Desde 2015 Guayaquil tiene un espacio para generar comunidad en torno al cannabis. La Copa Cannábica La Perla promueve el autocultivo, los emprendimientos y el activismo a favor de la legalización.


¿Por qué no en mi ciudad?, se preguntaba hace veinte años el guayaquileño Carlos Armas López, mentalizador y gestor de la Copa Cannábica La Perla.
Si en el estadio Monumental o en el Capwell, desde general hasta suite, los hinchas se pegan su porro tranquilamente todos los fines de semana mirando el fútbol. Si en los conciertos de la escena subterránea, las pipas de weed cruzan de mano en mano y de boca en boca. Si la ciudad entera se perfuma a diario del aroma a skunk, a punto rojo, a cholita rica. ¿Entonces por qué no podíamos tener una marcha o una gran feria de la marihuana en Guayaquil, como nuestros vecinos de la región?
La respuesta está en los miles de usuarios encarcelados por posesión de cantidades irrisorias de cannabis; por tener sus propios cultivos o por el simple hecho de fumar. Esto va en contra de todo sentido común y de la legislación vigente.
“Pero uno es curtido”, admite Carlos. Investigando aquí y allá fue entendiendo toda la fuerza que tiene la actividad alrededor del cannabis en países como Colombia, Chile, Argentina, Uruguay. Por eso se dejó llevar por la necesidad de que todo eso ocurra también aquí. Pero había algo más: le urgía dejar de abastecerse del narco local, por todos los riesgos implícitos y la pésima calidad de la oferta.
Quería estar seguro de las características del producto que consumía, así que en 2009 empezó a sembrar sus primeras plantas. Entonces tenía veintiún años. “Como usuario cambias cuando tienes esa conexión con la planta, porque descubres otros beneficios. Quizás directamente no para ti, pero siempre hay algún familiar, amigo o hasta un desconocido al que puedes ayudar”.
La curiosidad lo llevó a profundizar en otras áreas. Aprendió a hacer extracciones, algo que resultaba tan sencillo como macerar las hojas y tallos de la planta en alcohol, luego filtrarlos y poner el líquido resultante en un gotero. Carlos había leído que calmaba los cólicos, por ejemplo, así que fue probando en su entorno íntimo la eficacia de sus preparados. Y veía que sí funcionaban, que un par de gotas lograba aliviar el dolor.
En el camino de ese aprendizaje, hubo una experiencia que fue decisiva. Por medio de amigos, conoció a una señora cuyo esposo sufría de Alzheimer, enfermedad que deterioró su salud y con ello la relación de pareja. Ella había escuchado que la marihuana podía ayudarlos, así que lo contactó. Resultó. Carlos tuvo la oportunidad de visitar a la señora y comprobar in situ los efectos beneficiosos de sus preparaciones. “En su caso, en la maceración, yo incluí las flores. Luego le enseñé a cultivar y empezó a preparar mantequilla de cannabis para su esposo. Tengo fotos de ella con sus primeras cosechas. Eso me embaló”.
Con la idea de conocer colegas, en 2015 se atrevió a organizar lo que sería el antecedente directo de la actual Copa La Perla, un evento al que denominó Copa Cata Guayaquil. Diez cultivadores, provenientes de la urbe porteña, Quito, Machala y Milagro, se reunieron en el comedor de la casa de sus padres, con quienes aún vivía, para mostrar y probar sus mejores flores.
Más que una copa fue una reunión. Aquella primera vez no hubo marcas auspiciantes. Sin embargo, esa fue la semilla, porque el evento siguió realizándose año a año. En esos momentos solo parecía el desvarío de un marihuanero demasiado osado, pero había nacido la primera copa cannábica de Guayaquil y del país.
Plataforma de negocios

