¡Compárenme, criticones! 25 años sin Héctor Lavoe.

Por Jaime Porras Ferreyra.

Edición 434 – julio 2018.

El ídolo boricua murió el 29 de junio de 1993, aunque su voz sigue repartiendo ráfagas de sentimiento.

 

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Su imagen —con sonrisa, anteojos y anillos de oro— habita en muros, camisetas, carteles y tatuajes. Sus canciones encienden las pistas de baile y brindan alegría en discos y listas de Internet. Se cumple un cuarto de siglo de la muerte de Héctor Lavoe, el tercero de la santísima trinidad de los soneros, con Benny Moré y Maelo Rivera.

Lavoe grabó 257 canciones en su carrera. Pocos cantantes han taladrado los corazones de tanta gente con un peculiar coctel de talento natural, riesgos melódicos, astucia en las palabras y entrega en el escenario. Vale la pena sumergirse en algunos detalles de su biografía y en seis de sus temas más representativos para comprender su legado en el planeta salsero.

Héctor Juan Pérez Martínez, nacido el 30 de septiembre de 1946 en el barrio Machuelo Abajo de Ponce (Puerto Rico), conoció desde la niñez dos elementos que lo acompañarían toda su vida: la felicidad que brinda la música y el ácido de las desgracias. Hijo de una pareja con acentuado gusto musical, el niño vivía con la oreja pegada a la radio y usaba las cuerdas vocales sin temor, primero en fiestas escolares y después en grupos formados con amigos. También enterró a su madre por una rara enfermedad y a uno de sus hermanos por una sobredosis. La relación con su padre jamás fue buena.

A los diecisiete años, Pérez Martínez aterrizó en Nueva York. Al caer la noche frecuentaba los bares y las salas de ensayo donde los músicos latinos estaban cocinando algo muy grande. Héctor se abrió paso con su garganta de terciopelo y adoptó el apellido Lavoe. Comenzó a actuar con las bandas Alegre All Stars y New Yorker Band. Poco tiempo después, conoció al músico y productor Johnny Pacheco, figura total en la salsa. Pacheco le presentó a un joven estadounidense de padres puertorriqueños (c’est-à-dire, un nuyorican) llamado William Colón Román. La locura estaba por desencadenarse.

Pues ponte bien los zapatos/

que los tienes al revés

 

La mancuerna musical del ponceño y el nuyorican quedó registrada en once discos y abrió nuevas avenidas a la salsa. Fue una unión especial: un puertorriqueño deseoso de devorar mundo —con una voz encantadora— y un hijo de la diáspora boricua —con fino manejo del trombón y sabio oído musical—, que infirió que la cultura latina iba a recibir un obús desde Nueva York.

Uno de los temas más exitosos de la pareja fue “Che che colé”, incluido en el álbum Cosa nuestra (1970). En una de sus últimas entrevistas, ya con un estado físico lamentable, Lavoe confesó al periodista Ernesto McCausland que era su canción favorita: “Me hace recordar mi mejor época: mi mujer, mis hijos, me trajo mucho dinero”. El tema, ineludible en el canon salsero, refleja un punto fundamental en el trabajo de Colón y Lavoe: la incorporación de elementos tomados de la música africana y del folclor boricua, en un encomiable ejercicio de experimentación.

Colón le contó al cronista Fausto Pérez Villarreal que tomó como base “Kye kye kule”, un canto infantil de África occidental. A su vez, la canción bebe de la bomba, la plena, el seis y el aguinaldo, géneros tradicionales de Puerto Rico. Una parte de la letra lo subraya: “A ti te gusta la bomba/ y te gusta el baquiné/ para que goces ahora/ africano es el bembé”. Lavoe y Colón siguieron explotando esta mezcla en temas como “Ghana’e”, “Canto a Borinquén” y “Aguanilé”. “Che che colé” también permite disfrutar con toda su fuerza otro aspecto cardinal de la magia de Lavoe: el talento para jugar con las palabras; para buscar la rima exacta y llena de comicidad, ya sea en un estudio o improvisando en un concierto.

