veneciano de familia de mercaderes, Marco Polo, viajó a Armenia, Persia y Afganistán, se internó hacia el Oriente por la Ruta de la Seda y llegó a China y Mongolia. Allí habría servido casi veinte años en la corte del emperador Kublai Kan. A su regreso a Europa (y encarcelado en la República de Génova, que estaba en guerra con Venecia), relató sus peripecias al escritor Rustichello de Pisa, quien las plasmó en el Libro de las Maravillas (también llamado, sin gracia, Los viajes de Marco Polo), publicado en 1298.

Cubierta del Libro de las Maravillas del Mundo, de Marco Polo, edición española de 1503.

Sus relatos (con exageraciones, ensoñaciones y fantasías, según parece) hicieron que la Europa de los poderosos reinos medievales se enterara de las grandezas y los esplendores de los imperios orientales y, en especial, de la China. Supo también que había sido a través de la Ruta de la Seda, con sus muchas bifurcaciones, como cientos de bienes, desde las telas y los encajes hasta las especias y las porcelanas, se habían difundido por el mundo desde hacía muchos siglos, demostrando una finura, un buen gusto y una elegancia que los europeos creían que era su patrimonio privativo.

Liberado por los genoveses en 1299, Marco Polo —que había cumplido 45 años, pero cuya salud estaba disminuida por las turbulencias de su vida— se dedicó al comercio, se hizo rico y, por su prestigio, fue miembro del Gran Consejo de la Serenísima República de Venecia, que tuvo una flota mercante y militar que le dio primacía en las costas del mar Adriático.

Vivió hasta los 69 años. Murió en su casa, a poca distancia de la plaza de San Marcos, “entre la puesta del sol y la medianoche del 8 de enero de 1324”. Fue sepultado en la iglesia de San Lorenzo, de donde su sarcófago finalmente desapareció. Cuando Cristóbal Colón llegó a América, en 1492, llevaba consigo un ejemplar del Libro de las Maravillas

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