En 2015 arrancó la Copa Cata Guayaquil, que en 2019 pasó a ser Copa Cannábica La Perla. “Es un evento que implica un trabajo logístico y de recaudación económica superfuerte. Este año ha sido durísimo, pero en realidad así han sido todos desde que arrancamos”, explica Carlos.
Pero la mutación fue más allá del nombre. Ahora ya no solo es un encuentro para compartir muestras y hablar de la planta. Creció al punto de integrar a personas que usan cannabis para elaborar cosméticos, textiles, tinturas, comida. Reúne también a miembros de la propia comunidad cannábica, que empezaron como emprendedores y ahora tienen empresas que siguen aportando porque se identifican con el proyecto.
En 2019 la Asamblea Nacional del Ecuador aprobó reformar el Código Orgánico Integral Penal para el uso de cannabis con fines medicinales lo que ha ayudado a normalizar el uso de ciertos productos derivados e incluirlo en el comercio formal. El año pasado La Perla llegó a mover más de quinientas personas. Quizás parezca poco si se compara con los diez mil que entran por día a la ExpoWeed de Santiago de Chile. Sin embargo, a más de considerar el tamaño de la población, hay que tener en cuenta que Guayaquil recién está abriéndose a este tipo de iniciativas.
Este año la Copa La Perla tuvo diez invitados de Uruguay, Colombia, Estados Unidos, España y también del Ecuador, que participaron ya sea como jurado o dictando talleres sobre temas legales, genética, exportaciones, medicinas y extracciones, algo que llama la atención de los usuarios, que en su mayoría son autodidactas. Un dato interesante es que son los miembros de la comunidad cannábica quienes capacitan a los emprendedores en temas como cultivo, comercio e investigación de cannabis.
Eventos como este permiten a la comunidad plantear la necesidad de una regulación para el consumo y el autocultivo. Porque el riesgo acompaña todo el proceso: la siembra, reunirse con los amigos a probar las flores, atreverse a hacer activismo por el consumo… La sensación de clandestinidad nunca desaparece y hace peso sobre todo cuando se organiza un campeonato nacional de marihuana. Carlos Armas, atravesado también por el activismo, lo tiene claro. “No puede haber más gente presa por fumar cannabis, por cultivar una planta. ¿Qué pasa, por qué tenemos que escondernos?”.
El apoyo del entorno
El liderazgo no es nada sin un entorno que crea en las ideas que defiende. En su cruzada Carlos no ha estado solo, empezando por el “respaldo silencioso” de sus padres, como a él le gusta definirlo. Ellos nunca estuvieron de acuerdo con su activismo, sin embargo, tampoco bloquearon sus iniciativas.
Su mamá y papá asistieron por primera vez a la Copa La Perla de 2022. La sorpresa que se llevaron fue grande porque no esperaban encontrarse con un evento de tal magnitud, con un grupo de jurados y expositores que incluía empresarios, médicos, abogados y científicos.
Es común que la familia del usuario de cannabis nunca termine de aceptar del todo el consumo, básicamente porque saben que su situación no está del todo clara en la ley. Pero el círculo de amistades también se resiente. “Cuando comencé hace años, muchos me veían como un tarado”, recuerda Carlos. “De mis panas, se alejaron casi todos. Pero puedo decir que me quedé con mis verdaderos amigos y ahora tengo otros nuevos”.
Ben, por ejemplo, conoce a Carlos desde la época del colegio e incluso eran vecinos. Él forma parte de esa primera camada que se reunió en aquella cata informal en 2015, cuando presentó también sus flores, que había aprendido a cultivar justamente gracias a su amigo.
Al igual que Carlos, sembrar cannabis hizo que Ben se enganchara con la agricultura, con la tierra, con el olor a savia. Ahora tiene un pequeño huerto, con hierbaluisa, menta, tomate, tomillo, ruda, albahaca y, por supuesto, cannabis. “Mi hijo de seis años conoce la planta y me ayuda a regar las matitas. Cuando ve hojas amarillas las cortamos juntos”.
El año pasado Ben se llevó una sorpresa: subió al podio porque sus flores, que competían con las de gente que realiza cursos en otros países o tiene años cultivando, quedaron en segundo lugar en la Copa. Este es uno de los méritos por los que este evento ha ganado renombre al descubrir a cultivadores que tienen décadas de experiencia y han estado escondidos en una pequeña comunidad hermética. Nada por elitismo, sino por simple instinto de supervivencia.
En la Copa las categorías a evaluar en el concurso suelen ser cultivo en interior y en exterior, en cuanto a las flores; mientras que, en extracciones, se divide en procesos con solventes y sin solventes.

Es una valoración en la que lo “sensorial” es fundamental y se trata de que el jurado pueda emitir un criterio de la forma más objetiva posible. Cada detalle de la flor da información acerca de la procedencia, variedad, forma de cuidado y otras características. “Se considera la asepsia, que no haya contaminación de plagas u hongos, que el proceso de secado haya sido el apropiado para eliminar el sabor a clorofila, que ‘entre’ bien en la garganta y no produzca carraspera, que tenga buen color, buen aspecto”. Así lo explica la colombiana Carolina Duque, que en 2023 formó parte del equipo de jueces.
Y en cuanto al efecto, quizás el parámetro más subjetivo, “influyen los terpenos, responsables de los aromas. Buscamos que se sienta el ‘elevón’. Todo eso influye en que una flor tenga una buena puntuación”.
“Sí, yo fumo, yo cultivo”
En la Copa La Perla de este año, otro de los jurados fue el estadounidense Paul Stanford, personaje decisivo en la legalización de la marihuana en Oregon. Y entre los expositores estuvo la uruguaya Laura Blanco, clave en la regulación de la planta en su país. La calidad de los invitados es otro de los motivos de orgullo de la Copa Cannábica La Perla.
Más allá del deseo de ganar, lo más valorado por quienes asisten a cada edición es la posibilidad de conocer a personas que tienen la misma pasión y el intercambio de conocimientos.
Pero hay más. Este evento es también la oportunidad de reivindicarse como comunidad. Porque en la mayoría de los casos, ni siquiera los usuarios se dan su propio espacio. Por eso Carlos siempre cita al psicólogo y activista David Ponce de Colombia, cuyo lema es: “Legalízala tú mismo”. Es decir, él insta al consumidor a que primero la legalice en su casa, en su entorno, para que de ahí pueda salir a la calle a luchar por la legalización.
Carlos aún recuerda la primera vez que dio una entrevista sobre el tema y todo el miedo que le causaba pensar que su mamá lo viera hablando de marihuana. “Y mírame ahora, dando la cara sin problemas, hablando para la revista Mundo Diners”. Porque de eso se trata: de romper el tabú.