Por María Fernanda Ampuero
Ilustración: Mauricio Maggiorini
Edición 461-Octubre 2020
La pandemia ha cambiado tantas cosas en un instante que a veces siento que los cuerpos las están procesando más rápido que los cerebros. Al fin y al cabo somos los perritos de Pavlov del coronavirus. Se volvió mecánico lo de ponerse la mascarilla, no tocarse la cara, lavarse las manos a cada rato y alejarse al menos dos metros de todo el mundo.
Salir, aquello que antes hacíamos todo el tiempo sin pensar, se ha convertido en lo que es: una actividad inusual que requiere concentración y agilidad. Ninjas del exterior, es necesario tener el rostro cubierto, moverse con cuidado, actuar con velocidad, no dejar huellas y, sobre todo, huir lo antes posible.
Quién hubiese imaginado que cambiaríamos tanto en apenas cinco meses. La enfermedad y la muerte son maestras severas que siguen aplicando la pedagogía de la letra con sangre entra. Nos castigaron a todos dejándonos dentro del salón durante el recreo.
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