Saca y abre tu cuchillo y ten cuidao

 

Los Chicos Malos, como les llamaban en sus inicios, Héctor Lavoe y Willie Colón.
Los Chicos Malos, como les llamaban en sus inicios, Héctor Lavoe y Willie Colón.

Lavoe y Colón se hacían llamar “los chicos malos de la salsa”. Proyectaron lo que vivían los jóvenes latinos en los barrios de Nueva York y se apoyaron en la tradición de la nota roja en América Latina. Algunas portadas de sus discos así lo atestiguan (pose de gánster, fichas policiales), al igual que los nombres de varios de estos álbumes y sus canciones (El malo, Lo mato, Cosa nuestra —este último en clara referencia a la mafia italiana—). Aunque, sobre todas las cosas, aparecieron en algunas de sus obras la violencia con puñal, los ajustes de cuentas y la dinámica en las zonas de tolerancia.

Uno de los ejemplos más significativos es “Calle luna, calle sol”, tema incluido en el disco Lo mato (1973). La canción advierte de los riesgos de caminar por ciertas arterias urbanas: “Oiga, señor, si usted quiere su vida/ evitar es mejor o la tienes perdida/ Mire, se-ñora, agarre bien su cartera/ no conoce este barrio, aquí asaltan a cualquiera”. Al parecer, el tema está basado en algunas coordenadas del viejo San Juan donde, en los años cuarenta y cincuenta, pululaban los criminales.

El ponceño y el nuyorican tomaron caminos distintos en 1974. La fama conseguida con sus discos fue brutal. El problema fue que Lavoe comenzó a consumir drogas (medicamentos de venta controlada, cocaína, heroína) y mostró indisciplina laboral. Aparecía cuando le daba la gana (“Yo no soy quien llega tarde, ustedes llegan muy temprano”, soltaba en tono de guasa) o simplemente no se presentaba. Sin embargo, Lavoe y Colón continuaron siendo amigos y trabajaron juntos en discos posteriores.

Mi gente siempre responde

 

Entre 1960 y 1970 La Fania lanzó las carreras de íconos musicales como Willie Colón, Rubén Blades, Ray Barretto, Héctor Lavoe y Celia Cruz, entre muchos otros nombres.
Entre 1960 y 1970 La Fania lanzó las carreras de íconos musicales como Willie Colón, Rubén Blades, Ray Barretto, Héctor Lavoe y Celia Cruz, entre muchos otros nombres.

Con Fania Records, su casa disquera y símbolo de los mejores años de la historia de la salsa, Lavoe inició una carrera en solitario. En 1975 lanzó el álbum La voz, con gran éxito de ventas. Las emisoras de radio programaban continuamente temas como “El Todopoderoso” y “Rompe saragüey”, pero la canción con más imán del disco era “Mi gente”, con letra y música del dominicano Johnny Pacheco.

En esos años Lavoe participó activamente en Fania All Stars, la agrupación que reunió a los artistas más famosos del sello creado por Pacheco y Jerry Masucci. Celia Cruz, Ray Barreto, Cheo Feliciano, Roberto Roena y, por supuesto, Héctor Lavoe y Willie Colón se presentaron en distintos escenarios del mundo. Antes de ser grabada en estudio, “Mi gente” ya había sido interpretada en algunos conciertos, dos de ellos considerados como clásicos. El primero fue en el coliseo Roberto Clemente de San Juan, en 1973; el segundo tuvo lugar en África.

