
A los 160 años de su fundación repasamos la historia de un ícono de la educación jesuita en el Ecuador: el colegio San Gabriel.
Benjamín Ortiz Brennan
El presidente Gabriel García Moreno montó en cólera cuando le informaron que habían llegado tres jesuitas y un hermano desde Guatemala a Guayaquil el 28 de marzo de 1862. Esa era la pobre respuesta a su demanda de un contingente de cuarenta o cincuenta jesuitas para transformar la educación ecuatoriana.
Pocos años antes el Ecuador había vivido una crisis que parecía conducirlo a la desaparición. En lugar de un gobierno llegó a tener simultáneamente cuatro jefaturas supremas: Quito, Guayaquil, Cuenca y Loja. Perú le había declarado la guerra. Sus vecinos —Perú y Colombia— negociaban cómo repartirse el territorio nacional.
García Moreno logró reunificar al país, alejar al ejército peruano, consolidar el poder en una Junta de Gobierno que él presidía y después ser electo presidente. Había llegado el momento de transformar el Estado, comenzando por la educación pública que —según su concepción— debía estar encuadrada en la fe católica, a la que veía como un factor de unidad y elevación de la moral pública.
Al enterarse de que para realizar su proyecto educativo le enviaban tres curas y un hermano, se dirigió al superior de los jesuitas de Guatemala para advertirle que “no pudiendo resignarme por más tiempo a dejar abandonada la educación pública, he llamado a los hermanos de la Escuelas Cristianas y a ellos les adjudicaré los colegios e iglesias que ustedes no han querido ocupar”.

La queja ascendió a Roma que dispuso enviar al Ecuador la mejor delegación jesuítica posible. El superior de Guatemala se trasladó en persona a Quito, acompañado por tres sacerdotes y tres hermanos coadjutores. El 13 de agosto de 1862 llegó la delegación a la capital. El presidente consideró que era un buen comienzo, convocó a Carondelet al superior recién llegado y con un abrazo le encargó organizar el colegio nacional.
Los jesuitas retornaban al Ecuador al cabo de diez años de su expulsión que fuera decretada por el presidente, general José María Urbina. En aquella ocasión el entonces joven y perseguido político conservador, Gabriel García Moreno, les prometió que en diez años volverían al país.
Al mes de llegados, el 9 de septiembre de 1862, el colegio dirigido por los jesuitas comenzó a laborar en un local estrecho e improvisado. Hernán Rodríguez Castelo, recordaba a propósito: “Comenzó la obra que a lo largo de cien años (ahora diríamos 160 años) había de convertirse en una gran fragua de hombres públicos, científicos y literatos” (ahora diríamos hombres y mujeres, el colegio es mixto). El 21 de septiembre fue la inauguración oficial.
El nombre de San Gabriel
El colegio de los jesuitas, en sus primeros años, era también seminario. Esta situación se mantuvo por varios años, hasta que se decidió separar el colegio del seminario. Al quedar exclusivamente como colegio, por sugerencia del obispo José Ignacio Checa y Barba, el colegio fue bautizado con el nombre de San Gabriel, en reconocimiento al presidente que fue su impulsor. Resulta paradójico que el nombre haya venido por sugerencia de un obispo que, en su actividad política y también en la vida eclesial, estuvo enfrentado a García Moreno.
De 1871 hasta 1875, el período que coincide con la segunda presidencia de García Moreno, fueron los años que, según el doctor Julio Tobar Donoso, diplomático, político, autor de numerosas obras, impulsor de la Universidad Católica, es la Edad de Oro del Colegio, comenzando porque dispuso de edificio propio que ordenó construir el presidente.
Al San Gabriel concurrían como profesores los científicos que el presidente había traído para la Escuela Politécnica Nacional que él fundara. Importó de Europa un gabinete de física y química para el colegio. Allí se hicieron en Quito los primeros experimentos con la electricidad. El Gobierno editaba textos de álgebra, geometría, trigonometría. En letras se estudiaban los clásicos latinos y españoles. Las academias literarias de alumnos, que se han mantenido a lo largo de siglo y medio, comenzaron a formarse en esa época.
El acosamiento liberal
Tras el asesinato de García Moreno el 6 de agosto de 1875, el colegio San Gabriel permaneció en la penumbra. Corrió el tiempo y al cabo de veinte años, estalló la Revolución Liberal. Las tropas liberales avanzaron desde Guayaquil a la Sierra. El 1 de septiembre entró Medardo Alfaro —hermano de Eloy— a Quito. Sus soldados ocuparon el colegio y amenazaron con asaltar sus instalaciones. El general Eloy Alfaro, consciente de cuánto habría herido a Quito un ataque al San Gabriel, dirigió el 14 de octubre una nota al rector ofreciéndole garantías. Al día siguiente los jesuitas recibieron sorprendidos la visita del general Eloy Alfaro, lo que alivió las tensiones.
La Revolución Liberal es un fenómeno complejo que no se puede sintetizar en pocas palabras; sin embargo, son evidentes algunos de sus objetivos: despojar a la Iglesia católica de su poder económico con la llamada Ley de Manos Muertas que confiscó los bienes inmuebles del clero y los entregó a la Asistencia Pública, eliminar su control de la educación con el laicismo, y frenar su poder sobre la familia con la implantación del matrimonio civil y el divorcio.

