Chamorro, González y el boom de la ilustración

Por Angélica Peñafiel

Desde los iluminadores medievales, la imagen ha sido utilizada como un elemento decorativo que ameniza la página, o para reforzar un mensaje ya emitido por escrito, o bien con un propósito didáctico dirigido a la población analfabeta. En este sentido, la ilustración siempre ha tenido una finalidad comunicacional. No es extraño, entonces, que con el reconocimiento de la infancia como una etapa particular dentro del proceso de vida de una persona, en el siglo XIX, y el consecuente nacimiento de la literatura dedicada especialmente a este público, la imagen se considerara indisociable de este tipo de textos, pero supeditada a ellos.

Hasta hace poco se mantenía de manera incuestionable esta práctica, pero después del gran éxito de ventas de la serie inglesa Harry Potter (de puro texto), se empezó a discutir si el recurso gráfico “infantilizaba” la propuesta de las obras. Para el experto en ilustración de libros infantiles, Martín Salisbury, “en puridad, ningún texto de imaginación debería ‘necesitar’ que lo ilustren. La función de las imágenes no es repetir ni aclarar las palabras. Sin embargo, las imágenes pueden enriquecer la experiencia del lector y estimular la sensibilidad visual”.

En el Ecuador, parecería que aquella luz llega retrasada. Recién en la década de los noventa, las pocas casas editoriales que se habían ocupado hasta ese entonces de importar obras, empiezan a publicar literatura local enfocada a la niñez, un enorme paso para la precaria industria editorial local. Tal emprendimiento supuso la semiprofesionalización, sobre la marcha, de autores, editores e ilustradores, a falta de carreras universitarias especializadas en estas disciplinas y de una pobre tradición en algunas de ellas.

A pesar de tener la mayoría de componentes en contra, la ilustración acaso sea la rama que sobresale en el proceso editorial. Quizás, una de las razones para su rápido y sostenido desarrollo es su íntimo parentesco con las artes plásticas, que cuentan con una vasta historia y con grandes exponentes en el país.

UNA ESTÉTICA ARRIESGADA

Marco Chamorro y Santiago González, nombres claves en el medio, son dos exponentes de la ilustración ecuatoriana que han vivido el auge de la literatura para niños en el país, han desarrollado su talento trabajando para varias editoriales y ahora despuntan como creadores integrales: les interesa particularmente la escritura e ilustración del libro álbum.

Además, hay algo que comparten cuando nos asomamos a piezas representativas de sus universos creados: se trata de estéticas poco usuales en la ilustración infantil, que suelen utilizar colores brillantes o pasteles, trazos suaves y personajes apacibles. En cambio, la propuesta de estos dos ilustradores es arriesgada, poco tiene que ver con la acostumbrada línea escolar.

Santiago González es autodidacta. Ha trabajado en editoriales del país como ilustrador de planta y jefe de Arte del Departamento de Ilustración. Ahora trabaja freelance para distintas casas editoriales y revistas, dirige talleres y dicta clases en universidades de Quito.

Hasta el momento ha publicado dos versiones de un libro álbum: Único en su especie, y se encuentra desarrollando otros proyectos en este género. Con el paso del tiempo, ha descubierto su leitmotiv: los animales y su vínculo con los humanos. De su obra llama la atención la lograda estilización de los personajes, la creación de ambientes misteriosos e intrigantes y el manejo de símbolos.

Piensa que la ilustración debe poner énfasis en comunicar y que los recursos pictóricos deben ir en función de ese objetivo: “Se trata de abrir, multiplicar las posibilidades de lecturas”. También reconoce que hay trabajos editoriales poco prolijos que contribuyen a la desvalorización de la ilustración en el país.

Admira a Édgar Rodríguez, artista colombiano mejor conocido como Rodez, aparte del virtuosismo técnico y gráfico, por su postura exigente y su disposición siempre exploradora: “Esa actitud me parece interesante, el no quedarse cómodo con una fórmula”. Otro referente importante ha sido Istvan, escritor e ilustrador argentino, por su ojo clínico al momento de observar y analizar el trabajo de sus talleristas.

