Cómo el fútbol femenino se volvió profesional.

Por Daniela Mejía.

Fotografía: Alejandra Malcorra.

Edición 450 – noviembre 2019.

Con veintisiete años, fue la primera jugadora en firmar un contrato profesional con un club, el San Lorenzo de Almagro, lo que la convir­tió en la cara del reclamo por los derechos de las mujeres en el fútbol.

Creer que el fútbol femenino es feminis¬ta por el simple hecho de que participan mujeres es caer en la idiotez de creer que todas las mujeres son feministas. El fút¬bol femenino es igual de machista que el masculino.  Twitter @macasanchezj – mayo 2019.
Creer que el fútbol femenino es feminis¬ta por el simple hecho de que participan mujeres es caer en la idiotez de creer que todas las mujeres son feministas. El fút¬bol femenino es igual de machista que el masculino.
Twitter @macasanchezj – mayo 2019.

Un día Macarena Sánchez no aguan­tó más que los jugadores sean reconocidos como trabajadores y las jugadoras no; que todos ellos tengan contratos en el fútbol y todas ellas no; que ellos puedan vivir de este deporte y ellas no; que los partidos de ellos se transmitan por televisión y los de ellas no; que a ellas las hagan jugar entre semana y a ellos no; que a ellas las echen de la cancha por hablar y a ellos no.

Calienta agua. ¿Tomás mate?, pregunta, algo agripada, desde el pequeño departa­mento que alquila en el barrio de San Telmo, ahora que “ya pasó un poco la tormenta”, como ella describe lo que ocurrió y marcó el antes y el después de su historia y la del fútbol femenino.

El pasado 5 de enero el UAI Urquiza, el club deportivo en el que jugaba desde 2012, decidió rescindir su contrato alegando mal rendimiento. En medio del Torneo de Pri­mera División, la delantera se quedaba sin equipo y sin la posibilidad de sumarse a otro, al menos por seis meses.

Así fue detallado en el boletín de pren­sa que se hizo público el 21 de ese mismo mes y que sintetizaba la acción que Maca —como la llaman— se dispuso llevar ade­lante: denunciar al UAI Urquiza para que regularice su relación laboral y a la Asocia­ción de Fútbol Argentino (AFA) exigiéndo­le la profesionalización del fútbol femenino, una deuda que en el caso masculino se saldó hace cien años.

Si bien su caso visibilizó la problemática de género que corroe al fútbol y consiguió que la AFA reconociera por primera vez en la historia a las mujeres como trabajadoras del deporte, la situación laboral de la gran ma­yoría de jugadoras sigue siendo informal: no cuentan con un salario justo ni beneficios de ley como seguridad social, seguro médico…

En respuesta a su denuncia, el pasado 13 de marzo la AFA oficialmente puso fin a veintiocho años de amateurismo del fútbol femenino y a la vulneración de los derechos laborales de las mujeres que profesionalmen­te se dedican a este deporte. Ese día, el ente rector del fútbol del país firmó un acuerdo con Futbolistas Argentinos Agremiados (el sindicato de jugadores profesionales de fút­bol) para suscribir ocho contratos a jugado­ras en cada uno de los dieciséis clubes que integran la Liga de Primera División.

Solo ocho contratos. Maca Sánchez ganó algo, pero no lo consiguió para todas. Y esa frustración la ha llevado a replantearse si seguir o no encabezando las siguientes ba­tallas, las que faltan, porque no ve “muchos avances”.

“¿Realmente vale la pena todo el desgas­te, seguir con esto que año tras año no nos está dando resultado? Es una pregunta que me hago muy seguido y termino siempre respondiéndome que vale la pena. Tenés que realmente echar mano a tu fuerza de voluntad para seguir en un deporte que dia­riamente nos oprime y no nos da absoluta­mente nada”, lamenta.

De ella emerge esa fuerza de voluntad. Y el costo ha sido alto. A Maca incluso la han amenazado de muerte, amenazas que hizo públicas en sus redes sociales —terreno en el que es muy activa— y que no la han de­tenido.

Macarena ha partido la historia del fútbol fe­menino en dos, llenó de emoción no solo a un país sino al mundo entero con su lucha, no se ha quedado callada y ha hecho ruido en la sociedad a favor de las mujeres que practican el deporte más lindo del mundo.

Fuente: www.feminafutbol.com

Casualidad o destino

Macarena Sánchez nació en 1991, el año en que el fútbol femenino se oficializó en Argentina.

Es muy sencilla, parece haberse levanta­do hace poco. Lleva el cabello suelto, el ros­tro sin maquillaje. Trae puestos una camise­ta floja, unas crocs con apliques de fútbol y un pantalón deportivo. Se enfoca en cebar el mate y en narrar ese día en que su vida cambió.