El modelo de educación del San Gabriel de la época comenzó a socavarse. El 15 de abril de 1896 el Gobierno liberal expidió un decreto por el cual dejó “de ser obligatorio el estudio de la lengua latina y las raíces griegas y latinas para los alumnos que quisieran cursar de una manera completa las lenguas inglesa y francesa”.
El ala radical del liberalismo tramó una nueva expulsión de los jesuitas. El 5 de mayo de 1897 se discutió el tema en el Congreso. Quito protestó masivamente. Las cámaras legislativas negaron el proyecto. Sin embargo, dos años después, con la firma del vicepresidente de la República, se instruyó a los jesuitas que abandonaran el colegio y la ciudad. La gente se lanzó a las calles en protesta. Un delegado del vicepresidente concurrió apurado al San Gabriel para asegurar que la orden era falsa. En consecuencia, los jesuitas calmaron a la multitud enardecida.
El 5 de junio de 1901 el Consejo de Instrucción Pública notificó que los exámenes que se rindieran en el San Gabriel serían nulos. Al día siguiente llegó una nueva notificación anunciando que el Gobierno daba por concluido el convenio con la Compañía de Jesús y un plazo de tres meses para la entrega del edificio y los muebles. El superior decidió cerrar el colegio, pero los padres de familia y algunos notables de la ciudad consiguieron que siguiera laborando, pero con el carácter de privado. Sin embargo, el acoso siguió. En agosto de 1904 se dispuso que los alumnos del San Gabriel dieran sus exámenes en el colegio Mejía.
El milagro de La Dolorosa
En la noche del 20 de abril de 1906 ocurrió un suceso que marcó al colegio San Gabriel y a la educación católica. 35 alumnos internos cenaban en silencio. Casi al terminar llegó el prefecto para informarles del terremoto de San Francisco, California. Dos pequeños de la primera fila volvieron sus ojos a una oleografía de la Virgen María y sorprendidos vieron que abría y cerraba los ojos, vieron al tercero del grupo y le dijeron: “Cení, verás esta cosa chusca”.
Luego, todo el grupo se enteró, incluso el padre prefecto, que revisó la luces para examinar si no era algún efecto de la iluminación. Todos los presentes repitieron al unísono: “Ahora abre, ahora cierra”. El prefecto francés P. Roesch se alejó del lugar, pero volvió y constató el prodigio.