Zaire 74 fue un evento musical en el marco de la pelea entre Muhammad Ali y George Foreman en Kinshasa, capital del antiguo Zaire y de la actual República Democrática del Congo. James Brown y BB King actuaron ahí; también Fania All Stars, contagiando con su ritmo a 80 mil personas. Lavoe entonó en un momento del concierto: “Vinieron todos, para oírme guarachar/ pero como soy de ustedes/ los invitaré a cantar”. Héctor y la misión de su vida: divertir, hacer gozar, entregarse sin una pizca de tacañería.

Amores como el tuyo se encuentran

donde quiera

 

En el disco La voz también destacó el tema “Un amor de la calle”. Lavoe puso a todos a sacudir el esqueleto, a deslizarse sobre una pista de baile, a recordar nuestra deuda con las danzas africanas. Sin embargo, el boricua también estremecía por medio del bolero, ese pilar de la educa-ción sentimental latinoamericana, cuyos elementos sonoros conocía Lavoe desde pequeño, y sus altibajos amorosos le dieron el tono certero para interpretarlos. “Creí que eras distinta/ creí que eras sincera”, canta a las almas rotas en esta pieza de Orlando Brito. Amar-sufrir-odiar: es el tobogán emocional en su máxima expresión. Lavoe remata: “Y si el corazón llora/ ¡le pido que se calle!/ que amores como el tuyo/ se encuentran en la calle”. El chico malo del barrio expresó también dolor de pareja en canciones como “Seguiré sin ti”, “¿Por qué te conocí?” y “Sin explicaciones”.

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En 1967 Héctor alcanza la fama con su primer trabajo discográfico con Willie Colón. Es una mezcla de géneros como guaracha, plena y guaguancó, y se titula El malo. El álbum es un tributo a la cultura de los barrios bajos de Estados Unidos y Latinoamérica. En 1975 lanza La voz, su primer álbum como solista. Esta incursión se interpreta como un segundo aire en su carrera. Tantos son sus bríos de seguir que edita ocho discos más. De ti depende (1976) es una colección de boleros y Comedia (1978) rompe ventas por la canción “El cantante”, escrita por Rubén Blades. Este trabajo es producido también por Willie Colón, que ese año se junta con Blades para grabar Siembra, el disco más vendido de la salsa.

Fuente: www.elespectador.com

 

Y fuimos ambos la noticia propagada

 

El despecho y la venganza en el amor pueden igualmente declararse con una canción guapachosa. Lavoe lanzó en 1976 De ti depende, su segundo álbum en solitario, que incluye uno de los temas más emblemáticos del artista. Se trata nada menos que de “Periódico de ayer”: un cántico adoptado por miles de periodistas, una cadena de mensajes para quien paga mal en el cariño, una arqueología de las formas de comunicación en el siglo XX (hoy Lavoe haría referencia a caracteres en Twitter).

“Tu amor es un periódico de ayer/ que nadie más procura ya leer/ sensacional cuando salió en la madrugada/ a mediodía ya noticia confirmada/ y en la tarde materia olvidada”. El autor de este clásico era Catalino Tite Curet Alonso, un puertorriqueño que fabricó buena cantidad de hits salseros, tanto para Lavoe (“Barrunto”, “Juanito Alimaña”, “Bandolera”) como para otras voces reputadas. Los arreglos eran de Colón, donde destacaba el violín del cubano Alfredo de la Fe.

Los éxitos en la radio continuaban, los discos se vendían por montones y Héctor recorría decenas de ciudades para cantar, pero su consumo de drogas ya era bestial y lo obligaba a cancelar fechas con dema-siada frecuencia. A su vez, Lavoe —uno de muchos— era presa de promotores carroñeros. También los problemas con Puchi —su pareja— alcanzaban niveles estratosféricos. En 1977 quedó envuelto en un nu-barrón depresivo que lo llevó a una clínica psiquiátrica en Estados Unidos. Asimismo, se sometió a un tratamiento para superar sus adicciones.