“Cuando a mí me echaron como juga­dora, estaba en Santa Fe (provincia donde nació) y me vine automáticamente para Buenos Aires. No sabía qué hacer con mi vida, es como que de un día para el otro pierdas todo y tengas que empezar de cero. No tengo un título, estoy estudiando para tenerlo (de trabajadora social), no tengo un trabajo fijo, se me vino el mundo abajo, pero pensé, bueno, ¿qué hago con esto? Tampoco hice un análisis tan profundo porque lo de­cidí en dos horas. Si te ponés a pensar no voy a poder jugar en otros clubes, se me termina mi carrera, si te ponés a analizar no lo hacés”, cuenta respecto a la denuncia que diarios como The Guardian, The New York Times y la BBC siguieron en sus páginas.

Aquí y ahora ve el despido como “un gran favor: me dieron el empujón que me faltaba para luchar contra lo que creía que estaba mal. Si seguía en el club no sé si hu­biese tomado la decisión porque, estando en un club, es muy difícil cambiar las cosas porque te pasa lo que me pasó a mí, hablás, reclamás algo y, con excusas de rendimiento deportivo, chau, te sacan y es tu palabra con­tra la de ellos”.

Si bien reconoce que a nivel colectivo era necesario romper el silencio, en lo per­sonal le cambió la vida “un poco para bien y poco no tanto”.

—¿En qué sentido no tanto?

—Por la presión, porque tuve que apren­der a manejar mucha exposición, tuve que ponerme a hablar delante de muchísima gente de un día para el otro y no estaba pre­parada. Considero que lo manejé bastante bien, pero tuve problemas de ansiedad, ata­ques de pánico. Era como que toda la pre­sión del fútbol femenino y de otros deportes estaba puesta en mí, que yo iba a poder solu­cionarlo y la verdad que no —sostiene.

Maca empezó a jugar al fútbol de muy chica, cuando tenía cinco años. Jugaba con sus vecinos varones en la plaza y en su fa­milia, aunque a ella y a sus tres hermanas les gusta y saben de fútbol, ella fue siempre a quien su papá tuvo como aliada en este deporte.

De Santa Fe llegó a Buenos Aires en 2012 y lo hizo por el fútbol. “En Argentina el torneo más profesional y competitivo es el de Buenos Aires. Así que o te venís a jugar acá o te estancás en una liga regional. Una vez hicimos un amistoso con mi equipo de Santa Fe contra UAI Urquiza y el director técnico, Diego Guacci, me propuso quedar­me una semana a probar, y bueno, me vine”, contó Maca en una entrevista a La Izquierda Diario sobre sus inicios en aquel club.

El fútbol fue siempre su mayor motiva­ción, pero ahora dice que “es la cosa más im­portante de las menos importantes”, aunque a esta práctica le dedicó el 50 % de su tiempo y de su vida. “Lo que me gusta del fútbol fe­menino es que nos conocemos todas, sabe­mos el esfuerzo que hace la otra. Creo que el fútbol es mi trabajo hoy en día y porque toda mi vida intenté vivir de eso, pero no lo creo fundamental. De un día para el otro puedo dejar de jugar, sí, lo extrañaré pero no es in­dispensable”, opina desde este nuevo lado de su historia.

Cuando Maca dice que el fútbol es su trabajo no lo dice porque esté viviendo del sueldo que tiene como futbolista. Vive del fútbol pero indirectamente. “Con mi con­trato no me alcanza para mucho, pero hay cuestiones publicitarias que son las que me mantienen”, aclara.

Ser el rostro más visible de esta lucha femenina la convirtió en una figura mediá­tica y las marcas lo vieron. Grandes firmas para el cuidado del cabello, una telefónica, un banco, una multinacional de automóvi­les, un medicamento desinflamatorio, una empresa de energía la han convertido en su imagen y “hay algunas otras marcas que es­tán dando vueltas”, comenta Maca.

Su libro es otro proyecto al que le dedi­ca su tiempo y energía fuera de los tres días por semana que se sumerge en los entre­namientos y los fines de semana que juega amistosos como parte de la plantilla del San Lorenzo de Almagro.

Penguin Random House le pidió hacerlo. Ya firmó el contrato y cuenta que lo presentará en la próxima edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. “Va a tratar sobre fútbol femenino, feminismo, las problemáticas que afrontamos las mujeres que queremos ser jugadoras, mi historia de chica, lo que pasó con la denuncia”, precisa.

El día que se convirtió en una Santita

Es miércoles, es de tarde y está concentrada. Veinticuatro mujeres están en una de las canchas de la Ciudad Deportiva de San Lorenzo con tres entrenadores. “Excelente, Maca”, se escucha en un momento decir a uno de esos tres hombres mientras ella está en lo suyo, pateando el balón, metida en el juego y en su short azul, botines naranja y camiseta azul turquesa.

El San Lorenzo de Almagro también tiene su lugar como pionero en esta nueva historia por la que Macarena está transitando. Ella sigue considerando como el mejor día de su vida aquel 12 de abril de 2019, cuando en una sala repleta de periodistas firmó —junto con otras futbolistas— un contrato profesional y se sumó a Las Santitas, como se conoce al plantel femenino del club de Boedo.