 

NOSOTROS ABRIMOS VENTANAS

Marco Chamorro estudió pintura, luego diseño gráfico y hace algunos años hizo un máster en libro ilustrado. Además, ha sido integrante de varios grupos de actuación del país. Sus temas recurrentes reflejan su interés por las artes: teatro, cine, música y pintura. Reconoce que la literatura infantil ha sido considerada como la hermana menor de la “gran” literatura, igual como se ha visto a la ilustración: “La gente piensa que los ilustradores somos personas que adornamos textos, que hacemos dibujitos, lo cual no es cierto. Nosotros abrimos puertas, ventanas, otras posibilidades de lectura, para entrar al libro. A veces, el texto calla y la ilustración dice o viceversa, o los dos dicen cosas distintas”.

Istvan también lo marcó en la manera de ver los libros y tratar de que se mantengan vigentes más tiempo. “El exigirse siempre más, eso aprendí de él”. Además, Gustavo Puerta, crítico y especialista en literatura infantil venezolano, se convirtió en su mentor. Lo incentivó a trabajar en libros que provoquen y cuestionen; que susciten, con los años, experiencias nuevas: “A los niños se les trata como a tontos. Se cree que infantilizar la infancia es hacer literatura para niños. La única diferencia entre un adulto y un niño es la experiencia. Me enseñó a tratar con respeto al niño”.

En cuanto al arte, Chamorro afirma que “cada vez más, esa línea entre pintura e ilustración en el mundo se va perdiendo; más pintores se dedican a la ilustración y cada vez más ilustradores se dedican a la pintura, con la misma visión y concepción con la que se dedicaban a su oficio primigenio”.

 

EL COLECTIVO DE IDA Y VUELTA

Al reflexionar acerca de la situación editorial en el país, González y Chamorro concuerdan en que hace falta la profesionalización de un actor importantísimo en el proceso de producción del libro: el editor, figura desconocida hasta hace poco tiempo en el país. Santiago opina que “las editoriales no tienen un objetivo claro y no hay una guía por parte del editor. Eso no contribuye para la formación mutua”.

Si bien el Ecuador ha dado un paso al publicar a autores locales de literatura infantil y promover el trabajo gráfico en este género, las editoriales no han renovado sus productos. A propósito de esto, Marco Chamorro señala que “ya han pasado veinte años y seguimos con los mismos temas, los mismos personajes, todo muy comercial, mucho estereotipo. Por eso la llaman literatura menor. Pero en el resto del mundo se está haciendo buena literatura”.

Ante el preocupante escenario que vemos frente a nosotros, los dos, junto con Roger Ycaza, uno de los ilustradores más reconocido del país, y con la productora Emilia Andrade, fundaron el colectivo Deidayvuelta, que apuesta por la creación de libros alternativos y centra sus esfuerzos en la construcción de nuevos públicos y la especialización de nuevos ilustradores. “Trabajamos en pro del libro ilustrado en el país mediante talleres y foros para ilustradores y personas interesadas en la literatura infantil y juvenil. En noviembre tuvimos un taller con el ilustrador, escritor y editor argentino Istvan Schritter. Ahora, en enero, hay otro taller con la mediadora y especialista colombiana, Liliana Moreno, con énfasis en la lectura en voz alta para niños”, dice Marco.

“Si seguimos haciendo los mismos libros y no proponemos cambiar algo, ¿cómo podemos dar ese paso? Debemos subir el nivel”, añade. “No vamos a cambiar el mundo, pero hay que empezar a hacer lo que no se atreven a hacer los grandes”, concluye Santiago González.

Marco Chamorro (San Gabriel, 1975)

Premio Darío Guevara Mayorga de Ilustración Infantil 2001 y 2005, otorgado por el Distrito Metropolitano de Quito.

Mención de honor en el XI Concurso A la Orilla del Viento con Segundo acto, publicado en el Fondo de Cultura Económica de México.

Fue parte del IV Catálogo Iberoamericano de Ilustración, en 2013.

Recibió, junto a diecinueve autores más, el premio Fundación Cuatrogatos 2014 por Felini.

Ilustró el libro plegable Quiero ese beso, con texto de Liset Lantigua.

Lanzó Mestre Wilson con el colectivo Deidayvuelta, 2014.

Santiago González (Ambato, 1971)

Se ha especializado junto a ilustradores de gran prestigio en Colombia, Argentina y Estados Unidos.

Sobresale en su obra las ilustraciones de El padre encantado, de editorial Libresa; Tres relatos del mar, de Joseph Conrad; Aventuras de Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes; El viaje de Gulliver, de Jonathan Swift, publicados por Eeditorial Edinun.

Ilustró Y comieron perdices, de Murga y Lunar, y ¡Viva el fútbol!, de Edna Iturralde.

Deidayvuelta publicó Único en su especie, en su versión en español, 2014.

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