Y mi negocio es cantar

 

Meses después, Lavoe entró al estudio para grabar el disco Comedia. La producción estuvo otra vez a cargo de Colón. El trombonista y los dueños de Fania Records pensaron que el ponceño necesitaba volver con un hit tras aquel período sombrío. Un joven panameño contaba con la solución. Rubén Blades tenía una canción sobre un intérprete que debía mostrar alegría en el escenario, a pesar de su tristeza interior. Blades dudó al principio en cederla, pero Colón lo convenció. El tema era “El cantante”. A Héctor le venía como anillo al dedo: “Yo, soy el cantante/ que hoy han venido a escuchar/ lo mejor, del repertorio/ a ustedes voy a brindar”, para unas líneas después declarar: “Y nadie pregunta/ si sufro, si lloro/ si tengo una pena/ que hiere muy hondo”. Lavoe era un depresivo que repartía caramelos de Prozac. “A pesar de que no era feliz, hizo feliz a mucha gente”, dijo Priscila, una de sus hermanas, hace unos años. El tema volvió a posicionar a Héctor como faro salsero. Además, se convirtió en su canción emblemática y dio origen a su mote más famoso: El Cantante de los Cantantes.

Lavoe grabó más discos y tuvo otros sencillos de éxito (“Juanito Alimaña”, “El rey de la puntualidad”, “La fama”, por citar algunos). Sin embargo, había la sensación de que sus mejores años ya estaban pa-sando. Héctor volvió a consumir drogas y continuó siendo vampirizado por sus representantes. “Decían: inyéctalo y que cante, para no perder plata. Estaba flaquísimo, demacrado y maltratado”, contó en una entrevista el cantante Bobby Cruz. En 1983 Lavoe pasó un día encarcelado en Guayaquil por “faltas a la moral” en un concierto. Pero los navajazos mortales estaban por venir.

Nilda Román Pérez (Puchi) y Héctor Lavoe.
Nilda Román Pérez (Puchi) y Héctor Lavoe.

El 11 de febrero de 1987 se incendió su departamento en Nueva York. Héctor saltó desde el tercer piso y tuvo múltiples fracturas. Poco tiempo después murió su padre por enfermedad y su suegra fue asesinada. El 7 de mayo del mismo año, Lavoe perdió a su hijo Héctor junior —de apenas diecisiete años— en un accidente con una pistola. No pocos dicen que fue en realidad en esa fecha cuando el corazón del artista dejó de funcionar. Un año después, se le diagnosticó VIH. Tras un concierto desastroso en San Juan, se lanzó del noveno piso de un hotel. En 1991 un derrame cerebral se sumó a la lista de calamidades. Vivió aún dos años en la pobreza. El Cantante de los Cantantes murió en un hospital neoyorquino el 29 de junio de 1993. Tenía 46 años.

El 7 de mayo de 1987 su hijo Héctor es impactado por una bala perdida. “Esa muerte le rompió el corazón”, dijo Tito Nieves en una entrevista. “En ese momento muere el alma de Héctor Lavoe”.
El 7 de mayo de 1987 su hijo Héctor es impactado por una bala perdida. “Esa muerte le rompió el corazón”, dijo Tito Nieves en una entrevista. “En ese momento muere el alma de Héctor Lavoe”.

Lavoe, diana del infortunio-salsero maldito, continúa encendiendo como muy pocos la mecha de los sentimientos. El cronista Eloy Jáuregui explica: “Su voz no es un valor, es un registro único con pro-pietarios morales y sin títulos”. En “Canto a Borinquén”, considerado un himno entre los boricuas, Héctor Lavoe hizo un juramento a su tierra: “Y yo te voy a cantar/ desde la otra vida”. Pero la patria de Lavoe rebasa los límites de Puerto Rico. Que se lo pregunten a sus admiradores peruanos del Callao, a los caraqueños del barrio Antímano, a los mexicanos de Tepito, a los pobladores del barrio Obrero de Cali. La voz de Héctor, el sonero majestuoso, emociona desde donde esté y en todas las direcciones.

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