“Fue lo mejor que me pasó en el fútbol, no solamente por lo que significó en lo personal, sino porque creo que fue el único derecho que logró la mujer en estos últimos cuatro años con todo lo que eso significa en el momento por el que estamos pasando, por haberle hecho frente a uno de los ambientes más machistas del país, por haber ganado esa batalla”, sostiene Maca en relación con ese día histórico para el fútbol argentino.

No solo es feminista, sino que se define como defensora de los derechos humanos. De ahí que se la vea no solo exigiendo el cumplimiento de los derechos de las mujeres en las marchas del 8M o en las que abogan por la despenalización del aborto, sino en las que convocan los movimientos sociales ante la crisis económica que atraviesa Argentina, ante al hambre y el desempleo reflejado en casos como el de abril pasado, cuando 56 empleados del Grupo Clarín llegaron a las instalaciones, la policía les impidió el paso y allí, en la calle, se enteraron que integraban la nómina de despedidos.

Ellos y sus compañeros organizaron actividades para visibilizar el reclamo. Maca estaba ahí. “Me comprometo siempre con causas que creo que son justas para pelear, cuando atacan a las personas más vulneradas, las que tienen menos voz, que están indefensas, donde nadie habla por ellas, donde están opacadas por el propio sistema capitalista y en este momento hay muchas luchas así y sí, suelo ir. Despidos de Clarín, marchas de la mujer, LGBT, son todas cosas que me atraviesan”.

Tiene tatuada en su brazo la imagen de Frida Kahlo. La razón es esta: “Fue una mujer que en la época en la que vivió luchó por sus derechos con muchas cosas en contra, como el accidente que sufrió, pero que en definitiva se sobrepuso a todo. Y que se movía en un ambiente machista como la pintura, e igualmente pudo lograr lo que quería. Me siento identificada con ella”, según contó en una entrevista.

Ahora, hay mujeres que se sienten identificadas con Macarena. En un reciente certamen internacional, un equipo femenino de Nepal la homenajeó reemplazando su nombre, Generation Amazing, por Team Macarena Sánchez.

Interactuar y compartir con otras mujeres es “la mejor parte” de ser el emblema de la lucha por la profesionalización del fútbol femenino. “Cuando voy a dar alguna charla y después se me acercan chicas y me agradecen, esa creo que es la mejor parte. Jugadoras o no, me agradecen igual o me muestran su cariño en la calle, cuando me ven”, cuenta Maca, a quien también le “encantaría que muchas más jugadoras hablen; pero entiendo cómo funciona, entiendo cómo es, entiendo porque yo estuve ahí también y la verdad es que nunca juzgaría a ninguna jugadora que no habla”.

Pero están hablando. Su reclamo se expandió y sacó del silencio en el que se mantenían a otras mujeres, no solamente en el fútbol.

“Al instante que salieron los reclamos de las futbolistas, salieron las chicas de tenis a contar lo que les pasaba, hace poco las chicas de vóley de la selección denunciaron cuestiones de género y en Sudamérica también se dio, salieron futbolistas de Colombia denunciando acoso y abusos. Ese fue uno de los grandes cambios. Somos nosotras las que jugamos y salimos a la cancha y, si un día queremos parar el torneo porque no tenemos las mismas condiciones que los varones, lo podemos hacer y me parece que ese poder lo están sintiendo ahora las jugadoras y están viendo que juntas podemos hacer algo más”. De eso Maca Sánchez está segura.

Algún tiempo pasado

Deportes---2

 

En 1919, con catorce años y una estatura de un metro ochenta, Lily Parr jugaba como delantera en el St. Helens Ladies. Una tarde les tocó enfrentar al Dick Kerr Ladies, equipo de la fábrica de Preston (Inglaterra). Cuando el entrenador de las rivales la vio, no pudo sacar la mirada de sus gambetas. Y el zurdazo de Lily, que se convirtió en gol, lo convenció. Al terminar el partido, le ofreció un puesto en la fábrica, jugar como titular. Lily negoció su pase por diez chelines y cigarrillos Woodbine por cada encuentro que disputara. Así, la jugadora y activista lesbiana se convirtió en referente del fútbol femenino inglés de comienzos de siglo XX. Fue la primera mujer en ser parte del Museo del Fútbol de ese país. En 1921 su equipo convocaba a 53 mil personas en el estadio de Goodison Park —donde hoy juega el Everton—, y otras 14 mil quedaron fuera. Las jugadoras donaban sus ingresos a los hospitales que atendían a los soldados que regresaban de la guerra. Era muy duro jugar en la semana. Teníamos que trabajar en la mañana, después viajar hasta el estadio, jugar, volver hasta casa y madrugar al día siguiente para ir a trabajar, escribió una compañera de equipo, Alice Wood, en el libro Dick Kerr, Ladies.

Fuente: www.revistaanfibia.com

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