Con la Revolución Liberal, la educación católica fue sometida a severas restricciones. Los alumnos del colegio San Gabriel rendían sus exámenes mensuales y trimestrales en sus propias instalaciones, pero el colegio Mejía controlaba las matrículas y las calificaciones. Las pruebas de fin de año eran en el Mejía ante sus profesores que, por supuesto, imponían el programa de estudios con un contenido a veces contrario a la doctrina que profesaba un colegio católico.
De vuelta a la libertad educativa
En 1944 un exalumno del colegio, el doctor José María Velasco Ibarra, llegó por segunda vez a la Presidencia, traído por un clamor popular, después de años penosos y conflictivos de la República. Velasco liberó al San Gabriel y a la educación católica de algunas de las más siniestras amarras. El Decreto 728 dispuso que los alumnos de cada colegio particular obtendrán matrícula en el mismo colegio oficial de la respectiva provincia y rendirán las pruebas en el propio colegio particular, bajo el control directo del Ministerio de Educación Pública.

El 20 de abril de 1956, al conmemorarse el cincuentenario del milagro https://conexion.puce.edu.ec/116-anos-han-pasado-desde-milagro-de-la-dolorosa/, se realizó la coronación canónica de la Dolorosa como reina de la educación católica ecuatoriana, en acatamiento del Breve papal, firmado por Pío XII. La corona fue colocada por dos exalumnos, el presidente de la República, José María Velasco Ibarra, y el primer cardenal ecuatoriano, su eminencia Carlos María de la Torre. Las semanas anteriores a esta fecha, la imagen del milagro recorrió el país, en medio del fervor de pueblos y ciudades.
El acoso a los colegios católicos se extinguió en los Gobiernos de José María Velasco Ibarra y Camilo Ponce Enríquez, cuya visión de la educación nada tenía que ver con el secular anticlericalismo liberal. Al contrario, estos personajes son exalumnos del San Gabriel, es decir, de formación jesuítica. Además, a fines de los años cincuenta, los conflictos sociales fueron por otros caminos, marcados por la Revolución cubana, las dictaduras militares y el reformismo de la Alianza para el Progreso, auspiciado por Estados Unidos.
Cuando estaba próximo el centenario del colegio, su rector, el padre Jorge Chacón SJ, emprendió en la construcción del nuevo edificio que se ubica al norte de la ciudad, en la actual avenida América, intersección con la Mariana de Jesús. Eran entonces vías de trazo incierto. Abrió sus puertas al alumnado para el año escolar 1958-1959. El discurso de inauguración lo pronunció el exalumno, doctor Camilo Ponce Enríquez, presidente de la República, el 12 de diciembre de 1958.
La nueva estructura educativa
La estructura de niveles educativos y la división en establecimientos para varones y mujeres se reformó en 2008 como consecuencia de la nueva Constitución, expedida durante el Gobierno de Rafael Correa, a la que siguió una nueva Ley de Educación y sus reglamentos.


Esta legislación impuso el concepto de unidad educativa; los establecimientos deben ofrecer tres niveles de educación: inicial (un año), primaria básica (nueve años) y secundaria (tres años), acabando con la vieja organización de jardín de infantes, escuela y colegio.
El San Gabriel se transformó de colegio secundario de varones en Unidad Educativa con alumnos y alumnas, que deberán completar trece años de estudio, desde inicial a bachillerato. El cambio comenzó a aplicarse en el año escolar 2010- 2011 y, en 2023-2024, el San Gabriel graduará sus primeras bachilleres mujeres.
El actual rector del San Gabriel es el hermano Guillermo Oñate SJ, quien, junto con el sacerdote encargado de la Pastoral, son los dos únicos jesuitas en el colegio. Es un experto en modernas tecnologías con gran ímpetu realizador. Busca transparencia en la educación y las relaciones sociales, por lo que, entre otras cosas, los alumnos encontrarán que las paredes de sus aulas han sido, en buena parte, reemplazadas por grandes ventanales.
Datos de interés
73 660 m2 de superficie de terreno.
38 600 m2 de construcción.
Estudiantes matriculados legalmente año lectivo 23-24: 1800
- Hombres: 1120
- Mujeres: 680
Total de colaboradores: 230
- Docentes mujeres: 113
- Docentes hombres: 60
- Administrativos y apoyo: 57
- Jesuitas: 2.